La pelota dibuja su parábola en el aire, de un botín al otro, en un juego que los 13 jóvenes rescatados no pudieron practicar en sus 18 días de encierro: el fútbol, claro, la pasión que los une y los llevó a formar el equipo Jabalíes Salvajes.
Un mes atrás no hubieran imaginado que estarían divirtiéndose ante decenas de cámaras, en una rueda improvisada y con un balón en los pies. Pero ahora son celebridades, buscadas por los periodistas y en la mira de los productores cinematográficos de Hollywood. El miércoles 18 de julio, por fin, recibieron el alta del hospital de Chiang Rai, al norte de Tailandia.
Los “chicos del milagro”, atrapados en la caverna Tham Luang desde el 23 de junio (y sin contacto con otro ser humano hasta diez días después), sonríen y cuentan sus experiencias. Están sanos, terminando de tomar antibióticos (para curar infecciones en la zona ocular y en los pulmones) y agradecidos por tanto afecto. Ya recuperaron casi la totalidad de los cinco kilos que, en promedio, perdieron durante la odisea.
Contaron, entre otras cosas, que la idea era pasar una hora dentro de la caverna, pero que las fuertes lluvias los empujaron hacia adentro. Que no les habían contado a sus padres que irían a la cueva: todos pensaron que estaban jugando al fútbol, tal como les habían dicho.
Con la caverna inundada, terminaron arrinconados sobre una isla de barro, único refugio que podía contenerlos. Y bebieron el agua que se filtraba entre las estalactitas del techo, sin comida ni abrigo, tratando de ahorrar la mayor energía posible.
“Pensábamos en nuestros platos preferidos para creer que estábamos satisfechos”, reconocieron los chicos. “A medida que pasaban las horas era mejor pensar en otra cosa...”. Cuando al décimo día asomaron dos buzos con linternas, “creímos que se trataba de un milagro. Ya casi sin fuerzas, apenas les pude contestar”, admitió Adun Sam-On, el muchacho de 14 años que primero divisó a los rescatistas.
Rodeados por sus familiares y amigos, recibieron decenas de regalos, recordaron con mucha emoción al valiente Saman Kunan (rescatista tailandés de 38 años, fallecido en la misión) y varios expresaron su deseo de convertirse en militares, como los que intervinieron en la operación.
Otros, por su parte, sueñan con ser futbolistas. Lo más importante es que el gesto alegre que los caracteriza volvió a asomar con fuerza, después de una peligrosa aventura que seguramente nunca olvidarán.
Por Eduardo Bejuk. Fotos: AFP.
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