En Sí, dos mamás, el libro que escribieron para visibilizar la importancia de visibilizar las familias diversas, “después de luchar contra todo tipo de dragones, dos princesas logran unir sus caminos para ser felices”.
Casadas desde hace diez años, Pamela Visciarelli (36) y Mariana Blanco (48) relatan sin filtro cómo fue el camino hacia la maternidad, su historia de amor y la revolución íntima que encarnaron al haber construido una familia gracias al método ROPA, con el que gestaron a Juana (9; la llevó en el vientre Mariana) y a Eva (6; la gestó Pamela). En diálogo con GENTE, comparten su emotiva historia en primera persona.

Amor a primera revolución
“Nos casamos un día después de cumplir un año de novias”, cuenta Pamela. ¿Apuro? No. Urgencia histórica. Era noviembre de 2011, Argentina acababa de consagrar el matrimonio igualitario y ellas no podían esperar: “Fue una lucha hermosa, un derecho adquirido. Nuestro país fue el primero de América Latina y eso nos impulsó a festejar el amor”.
La fiesta, en Plaza Serrano, contó con un brindis entre familias que se conocían por primera vez, con la madre de Pamela, recién salida del hospital, emocionada. "El hospital nos ayudó a organizar parte de la celebración para que ella pudiera asistir. Fue muy emotivo", relatan. Todo era simbólico. Hasta la jueza del civil improvisó un acto inolvidable: “Las declaro unidas en matrimonio”, dijo, y todo fue ovación. “Ese día nos dimos cuenta de que el amor también puede tener forma de ley”.

Acerca del día de la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario (15 de julio de 2010), Pamela rememora: "Por ahí para Mariana, que estaba tan negada porque era de otra generación, fue un día más. Pero para mí cambiaba un montón de cosas: era la ley en la que discutía si podíamos ser familia o no. A partir de ahí todos íbamos a ser un poco más felices, porque no fue para que haga daño a alguien o para que nadie pierda algún derecho".
–¿Cómo vivieron la aceptación familiar? ¿Hubo obstáculos?
Mariana: Esa es la parte que menos me gusta contar. Tenemos diferencia de edad (Marian es doce años mayor que Pame), y eso influyó. Yo viví mi sexualidad de otra forma. En mi trabajo se enteraron de que era lesbiana el día que invité al casamiento. Nunca antes lo había dicho. Siempre inventaba novios, mentía.
En cambio, Pamela fue más libre. Le contó a su mamá y ella se lo facilitó: “Me parece bárbaro... ¿Qué comemos hoy?”. Mi mamá fue más dramática, le preocupaba qué dirían los vecinos. Lo primero que me dijo al enterarse fue 'no me vas a dar nietos', cuando, sí, para mí por entonces también era inexistente la idea. Ella pensaba que el homosexual era alguien recluido que jamás iba a pensar en una familia. Hoy la tengo y es lo mejor que me pasó en la vida.

–Mariana, mencionabas la diferencia de edad con Pame. ¿Eso, con el tema de la visibilidad, lo llevaste distinto?
Mariana: Sí, venía de otra generación y con otra mochila. Mientras ella caminaba de la mano, yo lo hacía dura, como que no me gustaba... Bueno, eran épocas diferentes y mi homosexualidad la viví distinto. Por eso irme de mi casa fue lo mejor que me pasó, porque era libre de hacer lo que quería sin que el otro me juzgue.
–Volviendo al casamiento, ¿hoy, con Juana y Eva, suelen mirar aquellas fotos?
Pamela: ¡Sí! Y siempre decimos que nos vamos a casar de nuevo para que ellas estén en el casamiento y puedan llevar los anillos. Nos gustaría por el tema de reunir a las familias, que nos apoyan un montón. Somos lo único que tenemos y es hermoso cuando nos juntamos todos a compartir. Creemos que si la celebración existiera en un futuro, sería así: con toda la familia, que hoy se agrandó mucho más, porque tienen muchos primos.

¿Maternidad sin panza? También: el cuerpo es político
Pamela y Mariana no gestaron al mismo tiempo, pero sí lo hicieron juntas. Y eso fue posible gracias al método ROPA (Recepción de Óvulos de la Pareja), un procedimiento de fertilización asistida de alta complejidad.
Ellas lo cuentan en detalle: “Una aporta los óvulos, la otra recibe el embrión. Se usó semen de banco y se crearon ocho embriones. A Mariana le transfirieron dos, y uno prendió: Juana”, cuentan.
–Ambas pudieron convertirse en madres con el método ROPA. ¿Cómo fue esa historia?
–Iniciamos los tratamientos de fertilidad cuando ni siquiera existía la ley de reproducción asistida (garantiza el acceso a técnicas de reproducción médicamente asistida para todas las personas mayores de edad, independientemente de su orientación sexual o estado civil), y tampoco había mucha información. El camino fue más largo de lo que pensamos. Imaginábamos: “Queremos ser mamás, vamos al centro de fertilidad, y listo. Pero nos encontramos con muchos desafíos. Hoy, viendo nuestra familia, sentimos que valió la pena cada paso.
Cuando Mariana quedó embarazada de Juana, no imaginaban que años después Pamela sería quien gestaría a Eva. “No sabíamos ni que existía esta posibilidad”, confiesan. Pero gracias a la empatía y el acompañamiento de una médica –Liliana Blanco, que hasta se llama igual que la madre de Mariana– descubrieron que la ciencia también podía estar del lado del deseo.

Las madres que no gestan también existen
Si hubo un fuego que Pamela y Mariana encendieron fue el de visibilizar algo esencial: que no hace falta un embarazo para ser madre. Y que también no es necesario tener panza para dar y recibir amor.
–¿Cómo fue transitar el embarazo sin gestar?
Pamela: Fui madre sin tener panza. Pero el sistema no lo entendía. Me dieron solo tres días de licencia, como si fuera el padre. Les explicaba: “No soy el papá, soy la otra mamá”. No sabían cómo clasificarlo. Incluso el día del parto de Mariana, tomé un taxi y le dije al chofer: “Voy a ser mamá”. Me miró la panza. No tenía. Y le conté todo. Fue una forma de educar también. Hay muchas formas de ser madre. La maternidad no es solo gestar.
–¿Cómo fueron los positivos? ¿Cómo lo vivieron?
–El primero fue caótico. Nosotras nos conocimos jugando al fútbol. Mariana era DT, yo jugadora. Llegamos a jugar juntas en River mientras hacíamos tratamientos.
Entre camisetas, pinchazos y embarazos
Sí, el fútbol también forma parte de su historia. Literalmente, Pamela se inyectaba hormonas en mitad de un partido. “Estábamos jugando por nuestros sueños, en todos los sentidos”, dicen.
El primer test positivo llegó en plena Copa Libertadores femenina. Una jugando y la otra dirigiendo un equipo chileno.

–¿Cómo fue toda esa historia?
Pamela: Cada una viajaba con su equipo. Mariana con San Lorenzo, yo con un equipo chileno. Nos enfrentamos en la Copa Libertadores. Hubo pelea, gol y discusión. Después, ya en casa, nos enteramos que estábamos embarazadas de Juani. Fue una locura. Nos habíamos peleado por un gol y terminamos embarazadas. Reconciliación asegurada.
Un par de años más tarde fue el turno de gestar de Pamela. Lo logró en el primer intento, con uno de los seis embriones congelados de aquel tratamiento inicial. Eva nació en 2018. “De repente, teníamos una beba de dos años y una recién nacida. Todo era caos, pero de esa clase de caos que abrazás”, recuerdan. “Fue transformador. Me cambió la vida”, asegura Pamela.
Mientras tanto, los cuatro embriones restantes siguen congelados y la posibilidad de un tercer hijo está latente. “Siempre soñé con una familia numerosa”, dice Pamela. Y Mariana agrega: “Yo también, pero ya no sé si me da el cuerpo. Igual, si pasa, felices”.

Dos princesas contra dragones, un cuento y un deseo colectivo
El libro infantil Sí, dos mamás nació cuando Juani empezó a ir a la biblioteca. “Casi todos los libros hablaban de mamá y papá. O de un elefante y una elefanta”, cuentan. Así surgió la idea de escribir su propia historia, la de dos princesas, muchos dragones (los prejuicios, las leyes, los no) y una especialista en princesas: su médica, Lili.
–¿Cómo fue traducir su historia en un cuento, además rodeado por ilustraciones de sus propias fotografías familiares en Instagram?
Pamela: A falta de libros, escribimos el propio. Lo publicamos con Bianca Ediciones. Ya va por su tercera edición, fue declarado de interés educativo por el Congreso y se trabaja en jornadas de ESI (Educación Sexual Integral). Cuenta la historia de dos princesas que se enamoran, se ven sólo para jugar al fútbol, luchan contra dragones (prejuicios) y forman una familia. Hay una “especialista en princesas” que las ayuda: es nuestra médica.
El libro fue un éxito. “Lo más hermoso es cuando los compañeros de Juana nos preguntan por los dragones. Ahí sabés que la semilla ya germinó”, comparten.

–¿Cómo lo vivieron en el colegio de las chicas? ¿Cómo fue la recepción?
Pamela: Excelente. Lo leyeron todos los grados. Interpretaron los dragones, imaginaron armas para luchar. Las familias nos mandaban audios emocionados. Fue hermoso. Lo llevamos también a Arrecifes, mi ciudad, donde no siempre fue fácil vivir con libertad. Queremos que en los pueblos también se pueda vivir con orgullo. No tener que migrar para ser feliz. Que haya libros con dos mamás o dos papás en todas las escuelas.
Orgullo es familia: dos madres argentinas y sus hijas
En redes sociales se hacen llamar Dos Madres Argentinas. No es sólo un perfil: es una red de apoyo. “Muchas nos escriben sin saber cómo empezar. Un año después nos mandan la ecografía. Esos mensajes valen oro”, cuentan.
Acompañan a quienes sueñan con formar una familia diversa. Rompieron el molde, pero también lo enseñan a quienes vienen detrás. “No todo fue fácil. Hubo muchos negativos, muchos obstáculos. Pero entendimos que cada no era un paso más hacia el 'sí'. Y así llegamos hasta acá”, afirman.
En el Mes del Orgullo, Pamela y Mariana celebran no sólo lo que lograron, sino el mundo que están ayudando a construir: uno en el que nadie tenga que ocultar a quién ama, cómo forma familia o de qué manera decide ser madre.

–¿Por último, qué mensaje le dejarían a quienes lean esta nota?
Mariana: Entendí que cuando uno tiene un deseo, lo vas a cumplir. Cada día es un pasito más hacia lo que soñás y vas a amar. Se puede. Lo único que hay que hacer es ser feliz durante cada momento que uno transita en la vida.
Pamela: A veces uno ve o escucha mensajes con tanta crueldad en estos tiempos, que resultan difíciles para las familias diversas. El otro día leí un informe que dice que todavía 8 de cada 10 adolescentes piensan en quitarse la vida por ser homosexuales. Así que creo que visibilizar una familia y que nos amamos es fundamental para que se siga sembrando la esperanza. Mucho más en momentos en los que se escucha, por ejemplo, que un vecino prende fuego a tres mujeres por el hecho de ser lesbianas. Esos mensajes a veces asustan pero, como red, nos agarramos la mano y seguimos para adelante.
Fotos: Cande Petech
Retoque fotográfico: Julieta Scavino
Diseño de tapa: Darío Alvarellos
Video: Cande Petech y Ramiro Palais
Mirá También

Dyhzy: "La terapia me salvó la vida y mi familia drag se convirtió en mi lugar en el mundo"


