Durante décadas, La familia Ingalls (Little House on the Prairie) se mantuvo como uno de esos clásicos que nunca abandonan la pantalla. Desde su debut en 1974, la serie se volvió parte de la cultura popular mundial, y en Argentina volvió a ser novedad ya que el sábado pasado con 2,3 puntos de rating lideró en la mañana de eltrece. No sólo eso: desde este sábado las autoridades del canal decidieron extender su emisión a cinco horas continuas (de 9 a 14).
Aunque el elenco dejó una huella imborrable, el nombre que continúa marcando el imaginario colectivo es el de Michael Landon.
Pocos conocían que detrás del actor carismático que interpretó a Charles Ingalls había una historia personal mucho más turbulenta que cualquiera de los conflictos narrados en la ficción. Eugene Maurice Orowitz -su nombre real- también formó parte de otros dos éxitos televisivos, como Bonanza y Camino al cielo, pero su vida privada se vio envuelta en excesos, relaciones tormentosas y un final abrupto.

Su salud empezó a deteriorarse gravemente en 1991, cuando recibió el diagnóstico de un cáncer de páncreas ya extendido. A eso se sumó una cirugía de urgencia por un coágulo que casi terminó en amputación. Murió el 1° de julio de ese mismo año, con sólo 55 años, dejando tres matrimonios, ocho hijos y un legado televisivo monumental.

Un pasado que nunca logró dejar atrás
Landon nació en Nueva York el 31 de octubre de 1936. Poco antes de iniciarse como actor trabajó en una agencia publicitaria, pero su infancia había estado lejos de cualquier escenario. Su madre, Peggy O’Neill, padecía graves trastornos psiquiátricos y descargaba sus crisis con violencia psicológica y física sobre él.

La escuela tampoco fue un refugio: sufrió ataques antisemitas por parte de sus compañeros. En su casa, su madre empeoraba la situación con humillaciones públicas, como exhibir en el jardín las sábanas mojadas del niño o ignorar fechas importantes. “Me llevó años entender que no todas las madres metían la cabeza de sus hijos en un horno”, contó alguna vez. Su padre, agotado por la tensión familiar, optaba por trabajar más horas y desaparecer del hogar.

El deporte fue uno de sus primeros escapes. Se destacó en atletismo y motociclismo hasta que, a los 16, un accidente casi lo mató y lo dejó con graves lesiones faciales. Tras una serie de cirugías reconstructivas, recuperó su apariencia y obtuvo una beca atlética en la Universidad del Sur de California, lo que lo llevó a Los Ángeles. Allí, sin formación previa, consiguió su primera oportunidad en la actuación y adoptó el nombre artístico con el que conquistaría la televisión.
La fama, los excesos y un romance que lo cambió todo
Su llegada a Bonanza, con apenas 22 años, fue el principio de su ascenso meteórico. Con el tiempo se involucró en guiones y dirección, mostrando una ambición que lo acompañaría toda la vida. Pero también aparecieron los hábitos destructivos: abuso de alcohol, consumo de tranquilizantes y una adicción al tabaco que lo llevaba a fumar varios paquetes diarios.

En plena popularidad de La familia Ingalls, su vida personal volvió a ser noticia cuando se conoció que mantenía una relación con una maquilladora bastante más joven. El escándalo derivó en un divorcio millonario y en distanciamiento con algunos compañeros del elenco. Melissa Gilbert, quien interpretaba a Laura Ingalls, expresó de manera pública que la conducta de Landon la había herido profundamente, sobre todo por la cercanía de su familia con la esposa engañada.



La última batalla de Michael Landon
Landon nunca negó que el desgaste físico era consecuencia de años de malos hábitos. “Fumé, bebí y comí mal durante mucho tiempo. Algo así termina pasando factura”, admitió alguna vez. Cuando le informaron que el cáncer resultaba inoperable, aseguró que estaba dispuesto a luchar, aunque sabía que el pronóstico era sombrío. Tras la intervención por el coágulo y un rápido deterioro físico, murió dos meses después.

Aunque su vida estuvo llena de claroscuros, su figura sigue viva gracias a la televisión, que mantiene en circulación a ese padre pionero que acompañó a millones de espectadores. Sí, medio siglo después, su presencia continúa intacta.


