El embajador de Italia revela la influencia de la italianidad en los argentinos – GENTE Online
 

El embajador de Italia y un festejo centenario en nuestro país: “Los argentinos están hechos de muchas cosas, entre ellas la italianidad”

Embajador italiano en Argentina, Fabrizio Lucentini
Hace dos años y ocho que Fabrizio Lucentini fue destinado a nuestro país. Desde su Residencia y para Revista GENTE, habla del origen  de su vocación y de  los desafíos que se vienen, y responde la pregunta del millón: ¿Pizza y pasta italiana o asado argentino? 
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"Un placer recibirlos… ¿Saben por qué hoy nos encontramos aquí?”, saluda misterioso a GENTE con un apretón de manos el embajador Fabrizio Lucentini (56), al tiempo que ofrece “¿algo para tomar?” y comienza a mostrarnos el Palacio Alvear, procurando contestar su propio interrogante: “A inicios de 1920, mientras vivían en París, Federico de Alvear y su esposa Felisa Ortiz Basualdo proyectaron cada detalle de esta mansión porteña inspirándose en el Hôtel Biron.

Sin embargo, al arribar a Argentina se desilusionaron ya que no se encontraba orientada hacia Avenida del Libertador (por entonces Alvear), sino que miraba a la calle Billinghurst. Conclusión: la terminaron vendiendo para sanear una deuda. A los seis meses la adquirió el gobierno de mi país y la convirtió en esta residencia. ¿Cuándo sucedió? Este año se cumple una centuria”, señala remontándose a aquellos tiempos el caballero distinguido, afable y sin segundo nombre pero una clase y expresividad propias de su cargo.

Embajador italiano en Argentina, Fabrizio Lucentini
El embajador en el living de su residencia.


–Es decir que, dentro de pocas semanas, cuando justamente se cumpla el aniversario, usted será el anfitrión.
–Tal cual. Me nombraron a fines de abril de 2021, arribé el 26 de agosto y continuaré hasta 2025.

–¿Cuál fue la primera sensación que lo invadió cuando supo que su destino era nuestro país?
–Bueno… No pasó de suerte, fue todo un proceso a cargo del Consiglio dei Ministri (Consejo de Ministros de Italia) que me condujo hasta el nombramiento. Como antes había que presentar la candidatura, un poco lo intuía, lo sabía. Igual, recuerdo que la confirmación me generó felicidad. En el sistema universitario italiano, cuando terminan los estudios surge la figura de un ‘relator’ o profesor que te acompaña a discutir la tesis. Y el que me tocó a mí me propuso ir por la diplomacia. Yo no sabía ¡nada! de la misma. Fue un desafío. Quería ser profesor de Filosofía. Hoy para mí la diplomacia es contribuir a la paz del mundo, y mi objetivo, buscar que las relaciones internacionales sean pacíficas”

–¿Y qué imagen de Argentina le apareció de entrada?
–La primera sensación al mencionar “Argentina” es la italianidad: aquí se encuentra la comunidad italiana más grande que existe en el extranjero; un millón cien mil compatriotas míos con ciudadanía habitan Argentina; más o menos el cincuenta por ciento de ustedes posee algún grado de ascendencia italiana (es decir, entre 20 y 27 millones)… Dos años y medio después puedo confirmar que aquella primera sensación era verdadera. Porque me resulta sencillo vivir en Buenos Aires. Es como vivir un poco en mi casa. Aparte…

Embajador italiano en Argentina, Fabrizio Lucentini
Lucentini y su escritorio en un ala del edificio.


–¿Aparte?
–Mira (se levanta, abre un armario, retira el libro L’influenza italiana nel patrimonio architettonico di Buenos Aires y, antes de obsequiárnoslo, lo recorre). El título traducido lo define: Huellas italianas en el patrimonio arquitectónico de Buenos Aires. Realizamos y publicamos una cobertura por los edificios porteños más emblemáticos, diseñados por nuestros arquitectos e ingenieros entre los siglos XVIII y XIX, inicios del siglo XX y la segunda mitad de este. 21 obras tremendas de distintos autores que ahora te detallo (empieza a transitar 114 páginas abundantes en fotos y texto). ¿Quieren sorprenderse?

–Por supuesto...
–Miren (lo recorre-). El Cabildo y La Basílica Nuestra Señora del Pilar (de Giovanni Andrea Bianchi), la Catedral Metropolitana (Antonio Masella), el Mercado de San Telmo y los pórticos de los cementerios de la Chacarita y la Recoleta (Juan Antonio Buschiazzo), la Casa Rosada y el Teatro Colón (Francesco Tamburini), la Escuela Presidente Roca (Carlo Morra Manhes), el Congreso de la Nación (Vittorio Meano), Galerías Pacífico (Rolando Levacher) y el Monumento a Cristóbal Colón (Arnaldo Zocchi). ¿Me siguen?

–Claro.
–También, la Usina del Arte (Giovanni Chiogna), la Confitería El Molino y el Palacio Italia América (Francesco Gianotti), el Edificio Casa Grimoldi (Virginio Colombo), el Palacio Barolo (Mario Palanti), el Teatro Coliseo (Mario Bigongiari y Maurizio Mazzocchi), y el Banco de Londres, la Biblioteca Nacional y el Centro Cultural Recoleta (de Clorindo Testa)… ¡Observa cuánto en común existe entre nuestras naciones!

Aquí soy de Boca, adonde vino a jugar Daniele De Rossi hace cuatro años, antes de retirarse, luego de casi dos décadas en la Roma. Si bien soy fanático de este club y me encanta ir al Estadio Olímpico, reconozco que lo que se da en la Bombonera es incomparable. Ojo, también en el Monumental… Es que el espectáculo de los hinchas de fútbol argentinos es mejor que el de los de mi tierra: son más ruidosos, distintos” 


–¿Los argentinos somos los italianos hispanoparlantes de América?
–Sí y no. Yo creo que la italianidad no es extraña a la Argentina: forma parte de la argentinidad. Ustedes están hechos de muchas cosas y dentro de ellas se encuentra la italianidad.

Embajador italiano en Argentina, Fabrizio Lucentini
Fabrizio entre el celular, su bandera y la de la Unión Europea.


–¿Qué tiene el argentino de italiano y qué el italiano, de argentino?
–Los argentinos tienen dentro de su corazón, su alma, su cultura, su modo de ver la vida, algo importante del italiano. La característica que se ve más rápido es la musicalidad en su modo de hablar. Si uno escucha a un porteño y lo compara con un italiano, son parecidos. Además, ambos se enojan bastante pronto, levantan el tono. Dos pueblos con mucha pasión. Una característica positiva, a mi entender, pero también con un poco de carga negativa, relacionada a alzar la voz.


–¿Y cómo controla tal pasión alguien como usted?
–El deporte siempre me ha ayudado a canalizarla. Si bien es raro que alce la voz, cuando me enojo la cosa tampoco pasa tan fácil (suspira). Practiqué kayak, un deporte individual, solitario, que te entrena a ti mismo. Sumé algo de arte marcial. Y ya de más grande, a los 20 años, fútbol. Un cambio radical, porque yo siempre había optado por deportes individuales. El fútbol me modificó la mentalidad. Toda una preparación para ser diplomático. Jugaba de defensor, un duro defensor. Hincha de la Roma, tengo una camiseta firmada por Paulo Dybala. Ahora también volvió Leandro Paredes, que pasó por mi squadra de 2014 a 2017 y hace poquito regresó.


–¿Y de qué equipo es simpatizante en nuestra tierra?
–De Boca, adonde vino a jugar Daniele De Rossi hace cuatro años, antes de retirarse, luego de casi dos décadas. Si bien soy fanático de este club y me encanta ir al Estadio Olímpico, reconozco que lo que se da en la Bombonera es incomparable. Ojo, también en el Monumental.

–Le surgió el diplomático…
–(Acepta) Es que el espectáculo de los hinchas de fútbol argentinos es mejor que el de los de mi tierra: son más ruidosos, distintos.

Embajador italiano en Argentina, Fabrizio Lucentini
El ingreso al Palacio Alvera, con sus escaleras de mármol y el sillón modelo Tatlin "para que contrastara con los tonos y las líneas de construcción".

El caballero nacido en Roma el 1º de octubre de 1967 y recibido como licenciado en Ciencias Políticas un cuarto de siglo después en la universidad de la Ciudad Eterna, nos oficia de guía para mostrar al detalle la planta baja de la edificación, aclarando que “en el piso de arriba es donde vivimos”. Posa en el salón de música (adornado por un delicado juego de espejos, un irrepetible reloj de trescientos años y un bellísimo piano de cola), y también en el hall de recepción.

Allí emana una imponente escalera de mármol blanco y quedan en evidencia dos farolas venecianas y un sillón modelo Tatlin tapizado en terciopelo (“Una mancha circular de color rojo que decidí ubicar aquí para que se contrastara con los tonos y la línea de la construcción”, en sus palabras). Tras arribar al comedor, enmarcado en el renacimiento, accedemos a la biblioteca, que recrea el estilo Luis XV, con mobiliario que perteneció a los Saboya, una familia noble que reinó en Italia desde 1861 hasta 1946. Allí, en un lateral con las banderas de su país y la Unión Europea, surge su escritorio. Tiempo de retomar el reportaje:


–¿Cómo se decidió por la diplomacia, profesión que lo llevó a misiones en Japón, Francia, Bélgica y ahora Argentina?
–Porque en el sistema universitario italiano, cuando terminan los estudios surge la figura de un “relator” o profesor que te acompaña a discutir la tesis, y el que me tocó a mí me lo propuso. Yo no sabía ¡nada! de la carrera. Fue un desafío. Me gustaba la idea de trabajar en el sector público, empeñarme, ponerme al servicio de la comunidad, pero de chico no imaginaba la diplomacia. Ni siquiera el deporte, que tanto me gustaba. Yo quería ser profesor de Filosofía. Hoy para mí la diplomacia es contribuir a la paz del mundo, y mi objetivo, buscar que las relaciones internacionales sean pacíficas.

Embajador italiano en Argentina, Fabrizio Lucentini
Fabrizio Lucentini en el pasillo que da al comedor central.


–¿Cuál es la relación actual entre Italia y Argentina?
–Aunque sigue siendo excelente, en verdad hay un montón por hacer. En este sentido, vamos a seguir trabajando con el nuevo gobierno para fortalecer aún más el vínculo bilateral.


–¿Por dónde comenzaría?
–Nuestro planeta tiene un desafío relacionado a la transición ambiental, ecológica y energética y en tales sectores Argentina puede contribuir muchísimo, porque cuenta con todo lo que el resto de los países necesitamos: litio, viento, sol, agua, energía de transición en Vaca Muerta… Probablemente les falta un poco de inversión de capital, pero, repito y te aseguro, ustedes lo tienen todo.


–¿La palabra que más le gusta de Argentina?
–La palabra que más me gusta del mundo en todas sus versiones es “amore” en italiano, “amor” en español.

Nuestro planeta tiene un desafío relacionado a la transición ambiental, ecológica y energética y en tales sectores Argentina puede contribuir muchísimo, porque cuenta con todo lo que el resto de los países necesitamos: litio, viento, sol, agua, energía de transición en Vaca Muerta… Probablemente les falta un poco de inversión de capital, pero, repito y te aseguro, ustedes lo tienen todo”

Junto al anfitrión diplomático Ariel Blufstein, quien así define a Fabrizio Lucentini: "Camina hacia las tres décadas en el servicio diplomático, al que accedió el 3 de julio de 1995 mediante concurso público. Designado -entre otros cargos- en la Embajada de Italia en Tokio el 29 de enero de 1999 y en la de París el 1º de agosto de 2002, y destinado a Bruselas el 30 de agosto de 2012, en 2017 fue condecorado en el grado de Cavaliere Ufficiale de la 'Ordine al Merito della Repubblica'. Culto, políglota (además de su idioma, habla inglés, francés y castellano), elegante y simpático, Fabrizio es un lujo como representante de su país en el nuestro".


–”Roma”, al revés.
–Claro que sí, por eso me gusta (lanza una carcajada).


–¿Utiliza malas palabras?
–Intento evitarlo. Aunque hay veces que… Por ejemplo, en la cancha de fútbol.


–¿Una afición, una actividad, una costumbre que lo descontractura de la diaria?
–Trotar o hacer cinta escuchando a Kendrick Lamar (rapero, compositor y productor estadounidense). Vengo bastante influenciado por mi hijo y su música contemporánea. Ir en moto. Y cocinar dos cosas: la carbonara (uno de los platos de pasta más famosos de Roma: a base de huevos, guanciale -chacina de cerdo- y pecorino -queso sardo-), y la barbecue (barbacoa), que es distinta al asado, una comida que, por cierto, me encanta.


–¿Asado argentino o pizza y pasta italiana? ¿Con qué se queda?
–Con la pasta, sin dudas.


 

Embajador italiano en Argentina, Fabrizio Lucentini
Fabrizio en su residencia, de espaldas a la Avenida del Libertador.



Nos acompaña hasta la salida, desde donde puede divisarse la fachada del Monumento Histórico Nacional en el que se afinca, además de su amplio jardín florecido por la primavera en curso. Camino a sus sólidas puertas de hierro forjado, Lucentini confía que su familia está integrada por Daniela (“de una edad parecida a la mía -sonríe sin puntualizar la cifra- y quien, siendo intérprete, decidió acompañarme en mis aventuras”) y sus hijos Giulia (22) y Matteo (17). “Mudarnos al otro lado del mundo cuando empezaba a finalizar la pandemia en nuestro país no fue fácil para ninguno. Por fortuna, ahora los cuatro disfrutamos muchísimo”, admite.


-¿Y cómo imagina los festejos de este 2024 por los cien años de la Residencia del Embajador de Italia en Argentina?
–La verdad, estoy muy ilusionado. Estamos terminar algunas restauraciones.

–¿Y luego?
–Me gustaría hacer una fiesta con la presencia de un miembro del gobierno italiano. Eso, en mi parecer, sería lo máximo.

Fotos: Chris Beliera

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