Capítulo Uno, Raúl Alfonsín: “La madurez del pueblo va a impedir que se produzcan nuevos golpes de estado" – GENTE Online
 

Capítulo Uno, Raúl Alfonsín: “La madurez del pueblo va a impedir que se produzcan nuevos golpes de estado"

Así contó GENTE el día que los argentinos volvieron a las urnas tras siete años de dictadura militar. Los temores y las premoniciones del líder radical que sería considerado el padre de la nueva democracia latinoamericana.
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Un equipo de GENTE vivió de cerca la intimidad de una jornada histórica, sucedió hace cuarenta años, cuando los argentinos recobraban la democracia y Raúl Alfonsín ganaba las primeras elecciones presidenciales luego de una cruenta dictadura que duró siete años. Así vivió el dirigente radical el día de la votación, sus premoniciones, sus silencios, sus preocupaciones frente a país diezmado.

El sábado 29 de octubre de 1983 a las ocho y media de la mañana Raúl Alfonsín pidió un café con sacarina en la vieja confitería Achalay, en Chascomús, su pueblo natal, en la provincia de Buenos Aires. Se lo veía cansado, hacía unas horas había llegado de la ciudad de Rosario, la última parada de una extensa gira electoral. El aroma del café lo revivió y el mozo de la barra le acercó un diario que apenas ojeó. Se encontraba en su territorio, recibió a la prensa, a los amigos y descansó junto a su familia.

El domingo de las elecciones el frente de la casa de la familia Alfonsín, en avenida Lastra 228, estaba lleno de personas con boinas blancas que esperaban que salga el candidato del radicalismo. Después de siete años de oscuridad el país estaba expectante y las miradas estaban puestas en Chascomús.

A las nueve y veinte Alfonsín tomó un café con sacarina que le alcanzó Flora Toranzo, una eterna acompañante de la familia. Antes de terminar ingresaron los periodistas para hablar con él. “Ubíquense como puedan y sepan disculpar la molestia, mi casa es pequeña”, dijo mientras señalaba dos sillones de cuero y un sofá. Vestía un pantalón gris pinzado, una campera azul liviana, zapatos negros y camisa blanca con cuados bordó.

También comentó que estaba “contento, pero a la vez sereno”, una suerte de estado de cautela frente a la nueva etapa. “Interpreto la realidad con una cierta proyección, con objetividad”, acotó. Era el día de la votación y el candidato, con cierta lógica, evitaba demostrar su profunda preocupación por lo que estaba por venir, a esas horas ya intuía que sería él quien iba a tener la difícil misión de llevar adelante lo que sería una traumática transición, la de un país quebrantado por una cruel dictadura que se abría paso hacia una nueva democracia que contagiaría al resto de Latinoamérica.

Documento histórico. Alfonsín junto a su madre, Ana María Foulkes, antes de viajar a para votar en su pueblo. En la siguiente fotografía pide un café con sacarina.

En el modesto living de su casa, ante los cronistas de GENTE, Alfonsín lanzó un presagio certero: “Vamos a contar con el apoyo de un pueblo que va a tener que movilizarse permanentemente para garantizar esa marcha hacia adelante”. El dirigente radical sabía que la democracia no estaba garantizada y que las bocas de los fusiles que habían servido para fusilar durante los años de plomo seguían calientes.

—En cada vuelta a Chascomús después de una derrota interna, sus amigos cuentan que usted se sentaba en la mesa del Club Social y decía: “Vamos a seguir luchando, hay que seguir luchando” … ¿Mañana pasará lo mismo?

 —La etapa que se inicia es de lucha y trabajo, pero estoy seguro de que nos va a tocar la responsabilidad de gobernar. Si así no fuera hay que seguir en la lucha porque la responsabilidad de garantizar la democracia nos corresponde a todos.

Ese domingo el sol brillaba, cientos de personas esperaban en la calle que ‘Raulito’ salga a saludar antes de ir a votar. La entrevista fue corta y después de darle un beso a María Lorenza Barreneche, su esposa, abrió la puerta de su casa. Había una muchedumbre.

Firmó boinas y besó, apretó manos, y recibió abrazos y palmadas en la espalda. Baigorría, el custodio silencioso e inflexible de Alfonsín, fue abriendo paso a través de la gente y logró que el candidato subiera al Ford Falcon amarillo que lo llevaría hasta la Escuela Municipal Número 1 de Chascomús donde votaría. Minutos después, a las 9.35, llegó a la escuela. “Se siente, se siente Raúl es presidente”, fue el cántico que recibió al dirigente radical.

Más de treinta reporteros gráficos, veinte cronistas y nueve canales de televisión registraron el voto, diez minutos después partió en medio del tumulto hacia Buenos Aires. 

Portada. Así contó GENTE la jornada, fueron vendidos 532 mil ejemplares, la mayor cifra de la historia de la revista.

Horas de espera y la soledad del mando

Muy pocas personas estaban en la quinta que Alfredo Odorisio tenía en aquel momento en San Isidro. Apenas los más allegados a Raúl Alfonsín compartían el asado del mediodía del 30 de octubre. Llegó de Chascomús sobre el filo de las doce, comió una tira de carne, una ensalada mixta, tomó un vaso de vino y, de postre, un helado. Estaba sereno, mucho más sereno que quienes lo acompañaban. La política casi se obvió en la mesa, anécdotas de campaña y recuerdos familiares.

La sobremesa se alargó hasta las tres de la tarde. “Buena hora para hacerse una siestita”, comentó Alfonsín y se encaminó hacia uno de los dormitorios. “Todos se miraron extrañados. Nadie en su situación habría podido pegar un ojo. Pero él sí”, escribió el cronista de GENTE Adrián Van Der Horst.

Durante tres horas y media nadie lo molestó. Y media hora después del cierre de las mesas electorales, apareció en el jardín caminando despacio con las manos agarradas en la espalda. Acarició a un viejo ovejero alemán que mansamente le lamió la mano. Caminó solo alrededor de la pileta de natación, mirando los últimos destellos del sol que reflejaba el agua.

Marcela, su hija, lo vio desde el living, se levantó del sillón y caminó despacio hacia él. Ella lo había acompañado en parte de su gira durante la campaña electoral. “Se acercó a él y buscó su abrazo protector. Así caminaron abrazados, intercambiando sonrisas y miradas de afecto”, así lo escribió el cronista y así lo retrató el fotógrafo de esta revista.

Fotoperiodismo. Alfonsín junto a su hija Marcela caminando por la quinta donde se esperaron los resultados de las elecciones.

Alfonsín y su hija apenas hablaron, “sobraban las palabras”. Un grito los asustó, los arrancó impiadosamente de ese momento de paz. Era un griterío de festejos los que se escuchaban, quienes estaban en la casa ya aplaudían la primera victoria, que se dio en la Antártida Argentina.

En la casona había unas ochenta personas y seguían llegando. Allí estaban sus hijos RaúlRicardoJavier, también María y hasta Inés que había llegado especialmente de Oklahoma para acompañar a su padre. El candidato a vicepresidente, Víctor Martínez; el médico Pepe Astigueta, el actor Luis Brandoni y su esposa Marta Bianchi, el publicista que dirigió la campaña, David Ratto; el economista Roque CarranzaAldo NeriConrado StoraniGermán López; sus hermanos: Guillermo, Ramiro y Fernando. También Margarita Ronco, la secretaria privada de Alfonsín, considerada por los cronistas de la época como “una muralla infranqueable”.

Había mucha gente, pero el hombre que estaba por conducir los destinos de un país en crisis se encontraba en un parque sombrío, solo, pensativo, hasta que llegó su hija Marcela. La quinta de Alfredo Odorisio, empresario dedicado a la comercialización de películas, se había convertido en un búnker. Cinco televisores, ocho radios y la comunicación a través de cinco teléfonos con el centro de cómputos instalado en el Comité Nacional de la UCR mantenían informado a todo el grupo.

Alrededor de las 19, mientras Alfonsín se resignaba a tener que dejar la caminata con su hija, unas cuatro mil personas coreaban su apellido en la calle Alsina y Entre Ríos, en la vieja sede del Comité Nacional. En los balcones de la casa radical y en los departamentos aledaños comenzaron a aparecer banderas, boinas blancas y pancartas. La entrada al edificio se hacía más difícil con los minutos y los organizadores tuvieron que aumentar la presencia de la juventud radical para controlar el ingreso.

A las 20.30 llegó María Lorenza Barreneche a la quinta, a esa hora su esposo se encontraba recluido en uno de los cuartos, desde donde seguía la situación por televisión. A su lado iban rotando sus hijos y algunos otros allegados. 

Odorisio fue un gran anfitrión y puso a disposición a diez personas para que se ocupen de la atención de los invitados. Tras el asado del mediodía, los platos cargados de sándwiches de miga, tartas y distintos cortes de fiambres dieron vuelta por la casa hasta entrada la noche, hubo peceto con salsa tártara, vitel thoné, doscientas empanadas de carne y hasta ensalada Waldorf. Durante toda la jornada se bebieron más de cien litros de gaseosa, treinta litros de vino y la tensión de la espera fue atenuada con tres botellas de whisky.   

Tensa calma. Alfonsín junto a sus principales colaboradores siguiendo las horas decisivas de la jornada electoral en una de las habitaciones.

Las primeras palabras del presidente electo

A las 23 ya se conocían los datos favorables en los lugares difíciles para el radicalismo: en especial el Gran Buenos Aires. La proyección daba ganador a la fórmula de la UCR por más del 50 por ciento de los votos. “Raúl Alfonsín salió de la habitación y todos los periodistas lo rodeamos”, escribió el cronista de GENTE.

Nuevamente empezó a caminar por el parque, pero esta vez un enjambre de grabadores y máquinas fotográficas lo seguían. A paso lento pero firme fue recorriendo la cancha de tenis y el jardín. Las bocinas de los coches anunciaban el triunfo.

Con su característica voz pausada comenzó a hablar, reflexionando mesuradamente y tratando de aplacar el triunfo que ya era un hecho: “Vamos a procurar con todas las fuerzas que se logre la democratización sindical. Nuestra primera respuesta ha de ser para los problemas principales y lo hemos dicho en toda la campaña. Atacaremos el hambre y la desocupación. Vamos a orientar una política económica que parta de la base de la justicia social, que dé respuestas a la justicia social”.

Una treintena de periodistas lo seguían y Alfonsín respondía preguntas mientras caminaba. “¿El diálogo estará abierto para todos los sectores políticos?”, consultó uno. “El presidente de la Nación no puede excluir a ningún ciudadano del diálogo”, contestó. Era la primera vez que reconocía con todas las letras el triunfo. El candidato había dejado de serlo. Ya hablaba como presidente de la Nación. Caminó hasta el borde de la pileta y siguió el diálogo.

¿Podría precisar sus sentimientos en este momento? —, preguntó uno de los cronistas.

Sí, siento una gran responsabilidad, pero una enorme serenidad. No sé si lo defino bien así, pero es lo que siento. No exalto la alegría, pero comprendo que éste es el día más importante de mi vida. Podré realizar lo que siempre he soñado hacer con mi país. Ayudando a todos y generando procesos de desarrollo.

También dijo que la Nación no tenía tiempo que perder, que haría un gobierno de puertas abiertas y observó que la madurez del pueblo va a impedir que se produzcan nuevos golpes de estado. Me van a disculpar pero en pocos minutos más salimos hacia el Comité Nacional. Voy a cambiarme”, dijo el electo mandatario al despedirse.

Alfonsín entró a la habitación y a los quince minutos, después de una ducha vigorizante, salió luciendo un traje gris, los mismos zapatos negros y una corbata oscura. La campera y el pantalón gris que tenía desde el sábado a las cinco de la mañana cuando llegó a Chascomús, después del acto de Rosario, quedaron en el bolso de María Lorenza Barreneche, para esa hora la primera dama de la República Argentina.

Así arrancaba la nueva democracia

Pasada la medianoche irrumpieron en la Panamericana 27 coches; en uno de ellos iba Raúl Alfonsín. Dos Falcon lo custodiaban. A los costados y atrás, la caravana de amigos y periodistas formaban una columna compacta que recorría la autopista a más de 120 kilómetros por hora. No se detuvo hasta llegar a Bogotá 572, la casa de Jacobo Sereno, amigo de siempre de Alfonsín, hombre al que un infarto lo privó del festejo a su lado. Por eso, Alfonsín cumplía su promesa y le dedicaba el triunfo.

A los quince minutos, la caravana volvió a partir. Esta vez con rumbo al Comité Nacional, donde más de 20.000 personas esperaban al nuevo presidente de la Argentina democrática. Llegó a las dos de la madrugada, mantuvo una breve reunión con amigos y correligionarios. La gente desbordaba Alsina y la avenida Entre Ríos, y a las 4.45 de la madrugada Alfonsín salió al balcón del primer piso: “En este día inauguramos una etapa nueva en la Argentina. Inauguramos un largo periodo de paz y prosperidad, y de respeto por la dignidad del hombre y de los argentinos”. Esas fueron sus primeras palabras ante sus seguidores.

Rostros de Esperanza. Llegó la democracia y la gente festejaba en todo el país. Alfonsín habló sus seguidores recién a las 3.50 de la madrugada del lunes.

Una marea rojiblanca de banderas saludó a su líder y gritó: “Después del Pocho, después de Balbín el líder del pueblo es Raúl Alfonsín”. Toda la esperanza acumulada en los días tensos de la campaña electoral desbordaba de alegría.

“Este día debe ser reconocido por los argentinos como el día de todos. Hemos ganado, pero no hemos derrotado a nadie. Levantamos las banderas de la unión nacional, levantamos las banderas de la convivencia democrática, levantamos las banderas de la justicia social, de la solidaridad y de la ayuda fraterna. Y de esa manera tenemos que trabajar para adelante. No va a ser nada fácil, pero no habrá nada imposible para un pueblo absolutamente resuelto que quiere ocupar el lugar que le corresponde… Terminemos el día desconcentrándonos pacíficamente y como corresponde para ir a saborear en la intimidad de nuestras casas una alegría que va a durar por muchos años”.

Así habló esa noche desde el balcón Raúl Alfonsín, el nuevo presidente, ‘Raulito’ como lo llamaban en Chascomús. La espera había terminado y arrancaba una nueva Argentina. Así lo contó GENTE, así sucedió.

Idea y producción: Leo Ibáñez
Edición de video: Mailén Ascui
Guion y voz: Camila Bisceglia
Recopilación de Archivo Grupo Atlántida: Mónica Banyik

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