Una investigación de Oscar Zurriaga, profesor titular del Dpto. de Medicina Preventiva y Salud Pública (UV)
La invasión de Ucrania por parte de Rusia hace que, por desgracia una vez más, tengamos que recordar lo que parece una obviedad: la guerra es mala para la salud. Hay que decirlo, otra vez, alto y claro.
Podemos utilizar para ello las palabras del escritor Héctor Abad Faciolince en “El olvido que seremos”, citando a su padre, el salubrista colombiano Héctor Abad Gómez: “Lo más nocivo para la salud de los humanos, aquí, no era ni el hambre ni las diarreas ni la malaria ni los virus ni las bacterias ni el cáncer ni las enfermedades respiratorias o cardiovasculares. El peor agente nocivo, el que más muertes ocasionaba entre los ciudadanos del país, eran los otros seres humanos”.
Esto es lo que ocasiona la violencia, de la cual la guerra es la representación más cruel y desgraciadamente también, la más refinada.
Es obvio que cualquier conflicto armado se cobra un alto precio en vidas de los propios combatientes. Se estima que solo en el siglo XX las heridas ocasionadas por las guerras causaron 191 millones de muertes, la mitad de ellas en civiles. La Organización Mundial de la Salud estima que, en el año 2000, murieron 310.000 personas como resultado de los conflictos bélicos.
Aparte de éste hay otros efectos sobre la salud de las contiendas. Entre ellos tenemos:
Para colmo todos estos efectos han sido insuficientemente estudiados. Hace unos pocos años, un salubrista iraní, Mohsen Rezaeian, en la carta al editor de la revista “European Journal of Epidemiology” titulada “Wars versus SARS: Are epidemiological studies biased?” (Guerras versus SARS: ¿Están sesgados los estudios epidemiológicos?), citaba que, en función de los artículos indexados en PubMed, para la epidemiología del SARS (síndrome respiratorio agudo grave) existían cerca de 2,5 artículos por muerte, mientras que para la epidemiología de guerras y conflictos armados había solo 0,00005 artículos por muerte sucedida en el siglo XX.
Hace algún tiempo en “La inminencia de la guerra” , con motivo de los prolegómenos de otra batalla, la de Irak, un grupo de profesionales firmamos una carta titulada “Los profesionales de la salud y las consecuencias de una posible guerra en Irak: carta abierta al presidente del gobierno español” para tratar de levantar la voz en contra de aquella situación.Con escaso éxito, como se pudo comprobar muy poco tiempo después. Este vuelve a ser también un momento para levantar nuevamente la voz y tomar conciencia de que guerras hay varias (demasiadas) e, independientemente de que intervengan países “grandes” o “pequeños”, todas llevan aparejado sufrimiento, desesperación, enfermedad y muerte.
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