Flor Peña: "Entendí que para vivir en paz hay que elegir bien las batallas a librar" – GENTE Online
 

Flor Peña: de la marca de nacimiento que la convirtió en “una mente abierta”, al costo que sufrió por decir lo que pensaba  

“La gran paradoja de mi vida es que nací con los frontales abiertos y con un quiste en el medio”, retoma la actriz sobre la intervención que debieron hacerle en su primer mes de vida y que le dejó (algo más que) su clásica cicatriz. Sabe que le han pegado por todo: por estar en contra de los tabúes y hasta por su posición política. Sin arrepentirse de nada, dispara: “Hoy elijo bien las batallas”.
Íntimos
Íntimos

Antes de sucumbir a una gripe, todo. Flor Peña (49), que brilla al interpretar a Donna, el personaje que Meryl Streep llevó a la pantalla grande, lo da todo en las funciones de Mamma Mia (Teatro Coliseo). A pesar de estar extenuada, su profesionalismo no le permite detener ninguna toma ni bajar la luz que le da de frente, incluso cuando le da alergia y corren los papeles tissue en el set de esta producción.

Puede que no conozca la seriedad, asegura su equipo, que estalla en carcajadas cuando la actriz, vestida en total black, con corbata incluida y sin mostrar un centímetro de su piel, lance sarcástica: “Hola, soy Violeta Urtizberea”.

Su capacidad para interpretar lo que esté pasando, aunque hable de experiencias de primera persona, siempre sorprende. Como cuando recordamos la “polémica” tapa de GENTE en la que instaló la (por entonces muy amplificada) palabra poliamor. “Me encanta cuando a partir de cosas que me pueden suceder, se genera algún debate o la posibilidad de repensar algo”, reflexiona.

Flor Peña es la protagonista de la portada semanal de Revista GENTE

Aunque últimamente haya entendido que no puede librar todas las batallas, y que hay que elegirlas muy bien, Peña hablará sobre la “deshumanización reinante” y la falta de empatía. Pero también del sexo que la tiene "más calma", su profunda espiritualidad, su creencia en la reencarnación y todos los recursos con los que a veces oficia “casi como una coach” entre sus amigos y familia.

–Si tuvieras que empezar a escribir tu biografía y necesitamos un hook ganchero en el primer capítulo, ¿a qué episodio de tu vida vamos?

–¡Uy! ¡Qué difícil! El primero. El de mi nacimiento. Mirá, yo nací literalmente con la frente abierta. ¿Cómo fue? Tenía los dos frontales separados y cuando me reía me salía líquido. Mi mamá, que es instrumentadora, se dio cuenta de que algo pasaba. Estamos hablando de cincuenta años atrás. Entonces, después de mucho insistir, me hicieron un estudio y ahí lo descubrieron. Me tuvieron que operar al mes de vida. Si no lo hacían me podía agarrar una infección. Es decir… la gran paradoja de mi vida es que nací con la frente… y la mente abiertas.

–¿Y hubo algún detalle particular en el parto? ¿Cómo fue tu llegada al mundo?

–Cuando me estaba por tener, a mí mamá le agarró preeclampsia (patología que surge en el embarazo caracterizada, principalmente, por una hipertensión arterial) y no me podía tener. Entonces yo pujé 24 horas. Como se le complicó, me tuvo por cesárea. Y esa es otra de las cosas que me definen. Soy una mina muy pujante. Esas dos cosas que te cuento marcaron de una manera muy categórica lo que vino después.

–¿Te traumó un poco cuando te contó todas esas dificultades?

–Me contó que había sido difícil el parto, pero también me dijo que ella sintió que esas cosas me habían definido. Obvio que en ese momento no era la que soy hoy, pero quedaba claro que tenían que ver con mi personalidad. Es algo que después de muchos años nos divierte, pero en su momento sí fue traumático.

“Me encanta divertirme a la hora de laburar pero soy muy exigente. Primero conmigo. Las cosas tienen que salir bien y hay que ponerle garra. Y si no está sucediendo, un poco me enoja. Pero después soy una mina normal, con mis cosas”, asegura Florencia.

–Y hablando de tus partos, ¿hubo alguno más complejo?

–El más complejo fue el primero (el de Toto), no porque yo tuviera al parto natural como principio filosófico. Llegando al final del embarazo, vimos que tenía poco aire, así que hubo que ir de urgencia a una cesárea. Con Juan salió todo bien pero también fue una cesárea. Felipe fue el único que estuvo dos días en neo y fue terrible.

Cuando me despierto, Rama, que era padre primerizo, estaba re traumado, contándome que se lo habían llevado. Fue doloroso, porque le faltaban madurar los pulmones. Ahí entendí el mundo de la neonatología y cómo sufren los padres, sin saber cuánto tiempo estarán. Pero Felipe ahora es un chico re contra mil sano y hermoso.

–¿Y te recordás miedosa o en perfo de humor?

–Nunca fui miedosa. Siempre fui esta loca que soy. Obviamente no soy la misma mamá de los 28 años con Toto que cuando tuve a Felipe a los 43. Obviamente que se vive la maternidad de un lugar muy distinto, pero siempre fui muy libre. Nunca pensé que podía pasar algo.

–Haciendo un salto a la historia de Mamma Mía, en tu familia, ¿hubo algún secreto por el estilo que tuviste que descubrir por tus medios?

–En mi caso no fue tan así porque mi mamá no tenía una familia numerosa. Ella sólo tuvo una hermana y se le murió muy joven, pero sí tuvo muchos tíos abuelos. Venía de un padre con once hermanos y una mamá con otras siete, así que en su caso siempre hubo secretos y cuestiones. Mis abuelos se murieron jóvenes también, así que siempre fuimos una familia bastante chiquita. Siempre fuimos mi mamá, mi papá (fallecido en 2020 tras un cáncer terminal) y mi hermana Belén, que es otra Flor, así de divertida como soy yo (se ríe). De ahí es que creo que ambas quisimos agrandar la familia con nuestros hijos (tiene dos sobrinos).

“Voy a volver a producir y haremos Pretty Woman”, detalla Flor, quien planea cuando pase mitad de año sentarse a trabajar para estrenar “seguramente el segundo trimestre del año que viene”.

Su vida “en comunidad” y como "familia disfuncional": sus ritos y sus pocas convenciones, puertas adentro  

Asegura que algo que se sabe muy poco de ella es que al habitar una casa muy grande en Palermo, “soy una mina que vivo casi comunidad”. Casi como si fuera un petit hotel, la vivienda familiar se transforma en el refugio de los amigos de sus hijos “y las chicas que laburan en casa, que muchas veces se quedan a dormir”.

Todo el tiempo te encontrás con gente que entra y sale de las habitaciones. Bajás y somos un millón”, dice orgullosa. Además, suma, la familia que siente que empezó a construir ella sería imposible sin su familia elegida: “Mis amigos, que son mis hermanos”. A quienes, como dirá más adelante, no duda en “coachear” o aconsejar.

En medio de las rutinas complejas y de que “cada uno hace lo que quiere, puede comer en cualquier horario o hacer lo que se le plazca”, la obra que protagoniza también es una suerte de fogón. “Los chicos vinieron muchas veces a verla y este momento lo comparto bastante más con Feli. Y Juan es muy gracioso porque trae a sus amigos, maestras, profesores”, cuenta.

–¡¿Sigue queriendo llevar a sus profesores para que le pongan buenas notas?!

–Sí, lo sigue haciendo (Risas). Está re loco y me encanta.

–Y decime, ¿qué encontrás de vos en él?

–Todo y recargado y potenciado con la cabeza de los jóvenes de hoy. A mí ser la que soy hoy me costó más caídas y palos en las ruedas. No te digo que la tiene más servida, porque todos peleamos por ser quienes queremos ser, pero el tiene una educación… No lo digo porque mis viejos me hayan criado mal, pero vienen de una generación con más miedos y más estructuras que derribar.

En su casa, que considera una verdadera comunidad, se juntan “los nuestros, los tuyos, los míos”. Así se refiere Flor a Mariano, su mujer y sus hijos. A la hora de definirse como familia, explica: “Somos fáciles, cero enroscados”.

–Y como la madre disruptiva que sos, ¿cómo te reconocés?

–Siempre fui en contra de los mandatos y las estructuras, tanto mentales como familiares. Yo no crío a mis hijos de forma estándar. Cada uno necesita una Florencia distinta y que los refuerce en algún lugar.

–En algún momento dijiste que no les daba cringe nada, pero no puede ser, aunque seas re abierta…

–Sí, más que criticarme se me ríen. Se ríen mucho conmigo y se ríen de mí. Pero artísticamente ellos no se meten jamás. En nuestra casa siempre respetamos las individualidades. Y eso es fundamental. Tengo que agradecerles mucho a mis hijos que han estado a la altura de ser mis hijos. Jamás me hicieron un planteo de por qué soy así, o por qué digo esto, por qué me visto así. Yo soy una mejor mamá porque los tengo a ellos, porque me han bancado siempre, y en todas.

–¿Y les decís todo lo que pensás?

–Les digo lo que pienso pero jamás les reclamo nada o les digo cómo deberían haber hecho las cosas. Hablo desde mi experiencia, que puede que no sea la suya, y pueden tomarlo o dejarlo.

"La verdad que el sexo dejó de tener el lugar que tenía antes. Para mí era todo o una parte fundamental", confía la actriz, quien cumplió 11 años en pareja con Ramiro Ponce de León, padre de Felipe.

La introspección, su don de aconsejar y la espiritualidad: De cuando pierde la paciencia a la conexión con su padre

–¿En serio tenés el don de coach o consejera de todos, incluso de tus amigos?

–Sí, soy un poco consejera, supongo que porque soy una persona que me analizado mucho y está en contacto con sus necesidades personales y con quien quiero ser. Y si hay algo que tengo que modificar, si algún hábito que no está bueno, sé que tengo que cambiarlo. Paso mucho tiempo observándome y también tengo muchas herramientas para ayudar a otros.  

–¿Con qué versión tuya, de Florencia, no estás tan de acuerdo de tanto auto observarte?

 –Bueno, con la Florencia que labura todo el día y que por ahí tiene poco tiempo para sí misma. Yo tengo un tema con la paciencia, yo quiero que todo sea ya. Y a veces cuando algo se me pone en la cabeza, hago todo para que suceda, pero si no se da en los tiempos a veces me frustro.

–¿Y cuáles son tus momentos de introspección entre tanto trabajo y una casa repleta?

–A mí me gusta mucho manejar y es el momento para mí, en el que pienso muchas cosas y freno un poco la pelota. Eso sí, si me agarra un embotellamiento puedo perder la paciencia. Los chicos cuando pasa eso me intervienen. En medio del conglomerado de autos se ponen a pedir que respire. Es muy gracioso el sketch que hacemos y te puedo asegurar que me pasa muy seguido.

–¿Sería una buena idea hacer un reality familiar?

–En algún momento lo vamos a hacer porque somos una familia muy disfuncional. Primero porque tengo tres generaciones de hijos, después porque no sabés lo que son las chicas que laburan en casa, son espectaculares. Yo creo que ellas son mis jefas.

–¿Porque tienen personalidad o porque simplemente te dan órdenes y te viven retando?

–¿Qué persona que podría trabajar conmigo sin personalidad? Y sí, me cagan a pedos. Me hago un café y enseguida me lo olvido. “¿Dónde tenés la cabeza?”, me dicen. Soy muy desordenada, pero encuentro todo en mi caos.

Además de hacer terapia tradicional, la protagonista de Mamma Mía se inclina por un mix de recursos que le permiten conocerse más: de reiki a constelaciones y registros akáshicos.

–Recién decías que sos un poco el sostén de todos. ¿Quién te escucha a vos?

–Hoy mi gran sostén es mi marido. Nosotros somos muy charlatanes entre nosotros, nos contamos todo y nos busamos para pedirnos consejos. También tengo a mis amigos del alma, Leo (Bosio; actúa con ella en Mamma Mía) y Noralih (Gago), dos hermanos de la vida desde hace 25 años, que son re contra profundos y también se dedican al arte como yo. Yo me ocupo mucho de escuchar a quienes me aman y quiero saber qué tienen para decirme. Por lo general, disfruto de tener charlas sobre la vida y la existencia.  

–¿Seguís haciendo terapia o no?

–Sí, yo hago de muchas maneras terapia. Ahora se me ha dado la terapia tradicional. Durante mucho tiempo hice freudiana, lacaniana, después empecé a hacer terapias más cognitivistas.  También hice constelaciones. Yo hago de todo. Tuve una época muy espiritual, donde buscaba encontrar respuestas en lo no tangible.

–La palabra metafísica también la tenés bastante incorporada, incluso hasta la usaste para referirte a la relación con tu pareja.

–Sí, porque creo que la vida no es sólo lo que tocamos y lo que vemos, lo concreto. Y nosotros somos un cuerpo y un alma. Me encanta pero te mentiría si te dijera que medito todos los días: es algo que me inquiera y me cuesta mucho calmar mi mente. Pero sí leo mucho y hago reiki. Mi mamá es maestra de reiki, entonces tengo una manera muy metafísica de ver la vida.

–Has contado de tu conexión con tu viejo…

–También hago mis registros akáshicos, que es abrir los registros con mis guías espirituales. Y sí, también hago un par de sesiones al año con guías que me conectan con mi viejo, que está en otro plano. Porque no creo en la muerte, creo en la reencarnación.

–¿Y qué te hizo aprender ese descubrimiento?

–Como pienso que cuando nos morimos nos vamos a otro plano, entiendo que estamos acá para aprender a ser mejores personas, entonces me ocupo de fortalecerme, de ser buena gente, intento tender puentes y pienso colectivamente. No me quiero cerrar sola.

"Para mis hijos es de lo más natural tener conciencia social. Y no tiene que ver con ser peronista o de tal partido: pasa que si alguien está sufriendo o lo está pasando mal, te necesita" (Flor Peña)

“Hay que elegir las batallas a librar”: de pensamientos políticos, aprendizajes y descargos

–¿Creés que estamos en un momento más del “sálvese quien pueda”?

–Sí. Y me entristece mucho, sin importar los colores políticos. Pasa porque hay mucha gente que está necesitando que nos ocupemos y seamos empáticos desde hace mucho tiempo. Por eso te diría que debería haber un Estado presente para quienes no nacieron con las mismas oportunidades y se tienen que hacer muy de abajo. No me refiero a hacer una cloaca. A parar y dar comida ahí donde no hay.

Y yo les inculco a mis hijos que tengan conciencia social, que es algo natural para ellos, porque realmente creo que así tiene que ser la vida. Y no tiene que ver con ser peronista o de tal partido: pasa que si alguien está sufriendo o lo está pasando mal, te necesita. En casa es siempre “cómo podemos ayudar”. Yo amo que mis hijos tengan esa conciencia.

–¿Sentís que pagaste caros algunos momentos al defender tus ideas públicamente?

–Sí, lo sufrí mucho. Pero no me arrepiento de nada. Me encanta ser la que soy y me agradezco haber sido honesta con mis miradas sobre la vida y sobre la política. También analizándolo creo que costó porque lo hice en un momento en el que nadie lo hacía. Y sí, fui pionera en bajar línea sobre determinadas cosas que aún me siguen cobrando.

Pero la gente en la calle me quiere, me banca, me dice y escribe cosas lindas. Y después están los haters, a los que no le doy bola ni les doy crédito. También siento que fui aprendiendo qué responder y a ser muy respetuosa de quien piensa distinto a mí, porque jamás haría lo que me hicieron a mí. Mi equipo chico está en las antípodas de lo que pienso y la verdad que lo pasamos bomba y nos gustan las disidencias.

–¿Y a las mentiras, oídos sordos?  

–No puedo opinar de todo lo que se diga de mis pensamientos pero sí me ocupo de aclarar cuando mienten sobre mí y me hacen operaciones. Si mienten y dicen que me produjeron películas, sí me ocupo de desmentirlo. Hay un montón de periodistas que me odian por mi ideología y han sido completamente misóginos.

Me trataron de “la prostituta del presidente” y me dijeron un montón de cosas horribles solamente por pensar distinto. A pesar de todo nunca me han bajado y me han hecho mejor mujer. Entonces yo prefiero ocuparme del amor. Porque a los jubilados no le van a aumentar por lo que yo diga o deje de decir. Y ya ni tengo ninguna intención de librar todas las batallas. Si me preguntás qué quiero es vivir mi vida en paz.   

"Lo del poliamor ya no me representa. No es lo que siento hoy ni creo que ea lo que vaya a sentir dentro de un tiempo", dispara al responder sobre sus disruptiva confesión con GENTE en 2019.

Menos sexo, más sensatez y sentimientos

En 2019, la reina del musical local y exprotagonista de las icónicas Son de diez, Poné a Francella y Casados con hijos, apareció en todos los portales tras una tapa de GENTE. “Flor Peña volvió a marcar agenda en el debate sobre la sexualidad”, decían por entonces. La palabra poliamorosa aparecía en informes de Telenoche y también se hablaba en la calle. “La verdad se me ocurrió esta palabra para contar sobre algo que me estaba dando resultados en ese momento, pero sí, después se convirtió en una palabra muy famosa esa. Pero mi intención nunca fue educar ni decirle a la gente cómo tiene que vivir la vida”, rememora.

–¿El poliamor entonces no te representó más que en ese momento?

–Claro. No es lo que siento hoy ni creo que sea lo que vaya a sentir dentro de un tiempo. De los lugares en los que ya no tengo ganas de estar, me voy. En ese momento, en el que se estaban interpretando algunas cuestiones de nuestra intimidad, decidí salir a contarlo. Pero no es algo que cuando me preguntan yo siento orgullo de hablar de eso. Hoy ya no es más esa. Ya me calmé.

–¿En qué sentido?

–Y hace once años que estoy con Rama. Fuimos pasando por distintos momentos. Pensá que durante cinco años vivimos “separados” (N.d.R. Ponce de León en Salta, donde tenía su estudio de abogacía, y Flor en BsAs). Entonces era otra necesidad la de experimentar y nos pasaban otras cosas. Y ahora tenemos otras necesidades y vivimos juntos. Desde la pandemia que él empezó a laburar más remotamente, tiene socios en todo el país y viaja, pero vuelve.

“Nunca me sentí distinta. Vivo la vida como alguien que naturalmente se dedica a esto”, sostiene Flor. Agradecida de los privilegios con los que vive, se considera una persona empática y atenta a ayudar a quienes más lo necesitan.

–Decías que estabas más calma, ¿tu líbido dejó de estar en lo sexual?

–Ya casi tengo cincuenta y no estoy para los trotes del sexo (Risas). La verdad que el sexo dejó de tener el lugar que tenía antes. Para mí era todo o una parte fundamental. Ahora es importante, no digo que no, pero compartimos cosas hermosas como compañeros de vida y de ruta.   

–Cuando ves imágenes tuyas de chica, ya trabajando, ¿qué decís de esa versión tuya?

–Que trabajé toda mi vida. Y me encanta, porque no era un trabajo solamente para mí; era mi hobby y mi manera de expresarme. Fui muy feliz de niña haciendo lo que hacía, y volvería a hacerlo.

–¿Jamás sentiste que perdiste infancia?

–No me importaba nada. Yo quería salir corriendo de la escuela para ir a actuar. No había nada que me diera más felicidad que eso.

–¿Creés que cumpliste los sueños que tenías?

–Mi éxito es tener la vida que elegí y me agradezco mucho la determinación. Estoy en el lugar que quiero estar y tengo la familia que soñé. No podría ser la actriz que soy sin ellos, que me llenan de alegría. Y si hablamos de sueños… prefiero decir que les puse acción. Y después apareció otro deseo y otro más. Y así.

Fotos: Chris Beliera

Arte de tapa y retoque: Gustavo Ramírez y Darío Alvarellos

Video: Rocío Bustos

Styling: Maggie Mellas

Make up y pelo: Nano Maldonado

Agradecemos a Camila Romano, Verónica de la Canal,

Carmen Ceretti, L’Academie, Tosone,

Fahoma, Carla Di Sí y medias Mora.

Más información en Gente

 

Más Revista Gente

 

Vínculo copiado al portapapeles.

3/9

Lorem ipsum dolor sit amet, consectetur adipisicing elit.

Ant Sig