Barbie Vélez evolucionó. Además de transitar la escena con Matar al muerto (en Microteatro, junto a Clara Alonso y Paola Luttini), ahora diseña carteras, “algo que me encanta. No me animaba, pero se dio la oportunidad y me apasioné”. Mientras, tiene en vista un proyecto que la retendrá en Buenos Aires durante el verano, del que prefiere no dar pistas “para no quemarlo”. De ser una de las morochas más reconocidas de la Argentina mutó al rubio furioso. “Empecé a ser rubia, sí –se ríe–. Me voy a quedar así por un tiempo”. –¿Por trabajo o por gusto? –En realidad, por una película que se iba a hacer ahora y se pasó para marzo. Me habían pedido un cambio y decidí hacerlo ahora. No sé por qué. Flasheé. Ni lo pensé: saqué un turno a la noche y al otro día fui a la peluquería. Ahora me acostumbré y le tomé un poco más el gusto.
–¿Te ves más parecida a tu mamá? –Jajaja… No, ¡cero, cero, cero! Ojalá… Ni de casualidad el rubio me queda como a ella. Pero siento que me da otra personalidad.
–Te cambio de tema: cuando empezaste a salir con Lucas, pocos apostaban a que esa relación durara.
–¡Y llevamos dos años y medio de convivencia muy enamorados! ¡Para mí es un montón!
–¿Ya hay planes de casamiento, o de hijos? –Noooo… Ninguna de las dos cosas por ahora. Cambié mis prioridades en el amor. Estoy enfocada en mi crecimiento.
–El hermanito de ustedes, Thiago, ¿no les pide un sobrino?
–Jaja, no. ¡Se muere! Es muy niño mimado de los dos, así que al contrario: quiere estar solo.
–¿Cómo te llevás con Santiago Caamaño, el novio Nazarena? –Bárbaro, es un amor. Y se hacen muy bien mutuamente. Mamá está súper contenta, feliz como no la vi en años.