Tras dos años de pandemia, nuevamente el verano vuelve a transitar una nueva ola de coronavirus poniendo en jaque la temporada 2022 y las vacaciones de los argentinos. Sin embargo, la pregunta es si el sol o el calor afecta en algún punto al virus.
Aunque la respuesta a esa duda es negativa, datos científicos si confirman que la radiación puede afectar de cierta manera al COVID-19. El hecho de que este virus se encuentre en todas partes del mundo ha permitido que tomemos ejemplo, o conocimiento de ciertas cosas con tan solo observar otros países. En ese sentido, mucho se escucha hablar del invierno y el coronavirus, por lo que de cierta manera las estaciones infieren en algún punto sobre la pandemia, por lo tanto, surge la siguiente pregunta: ¿Tiene algún efecto el verano sobre el COVID?
¿Infieren de algún modo las estaciones?
Respecto a las estaciones, un trabajo publicado en Nature Scientific Reports, en el que científicos estudiaron la relación entre la radiación solar en todo el planeta durante la pandemia y la mortalidad por COVID-19, brinda datos reveladores.
Según esos datos, la radiación que llega a las regiones templadas de la Tierra al mediodía durante los veranos es suficiente para inactivar el 63% del virus en aerosoles en espacios abiertos en aproximadamente dos minutos.
A su vez, investigadores americanos encontraron una tendencia parecida pero con tiempos un poco más largos: una inactivación del virus en un 90% después de ser expuesto entre 11 y 34 minutos (dependiendo de la latitud) al sol del mediodía. Por el contrario, el virus permanecería con capacidad infectiva durante más tiempo en invierno.
Aunque, esto podría hacernos pensar en una estacionalidad de la enfermedad, todavía faltan evidencias para poder establecer una relación real entre los contagios y la época del año. “Por el momento abundan contraejemplos de olas de contagio en verano en numerosas regiones. Y esta teoría es mucho más difícil de comprobar en regiones sin estacionalidad climática”, comentó al respecto el virólogo Humberto Debat, investigador del INTA en Córdoba.
Radiación y desinfección de superficies
Respecto al uso de la radiación para desinfectar superficies no es un dato nuevo, de hecho, su descubrimiento le valió el premio Nobel al médico danés Niels Finsen en 1903. Es que, la radiación “germicida”, denominado así porque destruye bacterias y otros gérmenes nocivos.
Sobre esa línea, se la puede obtener de de lámparas artificiales que utilizan una longitud de onda acotada: los rayos UVC, un tipo de radiación ultravioleta de alta energía, en el rango de los 100 a 280 nanómetros (nm).
En escritos científicos se pueden encontrar varios estudios que usan esta herramienta con éxito para reducir la carga de SARS-CoV-2 en equipamiento médico, superficies de trabajo y establecimientos de salud.
Por lo tanto, esta practica con sustento teórico, puede llevar a pensar que el fuerte sol del verano podría cumplir la misma función. Pero no es así. “La radiación germicida no llega a la superficie de la tierra, porque la filtran los gases de la atmósfera. Si esto no fuera así, tendríamos todos cáncer de piel, cataratas u otras enfermedades, ya que es muy nociva”, indicó Beatriz Toselli, doctora en Química especialista en procesos químicos y radiativos en la atmósfera en la Universidad Nacional de Córdoba, a la plataforma Chequeados.
Sin embargo, cabde destacar que, existe una potencial inactivación viral de menor magnitud atribuible a las longitudes de onda de UVB del sol (rango de 290 a 315 nm) que sí llegan a la superficie.
“De la radiación UVB llega una fracción chiquita a la tierra, pero que tiene un impacto directo en todo lo que la absorba: por ejemplo, en la estructura del virus”, explicó al medio el especialista en Fotobiología y fotoquímica Franco Cabrerizo, investigador del Conicet en el Instituto Tecnológico de Chascomús, que depende también de la Universidad Nacional de San Martín.