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Más sonriente, más linda, más enamorada

Publicado por
Redacción Gente

Había perdido el envido, y mamá cantó “¡truco!”.“Creo que me estoy enamorando”, deslizó sin quitar la vista de las cartas en suerte. Mediaba septiembre. Sobre la cama de su cuarto en Barrio Parque y con su gata Beba como único testigo, Susana Giménez estaba siendo la primera en saberlo. La mano venía difícil: algo más de ocho meses de separación, luego de dieciocho años de matrimonio y cuatro erosionantes crisis. Pero atendió, escuchó y se animó. Mercedes Sarrabayrouse (49) entonó valiente: “¡quiero re truco!”.

MAS SIMPATICA. “Con la prensa no me llevo ni bien ni mal, porque no soy famosa”, ha sido una frase recurrente con la que Mecha ha justificado su elegido perfil bajo. “De chica me costaba. Esquivaba las cámaras o las encaraba enojada. Hasta que un día dije basta y dejé que me sacaran las fotos que quisieran. Así se tranquilizaron bastante”, dijo alguna vez. Hoy, las guardias fotográficas parecen resultarle cotidianas y hasta responde a los comentarios de los papparazzi con una sonrisa. Y si bien Susana siempre le ha explicado que “la vida compensa, y el interés de los medios sobre lo que hacemos es lo que, en definitiva, pagó tus estudios y te dio de comer”, su nueva actitud supone autenticidad. En sus escuetas caminatas urbanas, Mercedes accede amable a los pedidos del público: “Mecha, una foto!”. “La gente es divina. No sólo se me acerca con lindas palabras, sino también con mucho respeto”, comentó. “Esta chica me sorprende”, confesó Susana el pasado 6 de septiembre, minutos antes de posar con su hija para el número especial del Día de la Madre de su revista. “¿Qué te pasa, Mecha? ¿Sos vos? Interpreto que éste es un gran regalo adelantado”, bromeaba la diva ante la cámara de Machado-Cicala-Morassut en los salones del Alvear Palace. “Mercedes estuvo divertida, cómplice de su madre y sin rastros de vergüenza. Tanto le gustó el trabajo que hoy tiene un ejemplar en cada ambiente de su casa”, revelaron partícipes de la producción, aceptada sólo con una condición: “Sin entrevistas”. Perspicaz, el último en destacar el cambio de actitud fue Samuel Chiche Gelblung, cuando se topó con ella en la gran fiesta de cumpleaños de Oscar González Oro: “Nena, hace más de treinta años que te conozco y es la primera vez que te veo una sonrisa. Intuyo que estarás muy contenta”.

MAS LINDA. Al culto de la buena respiración se sumaron nuevos hábitos que, según sus allegados, harían caso a las recomendaciones de una mamá “versión post India”. “Mecha dejó una de sus mayores tentaciones: la carne”, testificó un abandonado compañero de asados domingueros. “Ahora sigue una dieta macrobiótica, por la que dice estar más equilibrada: es adicta al agua mineral, las milanesas de soja y los vegetales crudos”, asegura. Los seminarios de yoga y meditación habrían hecho posible que la seguidora del Dalai Lama tome decisiones más sabias y concilie el sueño con facilidad, sin necesidad de pastillas. “No toma nada, ni siquiera para las jaquecas, que tanto la atormentaban”, confirman. “Su nuevo camino espiritual cambió su humor, la purificó. Aunque ella insista con que es la misma de siempre. Está espléndida, y eso no sólo tiene que ver con ese camino, sino con el amor”, asegura su amigo.

Leé la nota completa en la revista GENTE de esta semana.

Soportó infidelidades y cuatro intentos de separación, hasta pasado el verano de 2011, cuando decidió barajar y dar de nuevo. Feliz, vuelve a creer, en compañía incondicional de sus hijos, Lucía (17) y Manuel (15).

Susana fue la primera en recibir la noticia –“mamá, estoy enamorada”–, y desde entonces han dado muestra de un vínculo más estrecho. Juntas completan la rutina diaria sobre la Power-plate de la diva, juegan al truco, se asesoran en el shopping, mantienen charlas sobre espiritualidad y chismes picantes de los que le gustan a Susana, van a misa por pedido de Mecha y hasta compartieron un Cavalli. Desde la separación de Celasco, Susana incentivó a su hija.


Joe Miranda, su nuevo amor, con quien comparte reuniones sociales, salidas familiares y un mismo código en la fe. A él lo apodan Forrest Gump; es devoto de San Expedito y dedicado amante. En los años 80’ se hizo popular por un affaire de verano con Estefanía de Mónaco en Punta del Este.