Quién es el "detector humano de mentiras": el argentino que descubrió que Pachelo no mató a María Marta Belsunce, leyó los gestos de Alberto Fernández en la pandemia y vive con 24 gatos – GENTE Online
 

Quién es el "detector humano de mentiras": el argentino que descubrió que Pachelo no mató a María Marta Belsunce, leyó los gestos de Alberto Fernández en la pandemia… y vive con 24 gatos

Se llama Hugo Lescano, es especialista en lenguaje no verbal y consultor internacional. Fue perito en el caso Belsunce, anticipó que la cuarentena duraría meses con solo ver un gesto del presidente, hace Tai Chi y asegura que nadie, ni él mismo, puede fingir más de 4 minutos.
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Están los que eligen las palabras con cuidado y los que saben leer lo que el cuerpo revela, incluso cuando la boca no emite sonidos. Hugo Lescano pertenece a este segundo grupo. Director del Laboratorio de Investigación en Comunicación No Verbal, consultor internacional y formador de políticos, diplomáticos y CEOs, Lescano fue bautizado por la prensa nacional e internacional como el "Detector Humano de Mentiras". Lo consultan todos los medios cada vez que hace falta descifrar si alguien miente. Pero detrás de ese título, hay una historia.

No nació con un don místico ni con un radar infalible, su sensibilidad extrema, dice él, se forjó en la infancia, en un entorno de pérdidas, silencios y gestos que decían más que mil palabras. De chico, su abuela, la mujer que lo crió cuando sus padres se alejaron, le enseñó, sin saberlo, a leer emociones desde los actos más simples: un taza de café con leche, una caricia, una sonrisa silenciosa. Más tarde, la vida, el estudio y su curiosidad por comprender el comportamiento humano hicieron el resto.

Hoy Hugo recorre el mundo enseñando lo que para muchos parece un superpoder: detectar emociones ocultas, contradicciones gestuales y microexpresiones que pueden cambiar el curso de una conversación, una relación o incluso un juicio. Pero él insiste: no se trata de magia, sino de observación, ciencia y empatía. En una entrevista íntima con Revista GENTE, El detector humano de mentiras comparte lo que pocos saben sobre cómo ve, siente y decodifica el mundo.

Una infancia de silencios, café con leche y gestos que marcaron su camino

Lescano lleva 33 años interpretando los gestos de las personas. En la foto, posa adelante de la Casa Blanca, en Washington.

"Mi abuela no hablaba mucho, pero todo lo decía con su cuerpo", recuerda Hugo. A los tres años, su madre se fue de casa. Días después, también su padre. Junto a sus hermanos, fue criado por su abuela, una mujer de pocas palabras y mucho contacto. En esa etapa, asegura, su cuerpo se volvió su principal escuela emocional. La mirada, el tono, los abrazos: todo eso le enseñó a leer sin necesidad de hablar.

Esa sensibilidad se potenció con los años. A los cuatro, su abuela ya le había enseñado a leer y escribir. Cuando volvió a vivir con su papá, tuvo que reentrenar su percepción para entender los nuevos códigos gestuales de ese entorno. Pero su talento ya estaba en marcha: "Era el elegido para leer los discursos en la escuela, observaba mucho más de lo que decía".

No fue sino hasta los 24 años, mientras estudiaba Teología, que descubrió formalmente el lenguaje no verbal. Empezó a leer investigaciones, se interesó por las microexpresiones faciales y, casi sin quererlo, se volvió experto en detectar mentiras. La primera que descubrió, dice, fue la de una novia: "Vi la culpa en su rostro antes de que confesara una infidelidad".

Cómo funciona su “antena”: lo que ve en los ojos, las manos y una media sonrisa

Lescano, con el equipo del Laboratorio de Investigación.

Aunque muchos lo imaginan con una lupa imaginaria leyendo cada movimiento ajeno, Lescano lo explica así: "Es como saber alemán y escuchar una conversación en ese idioma. No estás analizando todo el tiempo, simplemente entendés". No busca mentiras en cada charla, pero si algo no cierra, el cuerpo lo delata.

Para él, los ojos y las manos son los grandes traidores de la verdad. "Hay un mito de que quien miente no mira a los ojos. Es al revés: suelen sostener la mirada para asegurarse de que les creas". También presta atención al tono de voz y a lo que llama "paralenguaje", los matices del habla que revelan tensiones internas.

Entre los gestos más reveladores está la media sonrisa: "El gesto del desprecio. Aparece cuando mencionás a alguien que no se banca o al que se le tiene rechazo. A veces la uso en entrevistas para ‘sondear’ opiniones no dichas".

Su habilidad es tan afilada que asegura que, desde hace 15 años, nadie logra engañarlo.

Mentiras piadosas, vínculos y el "no mirar"

Según dice, lo que más le cuesta es saber que la gente que quiere le está mintiendo. En la imagen, con su esposa y uno de sus 24 gatos.

No todo en su mundo es blanco o negro. Hugo es comprensivo con quienes mienten: "Lo hacemos para protegernos, por miedo o por amor. El que dice que no miente, ya está mintiendo". Con su hija y su esposa, con quienes comparte también el oficio, se ríen de las "mentiritas piadosas" que todos intentan hacer.

En lo cotidiano, asegura que no busca verdades absolutas, sino conexión. "Si alguien me miente, pienso que en algo fallé para que no confíen en mí". A veces, incluso prefiere no mirar un rostro para no descubrir lo que le dolería ver. La contradicción entre saber y sentir lo hace humano: "Soy el tipo más vulnerable del mundo ante un ‘te quiero’ sincero", confiesa.

Por eso su lectura gestual no es una herramienta para manipular o desenmascarar, sino un puente para conectar mejor. "No es poder. Es empatía". Y en el fondo, también es una forma de cuidar a quienes quiere, incluso cuando no se animan a decirle lo que sienten.

Y aunque tiene las herramientas para saber cómo se expresa el cuerpo, no tiene la habilidad para silenciar al suyo.

"Tengo una autoconciencia elevada en cuanto al manejo de mi cuerpo pero ni aún yo puedo mentir a la perfección. Me he encontrado haciendo gestos cuyos códigos he explicado en la televisión o a mis estudiantes en muchas oportunidades. Y me digo `¿Cómo es posible que no pueda simular?´", confiesa.

Y explica la razón: "Podemos simular por un máximo de 4 minutos. Luego el cerebro libera el mensaje correcto porque necesita expresar lo que siente. De ese modo, en gestos sutiles que cuentan la verdad, libera la tensión y el estrés que nos produce mentir".

Peritajes, cenas incómodas y 24 gatos: la vida de un observador incansable

Lescano asegura que aprendió a leer gestos en su abuela.

Lo llaman para todo: desde entrenar a un candidato presidencial hasta “leer” a un marido sospechoso en una cena de amigos. Una vez, en ese contexto, descubrió una infidelidad justo frente a todos y no pudo callarlo. También fue perito en la causa de María Marta García Belsunce: entrevistó a Nicolás Pachelo y, tras 64 repeticiones de la grabación, concluyó que decía la verdad. Fue uno de los pocos que lo defendió públicamente.

Aunque su sensibilidad extrema está respaldada por estudios neurológicos (es una Persona Altamente Sensible, o PAS), Hugo se sigue entrenando cada día. Su método, al que llama IAOP (Investigación, Análisis, Observación y Práctica), es su gimnasio emocional. También practica Tai Chi, escucha música, y convive con 24 gatos que lo ayudan, dice entre risas, a desconectar, aunque nunca del todo.

"No hay buenos mentirosos, hay malos observadores", repite. Y aunque conoce los códigos del cuerpo mejor que nadie, su mayor deseo es que más personas se animen a aprenderlos. "Porque con el cuerpo no solo se miente. También se dice ‘te quiero’. Y eso, cuando se ve venir, todavía me conmueve".

Si bien dice que no es un super poder, Lescano ve cosas que otros no. Como cuando Alberto Fernández anunció un aislamiento por 15 días en marzo de 2020 y él le dijo a su esposa: "No son 15 días. Él tiene información que no puede o no quiere decir". Acto seguido revisó el discurso de otros mandatarios y vio que algunos mostraban gestos de ocultamiento y temor. Al día siguiente compró cámaras HD, luces y escenografía para sus capacitaciones virtuales.

Y no se equivocó, los 15 días fueron como 2 años.



 
 

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