Adrián Cormillot (47), segundo hijo del reconocido doctor Alberto Cormillot, siguió el mismo camino que su padre, aunque en sus tiempos libres encontró un hobbie poco convencional: coleccionar Pitufos. En su casa de San Isidro -vivienda donde vive junto a su pareja, May Compiano, y su hija Ema-, el doctor ha superado ampliamente las tres cifras de enanitos azules inspirados en la historieta de los años 60.
“En 2019 se incendió mi casa y se quemó toda mi colección de 850 figuras, pero volví a empezar. Ni esa fama de que los Pitufos traen mala suerte me quitó las ganas de seguir juntándolos. No me importa”, relató en diálogo con la revista Hola.
En esa línea, recordó cómo fue la aventura de recuperar todo lo perdido en dos años. "Después del incendio, papá, que es medio acumulador como yo, entendió mi pérdida y organizó una suerte de colecta nacional desde su columna de radio y la gente se prendió. Fue una locura... Me llegaron muñecos de todas partes del país. Y, así como me regalaron un montón, muchos vinieron a hablarme de la maldición de los Pitufos. Siempre pensé y pienso que sólo fue un cortocircuito el que generó el fuego, no una maldición. Laburo mucho para quitarles esa mala fama", resaltó.
"Sé que para muchos siguen siendo símbolo de yeta, con lo cual lo primero que quieren hacer es desprenderse de todos los que tienen en sus casas. En los años 80, incluso se pensaba que los Pitufos cobraban vida y hacían cosas raras. Es más, ahora que lo pienso, estoy seguro de que los primeros doce Pitufos que tuve cuando era chico me los tiró mi mamá a la basura. Ella era muy supersticiosa", contó sobre su descreimiento ante la teoría de que traen "mala suerte".
Consultado sobre el origen de su inusual colección, Cormillot aseguró que "todo empezó hace casi diez años, cuando mis hijas -las mellizas Abril y Zoe (21)-, que en aquel momento tenían 12, habían logrado juntar veinticinco Pitufos que les había regalado su abuelo. Luego, unos amigos míos les dieron setenta figuras más que ellos tenían guardadas. Las chicas eran grandes y ya no les daban mucha bola; entonces, dije: 'Esto lo sigo yo' y empecé en serio a armar una colección".
"Me gustan como objeto pop y además son relativamente baratos. En su momento, cada vez que cobraba me daba el gusto de comprar en el exterior, por internet, una tanda de seis, por ejemplo; invertía más o menos diez mil pesos, a plata de hoy", detalló.
En cuanto al lugar de su hogar donde tiene la increíble colección, aclaró: "Antes, cuando tenía los Pitufos en el quincho de mi otra casa, estaban más a la vista y eso generaba que todos los que entraban preguntaran por ellos. Cuando nos mudamos quise ponerlos en el living, porque son muy rock, tienen toda la onda, pero perdí la pelea con mi mujer y terminaron en un cuartito de la terraza. Ahora están como en penitencia. Y ningún invitado sube las escaleras para ir a mirarlos. Una lástima".
"Las mellizas me ayudaron a armar de nuevo mi colección, pero claramente soltaron hace rato el juego con los Pitufos. Con mi hija Ema, de mi segunda administración -en referencia a su segundo matrimonio-, todavía puedo seguir estirando el juego, pero la realidad es que ella está más cerca de Tik Tok que de jugar con los figurines. Yo los sigo guardando, como hice con las historietas de los Pitufos y con los cuadernos para pintar. En ese sentido, soy medio acumulador como mi padre", remarcó.
En cuanto a Emilio -el tercer hijo que tuvo su padre con Estefanía Pasquini hace poco-, Adrián sostuvo que va a heredar todos sus conocimientos sobre los Pitufos. "A mi hermanito le voy a enseñar todo sobre los Pitufos. Pobre Emilio, va a heredar los enanitos de jardín de nuestro papá y mis Pitufos, pero los míos tienen más onda, creo que se va a copar más", comentó divertido.
"Nunca pensé que iba a estar tan contento. Y papá está enamorado de él. Es como si fuera un padre primerizo porque lo vive distinto a lo que fue con nosotros, sus primeros hijos. Hoy tiene toda la tranquilidad y el tiempo del mundo para dedicarle a Emilio. Cuando nos tuvo a mi hermana y a mí era un tipo de treinta y pico de años y estaba construyendo su carrera. Creo que se merecía poder conectarse con la paternidad desde otro lugar, y está con una mujer hermosa como Estefi, que está genuinamente enamorada de él", manifestó sobre la llegada de Emilio a la gran familia ensamblada que tienen los Cormillot.