Llegó el sábado 15 en un avión de línea. Aterrizó en Ezeiza, como una más, apenas acompañada de dos custodios. Pasó menos de 36 horas en el país. No tuvo tiempo ni para dormir. Pero estuvo, tomó la mano de su padre y se fue sólo después de comprobar lo bien que era atendido. Se trata del viaje relámpago de una reina, porque la nobleza también responde a las urgencias. Se trata, por cierto, de una reina argentina –holandesa a decir verdad, ya que tuvo que renunciar a su nacionalidad original, nacida acá, en Buenos Aires.
Se trata, no es una trivia difícil, del viaje de Máxima Zorreguieta (43), que este fin de semana vino para acompañar a su padre. Es que Jorge está internado en la clínica Fundaleu desde fines de octubre. Entró por un cuadro de neumopatía (infección en los pulmones), pero también lo estarían tratando por una complicada enfermedad en la cual la clínica está especializada. Además, es el lugar ideal para atenderlo, ya que queda a sólo una cuadra de su departamento. Según cuentan allegados, si el cuadro fuera grave Máxima se habría quedado más tiempo. Pero al haberse ido tan pronto (tomó el vuelo de regreso el domingo a la tarde), todo indicaría que Jorge, a sus 86 años, se encuentra estable.
Es la segunda vez que la reina viene en secreto a la Argentina. Hace un par de meses, en septiembre, llegó para los 70 años de su madre, María del Carmen Cerruti. En esa ocasión estuvo toda la familia, a excepción de su hermano Juan. Sin embargo, no hubo grandes festejos, debido a la enfermedad que ya aquejaba a Jorge Zorreguieta.
Es que Máxima, cada vez que puede, acomoda su agenda para estar cerca de su familia. Si bien es cierto que tuvo que renunciar a su compañía permanente (por haber sido funcionario en el gobierno de la última dictadura militar, el padre de Máxima tuvo prohibido por el protocolo real holandés asistir al casamiento de su hija, y a su coronación monárquica), ella siempre mantiene el contacto de cerca y los visita cada vez que su investidura se lo permite.
Más allá de que algunos allegados aseguran que viajó brevemente porque encontró en buen estado a su papá, otros especulan con que no quiso dejar de estar con él por lo delicado de su salud. Como sea, la verdad es que su agenda oficial también la obliga a estar en movimiento perpetuo. A Buenos Aires llegó apenas un día después de inaugurar una muestra en la ciudad holandesa de Groningen, y el jueves 20 deberá estar en el simposio De la tradición a la ambición, en Utrecht y en la conferencia Diez años de la prevención de la deuda, nuevamente en la primera de esas ciudades de los Países Bajos. Al día siguiente inaugurará un colegio e irá con su marido a un concierto. Tres días después, el 24 de noviembre, irá a China para ofrecer su experiencia en asesoramiento financiero para el desarrollo.
Como siempre desde que entró en la vida de Holanda, Máxima tiene que responder a sus obligaciones reales. Buenos Aires, lejos, al sur de su mundo, se va a acostumbrando a ser tan sólo un destino al que arriba en secreto. Aunque si su familia lo requiere, vuela de inmediato. Porque en su corazón primero está la hija y luego la reina.
Máxima sale de la clínica Fundaleu. Llegó en vuelo comercial, acompañada de dos custodios. Dedicó todas sus horas a acompañar a su papá.
Todavía adolescente, junto a Jorge y sus hermanos Inés, Juan y Martín.