La austeridad de Jorge Mario Bergoglio hizo historia en la Iglesia Católica. No sólo prefería usar una simple sotana blanca: también conservaba los viejos zapatos que, como buen jesuita, prefería mandar a arreglar en lugar de encargar un par nuevo.
Ni hablar del contraste con Benedicto XVI, su antecesor, quien fue célebre por sus mocasines colorados que lo llevaron a ser elegido por la revista Esquire como una de las personalidades que mejor complementaba accesorios.
En la habitación 201 de su residencia de Santa Marta, adyacente a la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco (1936-2025) tenía todo lo que necesitaba. Una cama individual, un perchero, una silla, un baño con ducha y una ventana por donde entra la luz de Roma.

Su escritorio estaba justo al lado, con libros en italiano, alemán y francés, una mesa de madera, una cruz sin ornamentos y un sillón rígido (obligado por la ciática). Sus únicos lujos: una escultura de San José, otra de la Virgen de Luján, su mate y discos de Gardel y Beethoven. También contaba con una pequeña heladera.

Con la decisión de convivir con otros curas y en comunidad y no con los lujos con los que lo esperaba el departamento pontificio, Bergoglio rompió con la tradición de 110 años de afincarse en el Palacio Apostólico romano, la residencia oficial papal, repleta de mármoles, frescos de Miguel Ángel y oro.

Eligió el único apartamento dentro del complejo de 129 suites que verdaderamente es una simple "habitación de huéspedes". Ubicada en el segundo de los cinco pisos, fue construida por el difunto Papa Juan Pablo II para brindar comodidad a los cardenales durante el cónclave.

"Que un Papa haga vida normal ya es un hecho extraordinario”, repetía Monseñor Guillermo Karcher, su mano derecha. Bergoglio quería estar cerca de la gente. Él mismo solía explicar que sin gente no podía vivir y que necesitaba vivir su vida junto a los demás.

Las costumbres del Papa Francisco en sus aposentos de Casa Santa Marta
Su austera habitación era el lugar donde dormía y amanecía a las 4.45AM cada día. Allí mismo, en sus aposentos, los mismos en que falleció el 21 de abril pasado a los 88 años, era adonde regresaba cada tarde a eso de las 15 horas. En esa hora sagrada para él, solía tomar mates amargos y cebados con un termo que le había regalado un sacerdote argentino.

Entre mate y mate, siempre al lado de la escultura de la Virgen, abría y leía las infinitas cartas que recibía y respondía correspondencia. Por las noches, cuando marcaban las 21.30 regresaba a su cuarto para leer. Solía revisitar La Divina Comedia (de Dante Alighieri, uno de los más citados por él) o recurrir a alguno de sus adorados libros de Jorge Luis Borges, uno de sus autores favoritos y de quien fue amigo.

Su pasión por la literatura estaba relacionada con sus estudios. Además de haber cursado química, era profesor de literatura y psicología, licenciado en teología y filosofía y hablaba varios idiomas. Mientras leía podía escuchar a Mozart o Beethoven. Pero era a las 23 cuando se disponía a descansar. Según relataron desde el Vaticano a los enviados de revista GENTE, el Papa apagaba la luz después de observar su crucifijo y solía dormirse rezando.

La historia de Santa Marta, la residencia en la que eligió vivir el Papa
En un rincón discreto del Vaticano, se levanta la Domus Sanctae Marthae, mejor conocida como la Casa de Santa Marta. No tiene frescos de Miguel Ángel ni balcones imperiales. Santa Marta es un ex hospicio nacido del cólera, mandado a construir en 1881 por León XIII para alojar enfermos cuando Roma colapsaba.

Durante la Segunda Guerra, sirvió de refugio para judíos perseguidos y diplomáticos exiliados. Pero fue Juan Pablo II quien la transformó en lo que es hoy: un hotel para cardenales que también funciona como lugar de tránsito para distintas figuras del clero. Allí es donde se celebrará el próximo cónclave, que tendrá lugar en mayo.

Todas las fotos de la intimidad del Papa en Santa Marta
Francisco ofrecía a diario misa en la moderna Capilla de Santa Marta, conectada con el edificio, que se destaca por su techo irregular y casi futurista. Fue en este santo recinto, en el que cuando daba misa se sentaba en los bancos como uno más, donde se ofició el velatorio privado a cajón abierto.

A continuación, las imágenes que dan cuenta de la rutina diaria del Papa en Santa Marta y GENTE registró en dos memorables visitas en las que el 266º Papa de la historia tuvo la deferencia de recibirnos.












Fotos: Diego García, Fabián Uset y Archivo Grupo Atlántida
Archivo y tratamiento de imagen: Gustavo Ramírez