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La historia detrás de una foto que hizo historia

Publicado por
Redacción Gente

Es cierto: el epígrafe de aquella foto de julio del 74 no identificó a ese conscripto de 21 años que, de guardia, lloró casi a gritos la muerte del general Perón. Pero la imagen tomada por el fotógrafo Ki Chul Bae, de GENTE, recorrió el mundo, fue un símbolo desgarrador, y el anonimato agregó un enigma que duró 32 años. ¿Quién era? ¿Vive todavía? ¿Dónde? ¿Por qué la muerte de Perón lo quebró hasta ese punto?

Pero, 32 años después, a las doce menos diez del mediodía del 17 de octubre de 2006, a pleno sol, mientras una multitud se agolpa en Azopardo al 800, cerca de la CGT, y los cantos inundan el aire (“Borombón, borombón, los sindicatos son de Perón”), la historia está por dar una vuelta de tuerca. Sobre la avenida Independencia está el mismo jeep que remolcó la cureña con el ataúd de Perón en 1974. Hoy recorrerá los 50 kilómetros que separan el edificio de la CGT de la quinta de San Vicente. Allí, muy cerca, se instala un hombre calvo, con uniforme militar. Tiene 52 años. Maneja un remise en el barrio de Saavedra. Y se presenta: “Soy un luchador de la clase media, aquella que tanto protegió el general Perón. Hoy ni siquiera tengo obra social, y para subsistir debo manejar un auto más de doce horas todos los días”, dice Roberto Vassie, el colimba de la histórica imagen. “La foto es de cuando murió el General, en julio del 74. Una fecha terrible. Ese día lloramos todos, porque sentimos que se perdía algo irrepetible. Me salió el maricón, las lágrimas, porque éramos muy jóvenes y Perón era una esperanza. Siempre estará en nuestras vidas”, recuerda…


Hace más de dos horas, en el Edificio Libertador, sede del Ejército, se calzó ese uniforme verde oliva que él mismo pidió usar, como aquel día. “Este viaje a San Vicente es un justo reconocimiento, porque el General quería estar allí, donde fue tan feliz. Tal vez mucha gente no lo entienda, pero una gran parte del pueblo lo entiende con el alma”, reflexiona, y recuerda después que fue conscripto de la clase 53, y que cumplió su servicio militar en la Compañía de Ingenieros 10…

La caravana sale a las dos de la tarde, lenta: no más de 25 kilómetros por hora. Cerca de las cuatro, la policía ordena detener la marcha sobre la ruta 52. Sin saber que en San Vicente ya hay más de cuarenta heridos, la gente rodea y abraza el féretro, canta, grita, le saca fotos al emblemático soldado. Que, tímido, agacha la cabeza… “Nunca quise dar la cara, pero mi familia y mis amigos me alentaron para que hablara. Por fin pensé que, después de todo, aquel fue un momento muy importante y muy triste de mi vida, y que no era justo que otro ocupara mi lugar”, confiesa.


Casi seis horas después de la partida, el ataúd cruza el portón trasero de la quinta. Después, el caos. El antiguo soldado se protege como puede de los proyectiles que llueven sobre Hugo Moyano, y se resigna: no entrará al mausoleo. “Siento que cumplí con Perón y con mi padre, un peronista de pura cepa. Espero que el General pueda descansar en paz, y que Evita lo acompañe muy pronto”, dice, y le asoma una lágrima. Igual que una de aquellas tantas que derramó en uno de los días más tristes de su vida…

Roberto Vassie en julio del 74.

Después de ser buscado por cielo y tierra, Roberto Vassie desentrañó el enigma: “Yo soy el soldado de la foto, y no era justo que otro ocupara mi lugar”, dijo, orgulloso.

Roberto Vassie mira desde el jeep (el mismo que remolcó la cureña con el ataúd de Perón en el 74: foto de abajo) la repetición de una escena inolvidable. La que le arrancó su más amargo llanto.