El truco definitivo para hacer el mejor puré de papas – GENTE Online
 

El truco definitivo para hacer el mejor puré de papas

El acompañamiento más clásico de la mesa argentina también puede tener textura y sabor de restaurante. Qué hacen los chefs y qué conviene evitar para lograr una preparación perfecta.
Gastronomía
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Hay recetas que parecen tan simples que nadie se detiene a pensarlas. El puré de papas es una de ellas. Presente en almuerzos familiares, en menús de bodegones y hasta en las cartas de los restaurantes más sofisticados, este plato humilde tiene un secreto técnico que lo transforma por completo. No es un ingrediente raro ni un paso complicado, sino el orden y la temperatura de los componentes.

Después de hervir las papas, el primer error que muchos cometen es dejarlas enfriar. Cuando eso ocurre, el almidón cambia su estructura y el puré se vuelve elástico, casi gomoso. La clave, explican los cocineros, es pisarlas mientras todavía están tibias, apenas escurridas, y sin batidora: solo un pisa papas o un tenedor, para mantener la textura aireada.

Ahí entra en juego el truco maestro: sumar la manteca fría y la leche caliente, en ese orden. La manteca fría se derrite lentamente y recubre los gránulos de papa, creando esa sensación de terciopelo tan difícil de lograr. La leche o la crema, en cambio, debe estar caliente —no hirviendo— para evitar que la mezcla se corte o se enfríe demasiado rápido. Se agrega de a poco, mientras se revuelve con firmeza.

Un toque de nuez moscada, pimienta blanca y sal marina termina de equilibrar los sabores. Si se busca una versión más intensa, se puede sumar queso rallado tipo parmesano o incluso unas gotas de aceite de trufa, el fetiche de los chefs para elevar lo cotidiano.

Otro secreto poco conocido: si el puré se prepara con anticipación, conviene cubrirlo con film en contacto y mantenerlo a baño maría. Así conserva su humedad y no forma costra. Antes de servir, un cubito extra de manteca devuelve el brillo y el aroma irresistibles.

El resultado final es un puré que no es sólo acompañamiento, sino protagonista: cremoso, suave y con ese sabor nostálgico que remite a la cocina de casa, pero con la técnica de un restaurante.

Porque a veces, la diferencia entre lo casero y lo gourmet está en un gesto tan simple como agregar la manteca fría y la leche caliente.



 
 

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