Nada más tentador que un plato de papas doradas, con borde crujiente y centro suave. Pero lograr ese equilibrio exacto —ni blandas ni quemadas— tiene su ciencia. Y la buena noticia es que el secreto no depende de ser chef, sino de seguir tres pasos infalibles.
1-El remojo previo, la clave que casi nadie hace
Después de cortar las papas (en bastones, cubos o gajos), lo ideal es dejarlas en agua fría durante al menos 30 minutos.
Ese remojo elimina el exceso de almidón y evita que se peguen entre sí o se ablanden al cocinarse. Si tenés tiempo, podés incluso cambiar el agua una vez y agregar unos cubos de hielo.
Mirá También

Papas al horno perfectas: el paso "extra" que hará que queden doradas, crocantes y tiernas por dentro
2-Secarlas bien antes de cocinarlas
Un paso simple, pero determinante. Si las papas entran húmedas al aceite o al horno, se cuecen en lugar de dorarse. Lo mejor es secarlas con un paño limpio o papel absorbente hasta que no quede nada de agua visible.
3-La doble cocción: el secreto profesional
Si las vas a freír, hacelo en dos tiempos. Primero, a fuego medio (160 °C) por unos 5-6 minutos, hasta que estén blandas pero sin color. Luego, subí el fuego (180 °C) y freí unos minutos más hasta que se doren. Este método sella la superficie y conserva el interior tierno.
Si preferís una versión más liviana, podés hornearlas: rocialas con aceite, espolvoreá con fécula de maíz y cocinalas 25 minutos a 200 °C, moviéndolas una vez a mitad del tiempo.

El toque final
Una vez listas, pasalas a papel absorbente, salalas recién en ese momento (nunca antes) y servilas de inmediato.
Podés sumarles pimentón, romero o ajo en polvo para un sabor distinto, o acompañarlas con mayonesa casera y limón.
Doradas, crujientes y perfectas: las papas que todos quieren en la mesa, y que ahora sabés hacer sin fallar.
