El estudio de En el fin del mundo, el programa de Lizi Tagliani en Olga, parecía estar viviendo una mañana más. Hasta que apareció Adrián Lacroix. Con su tono calmo y mirada directa, se acercó a Toto Kirzner y le hizo una pregunta sencilla: “¿Cómo te llamás?”. Toto respondió sin problema. Pero unos segundos después, Lacroix se la volvió a repetir… y algo insólito pasó: Toto se quedó en blanco. No supo qué decir. Se tocó la cara, se rió incómodo, miró alrededor buscando ayuda. Nada. Había olvidado su nombre.
En el piso se desató un caos de risas y sorpresa. Lizi gritó: "¡No puede ser!" y se agarró la cabeza mientras el equipo técnico no salía de su asombro.
La misma sensación atravesó a Emilia Attías cuando Lacroix visitó Verdad Administrada (su stream de Direct Tv) y le pidió que pensara en una persona especial y la escribiera en una carta que ella guardó mordiéndola entre los dientes. Él, a varios metros, sin verla, logró adivinar el nombre exacto, primero, y después hizo que esa carta se teletransportara de la boca de la actriz y conductora a la suya. Emilia se quedó helada. Abrió los ojos grandes, rió nerviosa y lanzó un: "Me exaspera. No me gustan los magos, lo que hace Adrián es increíble". La sorpresa fue real, genuina, como la de alguien que acaba de ver lo imposible suceder sin efectos ni cortes de cámara.

Ambos momentos, el de Toto y el de Emilia, circulan en redes y se suma otro más que se hizo viral, el del billete de dos mil pesos que parte y reconstruye con un arte indescriptible. También algunos fragmentos de su visita a Soñé que volaba, el stream de Migue Granados, donde logró algo muy difícil: que la cara detrás de Olga se alejara de los prejuicios por una hora y se sorprendiera como un niño más.
La pregunta que surge siempre es la misma: ¿Cómo lo hace? Y ese es justamente el tipo de magia que propone Lacroix: silenciosa, precisa, sin humo. Una magia que no pide que aplaudas... solo que te detengas y que puede verse en vivo con su espectáculo Nomad (este jueves, en el Bar Mágico, a las 20, y el viernes, en la Trastienda).
El argentino que sorprendió a sus ídolos

Lacroix creció en Saavedra. Hijo de un taxista y una empleada de oficina, su primer acercamiento con la magia fue cuando tenía 8 años y vio a David Copperfield atravesar la Gran Muralla China en la tele. Desde ese momento, algo se encendió. Aprendió solo, con cassettes de VHS y una baraja de naipes prestada. No había tutoriales, ni TikTok, ni escuelas. Había tiempo, obsesión y ganas de entender cómo se podía generar asombro con las manos.
Mientras sus amigos jugaban al fútbol o salían, él practicaba cartas, lecturas mentales y pequeños efectos de manipulación. A los 17 ya hacía shows en restaurantes. Se movía en cumpleaños, eventos privados, todo de forma artesanal. Sus trucos eran de cerca, sin distracciones. Nada de conejos ni sombreros. Lo suyo era mirar a los ojos y hacer que lo imposible pasara ahí mismo, delante tuyo. Sin efectos especiales. Sin música épica. Solo magia.
Durante la pandemia, mientras todo se frenaba, él aceleró. Fue uno de los primeros en adaptar su magia al streaming. Creó efectos pensados para Zoom: barajas que se mezclaban a distancia, predicciones que cruzaban pantallas, trucos que no necesitaban escenario… solo conexión.

Su rutina Virtual Triumph (en la que una baraja mezclada por un espectador desde su casa terminaba revelando un patrón perfecto del otro lado de la pantalla) fue tan innovadora que Penn & Teller la replicaron en su propio show. El efecto fue contagioso y una decena de magos quisieron conocerlo.
Todo eso pasó sin que Lacroix dejara su casa en Buenos Aires. Desde su escritorio, con una cámara y una baraja, logró lo que muy pocos: que los grandes nombres del ilusionismo lo reconozcan como par y convertirse en el mago del streaming.
"Pensé que era una broma", cuenta, cuando recuerda el día que David Copperfield le llamó por videollamada. Pero no: era real. El mago más famoso del planeta, el mismo que lo inspiró de chico, lo había visto, lo había buscado y quería conocerlo. Lo invitó a Las Vegas, a su museo privado. "Fue como entrar en la casa de Willy Wonka", dice Adrián. "Estaban todos los secretos de mi infancia ahí adentro".

Pero Copperfield no fue el único. David Blaine le pidió ideas, y magos de alto nivel comenzaron a replicar sus efectos virtuales. Sin buscarlo, Lacroix había redefinido las reglas del juego.
Magia 2.0: cuando el asombro se vuelve viral

El truco del nombre olvidado, el hilo que traga y luego saca de su panza, el billete de $2000 que rompe y recompone en cámara. Todos tienen algo en común: son simples, limpios, y generan una incomodidad hermosa. No te marean, no te gritan. Te miran. Te invitan a pensar si lo que viste fue real o si tu mente acaba de traicionarte.
En un mundo saturado de filtros y efectos, la magia de Lacroix es un descanso. No necesita tecnología para sorprender. Al contrario: la usa como herramienta para llegar más lejos, sin perder la intimidad. En redes sociales, donde todo parece ficción, Lacroix genera otra cosa: realidad aumentada. Algo tan auténtico que te obliga a pausar el scroll.
Hay algo en Lacroix que desarma. No sólo por lo que hace, sino por cómo lo hace. No busca estrellato, ni fama, ni flashes. Lo suyo es puro asombro. De ese que sentía de chico, cuando no entendía cómo funcionaba el mundo.
Él tampoco busca explicarlo. Solo te lo muestra. Y te deja ahí: sin nombre, sin palabras, sin explicación.
Su éxito no se mide solo en seguidores o likes, sino en esa reacción que se repite una y otra vez: gente que se lleva las manos a la cabeza y dice: "¡No puede ser!". Algo que pudo verse en sus espectáculos en el ND Ateneo y en Ópera, donde, a sala llena, volvió a poner la magia en el mainstream.
Los 5 trucos más impactantes de Adrián Lacroix

1. El nombre que se borra
Adrián hace una hipnosis en la que lleva, en segundos, al espectador a olvidar su propio nombre y genera una confusión que dura hasta que "le devuelve el nombre". Es uno de los trucos que más sorprende de su espectáculo y que logró replicar en el mundo del streaming.
2. El pensamiento invisible de Emilia Attias
El ilusionista pide a un espectador que piense en alguien especial o un lugar del mundo y él lo revela. Así como hizo con Emilia, quien quedó obnubilada después de que él describiese a su abuela y adivinara su nombre.

3. El hilo que vuelve desde la panza
Se lo traga lentamente frente a cámara y, sin cortes, lo saca completo desde su abdomen. La reacción mezcla asombro con algo de incomodidad… y funciona.
4. Virtual Triumph
Su truco más reconocido a nivel internacional: cartas mezcladas a distancia que terminan revelando un patrón imposible, todo en Zoom. Fue replicado por Penn & Teller.
5. El billete de $2000 que rompe y recompone en vivo
Un truco visual, directo y perfecto para redes: rasga el billete en cámara, lo muestra destruido… y en segundos lo devuelve a su estado original.