Un lugar soñado, una carrera y cientos de muertos: la brutal historia del TT de la Isla de Man – GENTE Online
 

Un lugar soñado, una carrera y cientos de muertos: la brutal historia del TT de la Isla de Man

Desde 1907, el Tourist Trophy convierte caminos rurales en el circuito más extremo del motociclismo. Velocidad, historia y tragedia en cada curva.
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Cada año, entre finales de mayo y principios de junio, una pequeña isla en medio del Mar de Irlanda se transforma en el epicentro del motociclismo más extremo del planeta. No hay nada parecido en el mundo: el Tourist Trophy de la Isla de Man combina velocidad sin restricciones, historia centenaria y un escenario que parece detenido en el tiempo. Pero detrás del espectáculo que ofrece este evento, hay una isla con identidad propia, tan antigua como resistente, que logró convertir su geografía y su cultura en una carrera que fascina y aterra por igual por su luctuoso historial.

El Tourist Trophy de la Isla de Man recorre 60 kilómetros de caminos públicos con 219 curvas y sin escapatorias. Foto: Gas Monkey Garage by FHO Racing.

La Isla de Man, con sus 572 kilómetros cuadrados de superficie y una población que apenas supera los 85.000 habitantes, no forma parte del Reino Unido, aunque mantiene una relación estrecha con la corona británica. Es una dependencia de la Corona, lo que le permite autogobernarse en la mayoría de los asuntos, aunque sin renunciar a la soberanía formal del monarca británico. Su Parlamento, el Tynwald, es considerado el más antiguo del mundo en funcionamiento ininterrumpido.

Esa independencia histórica también se refleja en su cultura: el idioma manx, de origen celta, revive en las escuelas y en la señalética urbana; y la bandera con el triskelion (tres piernas armadas que giran sobre un eje común) es uno de los emblemas más singulares del mundo.

Entre montañas suaves y caminos rurales flanqueados por muros de piedra, esta isla logró mantener una relación única con el tiempo. Y también con la velocidad. A diferencia de la mayoría de los países, en la Isla de Man no existe un límite general de velocidad en sus rutas, una particularidad que, lejos de ser vista como una amenaza, ha cimentado una cultura automovilística que combina tradición, precisión y una devoción casi religiosa por las dos ruedas.

Más de 260 pilotos han perdido la vida en esta competencia desde su primera edición en 1907. Foto: Newspress.

Fue precisamente esa ausencia de restricciones lo que, a comienzos del siglo XX, atrajo la atención de los organizadores británicos que buscaban un lugar donde correr sin los límites legales del territorio inglés. En 1904, el Parlamento manés aprobó la Ley de Carreteras, permitiendo que se llevaran a cabo competiciones motorizadas. Así se abrió la puerta a la primera carrera oficial en 1905: la Gordon Bennett Trial, en un circuito de caminos públicos que se extendía por más de 80 kilómetros.

La verdadera historia del Tourist Trophy (TT) comenzó en 1907. Aquella primera edición fue casi artesanal, con motos que apenas superaban los 60 km/h y recorridos que exigían más de cuatro horas de competencia. Desde entonces, el circuito cambió de forma y de nombre, hasta transformarse en el actual Snaefell Mountain Course: un trazado de 60,7 kilómetros con 219 curvas que atraviesa pueblos, campos y colinas. La geografía de la isla no perdona: curvas ciegas, cambios de altitud abruptos y condiciones meteorológicas imprevisibles hacen que cada vuelta sea un desafío técnico y mental.

El trazado atraviesa pueblos, colinas y bosques, sin límites de velocidad ni zonas de seguridad. Foto: Newspress/Tony Goldsmith.

Con el correr de las décadas, el TT se convirtió en un evento de alcance internacional. Tras las interrupciones causadas por las dos Guerras Mundiales, la carrera fue incorporando nuevas categorías. Desde los 125 cc hasta las actuales Superbikes de 1000 cc, pasando por las tradicionales 250 y 350 cc, e incluso las espectaculares pruebas de sidecar, donde dos personas viajan como una unidad en una coreografía milimétrica. El crecimiento fue acompañado por un aumento exponencial en la velocidad: de los 60 km/h de las primeras motos a más de 300 km/h en las máquinas actuales.

Pero el progreso también trajo consigo una sombra inevitable. Las estadísticas del TT son tan fascinantes como escalofriantes. Más de 260 personas han perdido la vida en el evento desde su creación, lo que lo convierte en la competición más letal del motociclismo mundial. A pesar de los riesgos -o quizás por ellos-, el TT sigue atrayendo a pilotos de todo el mundo que buscan conquistar no sólo el podio, sino también el respeto eterno de la comunidad motociclística.

Entre ellos se destacan figuras como Joey Dunlop, el rey indiscutido del TT, con 26 victorias. Su legado, continuado por su hermano Robert y su sobrino Michael, forma parte de una mitología familiar que se entrelaza con la historia misma del evento. También brillan nombres como John McGuinness, Dave Molyneux o Ian Hutchinson, que suman títulos en una lista de honor construida con coraje, talento y muchas veces sacrificio.

Cada año, más de 45.000 personas visitan la isla para presenciar la carrera más peligrosa del mundo. Foto: Newspress/Dave Keen/Pacemaker Press.

Cada edición del TT congrega a más de 45.000 espectadores. Durante esos días, los caminos se llenan de caravanas, los pubs se convierten en centros de debate técnico y las veredas en tribunas espontáneas. No se trata de un evento cualquiera. En la Isla de Man, el motociclismo es parte del tejido social, de la memoria colectiva y del orgullo local.

Desde 2023, el evento es promovido por Vision Nine, una compañía británica especializada en marketing y organización de espectáculos. El cambio tuvo el respaldo del Parlamento manés, que buscaba reducir el costo estatal del evento sin perder el control cultural y simbólico sobre su realización. Aunque se incorporaron mejoras en la logística y la difusión global, el espíritu del TT sigue siendo el mismo: una competencia real, sobre caminos reales, en condiciones reales.

En las primeras décadas del siglo pasado, las motos eran simples y las medidas de seguridad mínimas. Hoy, aunque la tecnología ha avanzado, la esencia de la prueba sigue intacta: correr a fondo, sin red. Las calles donde se corre el TT no fueron hechas para eso. Y tal vez por eso mismo, su atractivo permanece.

La Isla de Man logró algo que muy pocos territorios en el mundo han conseguido: convertir su singularidad en una marca indeleble. Su cultura celta y vikinga, su idioma resucitado, su estatus político autónomo y su amor por las carreras forman parte de un mismo relato. En el corazón de esa historia, el Tourist Trophy se mantiene como el latido más potente.

El TT no necesita explicaciones. Es lo que es: una carrera que atraviesa el tiempo con la misma intensidad con la que las motos atraviesan la isla.



 
 

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