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“No hace falta tener lolas para animarse a un desnudo y sentirse femenina”

Publicado por
Redacción Gente

Cuando Inés Efrón se presentó al casting de XXY, todos sintieron que era Alex: la adolescente hermafrodita que, poco después, interpretaría bajo las órdenes de la directora Lucía Puenzo. Era la primera vez, sin duda, que eso de ser demasiado flaca y tener pocas lolas no le jugaba en contra.
Ahora –con el film convertido en éxito (reunió más de 40 mil espectadores en los primeros días, en el Festival de Cannes obtuvo el Gran Premio de la Semana de la Crítica)– la delgadísima Efrón confía: “No soy el prototipo de mujer voluptuosa, lo sé muy bien. Cuando era chica me costó un poco aceptarme. Tuve épocas en las que no me gustaba nada. Hoy me encanta ser así: flaca, tabla, sin lolas”.

–De adolescente, te habrás planteado más de una vez si operarte o no…
–Para nada. Al contrario, trabajé mucho para aceptarme como era. Todos resaltaron siempre mi delgadez. Y encima, yo notaba que pasaba el tiempo y no tenía ni noticias de mi delantera (risas)... Lo máximo que hice respecto a ese tema fue usar push up, ¡como para mejorar un poco la cosa! Ahora ya lo tengo asumido y me encanta ser así. Hasta disfruto no tener lolas. Tengo otro tipo de belleza. Punto.


–Pero estás bien lejos de los cánones actuales. Muchas no se hubieran animado a un desnudo…
–Pero no hace falta tener lolas para animarse a un desnudo y sentirse femenina. Nunca me importaron los preceptos frívolos… Además, cuando una actriz hace un desnudo, lo hace en función de la historia. Ahí es donde demuestra su capacidad actoral y deja de lado su ego. El cuerpo es cuerpo y todos, en el fondo, somos iguales…

Así, directa y segura, habla. Su historia, la real, cuenta: que tiene 23 años, que nació en México, que a los cuatro meses de vida se radicó en la Argentina junto a sus padres (Graciela y Hugo), que a los 14 empezó a estudiar teatro, que a los 19 pisó por primera vez un escenario junto a Lola Arias en la obra Poses para dormir, que Ariel Winograd y Alexis Dos Santos la hicieron debutar en cine (con Cara de queso y Glue), que es vegetariana, que está soltera y que vive sin compañía en un pequeño departamento que se compró hace un año en el barrio de Belgrano. Ah, y que desde XXY todos unánimemente la señalan como “la nueva promesa del cine argentino”.


–¿Cuándo sentiste que actuar era lo tuyo?
–(Risas) Nunca soñé con ser actriz. Sí pensé en ser bailarina: estudié y estudio danzas. Pero la actuación fue una consecuencia de mi timidez, de mi enorme dificultad para relacionarme con la gente. Siempre me costó integrarme y sufrí mucho en la época del colegio. De esa etapa, para que tengas una idea, sólo me quedó una amiga, Cecilia. Viví el secundario con mucho dramatismo. Me peleaba con todas y, para no confrontar, me aislaba. Fui muy solitaria, y mucho más en la primaria. El teatro fue una excusa que encontré para conocer otro tipo de gente: más sensible, con otros valores.

–¿Por qué? ¿Cómo eran tus compañeras de colegio?
–…En el secundario había un grupo de líderes con las que no quería saber nada, gente frívola… Y en el taller de actuación me redescubrí. Vi que estaba hecha para esto. Enseguida me anoté en el Centro Cultural Rojas y después llegué a Nora Moseinco, mi gran maestra. Todo lo que sé me lo enseñó ella. Fue una mujer clave en mi vida. El resto de mi carrera se fue dando, surgió, fluyó. Creo que recién hoy me doy cuenta, soy consciente, de que la actuación es mi profesión y mi vocación, que soy actriz. Hasta ahora todo lo que hacía era por placer, era mi forma de expresión hacia el mundo. No es que haya cambiado, pero ya lo siento como un trabajo. Sé que quiero vivir de esto.

–¿Y para cuándo la televisión?
–Las tiras me dan miedo. Son como una fábrica de la actuación. Se pierde el sentido artístico y pasa a ser algo económico. Ojo, entiendo que todos necesitamos comer, pagar el alquiler y la tele te da esa posibilidad. Pero si puedo evitar entrar en esa vorágine, mejor. Hasta el momento sólo tuve una participación muy chica en un capítulo de Mujeres asesinas. Estuvo bueno. No es que rechace la tevé, pero siento que el proyecto tiene que valer la pena. Si no, no me tiento.

–¿En las tablas es distinto?
–Sí, claro. Es un fuego interno. Una necesidad muy grande por expresarse. Para mí, ir a las clases de teatro era una fiesta, me entusiasmaba mucho. Quería improvisar; durante el día pensaba vestuarios, posibilidades de escenas. Me divertía, era sentir algo que me emocionaba y me provocaba adrenalina.

–¿Qué fue lo que te cautivó de Alex, tu polémico personaje en XXY?
–Me gustó su mundo, su interior. Cada vez que pasaba una hoja del libreto me convencía más. Y no me equivoqué: me hizo muy feliz poder interpretarla. Era una persona muy linda para componer, llena de matices.

–Hermafrodita…
–Sí, claro. Pero yo trabajo desde un nivel muy inconsciente. No pensé que era hermafrodita, busqué encarnarlo desde la persona: tiene dos sexos, vive en la playa, es una adolescente. El personaje estaba muy plantado desde el guión. Una de las cosas que buscaban era que fuera muy masculina, y yo por naturaleza no lo soy. Lucía me propuso escribir un diario íntimo de ella, y lo hice al igual que lo hago en mi vida. Me sentaba en el pasto, junto a unos árboles y me concentraba en su vida. Fue hermoso poder conectarme así con el personaje.

–También hubo escenas fuertes: desnudos, sexo…
–Pero en el momento de filmar no pensás en eso. Cuando llegás a esa escena, no decís: “Ayyy… ¿se me verá la cola?”. El cuerpo es cuerpo, todos estamos hechos iguales. Yo siempre pensé: ¿qué pasa con la cola? ¿Por qué les llama la atención a los hombres? ¡Es una cola, ¿y qué?! No tengo inhibiciones de ese tipo.

–¿Pensaste que podría generar rechazo la condición sexual de Alex?
–No, no tenía una idea elaborada de lo que podía pasar. Me entregué a la gente. Cuando estuvimos en Cannes la historia gustó mucho, pero yo esperaba la respuesta argentina… y fue excelente. El personaje es muy querido y aceptado. Eso me llena de felicidad. Nunca imaginé que tendríamos tanta trascendencia. Me siento premiada por estar en el elenco, por haber sido elegida... ¡Imagináte qué hubiera pasado si nacía con 90-60-90!

–¿Qué?
–Nunca hubiera llegado hasta acá.

Empezó a estudiar teatro a los 14 por vocación. Cinco años más tarde hacía su primera obra: Poses para dormir. Hoy es la revelación del cine nacional.

En su último film –XXY–, Inés nace hermafrodita. Sus padres (Ricardo Darín y Valeria Bertucelli) deciden no operar para que, cuando sea mayor, elija su sexualidad. El corazón del film late con fuerza cuando Alex (así es bautizado el personaje que inventa Lucía Puenzo), llega a la adolescencia: tiempo de decisión... Grabada en los escenarios naturales de Piriápolis, Uruguay, esta película no sólo consiguió grandes premios y despertó polémicas: también logró que la directora argentina sea comparada con Sofía Coppola (la hija de Francis Ford) y que vean a Inés Efrón como gran revelación.

No soy el prototipo de mujer voluptuosa. Cuando era chica me costó un poco aceptarme. Tuve épocas en las que no me gustaba nada. Hoy me encanta ser así: flaca, tabla, sin lolas”.