En el marco del Mundial de Clubes, GENTE se encontró con una historia muy particular en Miami que encarna la pasión sin fronteras. Pablo, un argentino radicado en México, logró lo impensado: transmitirle la fiebre xeneize a sus dos hijos nacidos en tierras aztecas.
"Mi nombre es Pablo, soy argentino, vivo en México hace 23 años. Me casé con una mexicana, con la mamá de Pedro y de Mateo, así que enfermos de Boca y acá estamos", cuenta Pablo, revelando cómo la pasión por el equipo dirigido por Miguel Ángel Russo cruzó fronteras y generaciones.
La influencia de Pablo es tal que incluso su esposa, a pesar de ser "fanática de los Pumas" en México, fue convertida en hincha de Boca "al toque". Pero el verdadero desafío y el logro más grande fue inculcar este amor a sus hijos. Para Pablo, transmitir la pasión por Boca a sus herederos fue "muy fácil". "Por el amor y la pasión, y aparte nos gusta el fútbol", sostiene.

Sus hijos, Pedro y Mateo, confirman la narrativa de su padre. Uno de ellos relata: "Mi papá cuando yo era muy chiquito me ponía camisetas de Boca y así me hice de Boca". El otro agrega: "Siempre fui de Boca, me hizo de Boca. Siempre igual con camisetas todos los días desde chiquito". La pasión se cimentó desde la cuna, haciendo que ser del xeneize fuera su única opción.
A pesar de vivir "a la distancia", y de seguir los partidos desde México, la experiencia cumbre para esta familia xeneize llegó con un viaje a Argentina. "Fuimos a la Bombonera, fuimos a ver Boca San Lorenzo, donde ganó Boca 2 a 1. Fue la primera vez que ellos iban a la Bombonera", relata Pablo.
La experiencia fue, para los chicos, "increíble". "Sí, inolvidable. Siempre la hinchada siempre está. Los jugadores se hacen sentir contra equipos grandes como es San Lorenzo en Argentina", describen con emoción.

Los sueños de los jóvenes no se quedan atrás y están directamente relacionados con su pasión azul y oro. Uno de ellos confiesa tener dos grandes anhelos: "Mi primer sueño es que Cavani me regale su camiseta", dice Mateo, el menor de la familia. Y agrega: "El segundo es que los 35 jugadores de hoy me firmen la camiseta".
La historia de Pablo, Pedro y Mateo es un testimonio vibrante de cómo la pasión por Boca Juniors trasciende fronteras y se hereda, forjando nuevos corazones xeneizes a miles de kilómetros de la Bombonera. "Gracias. Vamos, Boca", concluye Pablo, mostrando el sentir de toda una familia.
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