Harvey Weinstein (66) ya había estado allí, en esa misma estación de Policía del Lower Manhattan neoyorquino. Tres años atrás, la modelo Ambra Battilana Gutiérrez lo había denunciado por abuso y hasta accedió a portar un micrófono durante un nuevo encuentro con el magnate de Hollywood, para darle más fuerza a su testimonio. Así lo hizo, y el productor quedó en flagrante evidencia.
Pero el hombre –poderoso, rico e influyente– parecía inexpugnable. Y en unos pocos días, los cargos fueron desestimados, dejando a Battilana como una mera oportunista, cuando quedaba claro que había sido una más entre las decenas de mujeres atacadas por el mandamás de la industria cinematográfica. Sin embargo, el año pasado una investigación periodística del diario The New York Times y la revista The New Yorker lo puso en jaque. El “mate” que decidirá la partida de su vida está al caer.
El viernes 25 de mayo, Weinstein volvió a pisar la comisaría, pero esta vez salió esposado, acusado de violación, libre bajo una fianza de un millón de dólares e impedido de abandonar el país. Las pruebas se amontonan. El juicio se acerca. Los valientes testimonios se multiplican. Y la sardónica sonrisa de Weinstein empieza a borrarse poco a poco, ensombrecida en su propia desesperación.
EL PESO DE LA LEY. La fiscal Joan Illuzzi (republicana, 56 años, catequista) le leyó los cargos poco después de que ingresara a la Corte a las 9:25 de la mañana: violación en uno de los casos y “acto sexual criminal” en el otro. Weinstein se declaró inocente en ambos. En cuanto al primero, aún no trascendió el nombre de la víctima; y en el segundo, se refiere a un encuentro con Lucía Evans, actriz retirada de 34 años, quien contó que el empresario la conoció en un boliche en Nueva York, en 2004. El productor concertó una cita de trabajo con ella, pero cuando la mujer entró en la oficina, la obligó a practicarle sexo oral. El testimonio de Evans es uno de los tantos que ya habían sido publicados en la investigación periodística, y que dieron vida al movimiento MeToo (Yo También).
Desde entonces, las mujeres de todo el mundo comenzaron a animarse y así desenmascararon a acosadores, no sólo en el ámbito de Hollywood. Al caso Weinstein se suman las denuncias contra Bill Cosby (ya encontrado culpable), Kevin Spacey, los hermanos Ben y Casey Affleck y, recientemente, el galardonado Morgan Freeman, entre otros famosos.
Pero en lo que corresponde al magnate, la cantidad de mujeres que lo acusaron en los medios es impresionante: se estima que los casos superan los 80. ¿Se plegarán ahora a la denuncia judicial? Entre las damnificadas hay estrellas de la talla de Angelina Jolie, Gwyneth Paltrow, Salma Hayek, Uma Thurman, Rosanna Arquette, Ashley Judd, Julianna Margulies, además de decenas de mujeres desconocidas para el gran público.
Weinstein –al que Meryl Streep llegó a llamar “Dios” al momento de recibir un premio– era hasta hace poco la figura más temida de Hollywood. Neoyorquino de Queens, él y su hermano Bob fundaron casi de la nada una compañía que marcaría el paso del cine estadounidense: Miramax. Y no tardaron en arrimarse al éxito, captando talentos que el circuito oficial pasaba por alto. En 1989 dieron el primer golpe con Sexo, mentiras y video, que catapultó a la fama a Steven Soderbergh. En 1994 estrenarían Pulp Fiction (gran hit de Quentin Tarantino) y arrasarían con los Oscar en 1999 con Shakespeare in love (siete estatuillas, nada menos). Desde entonces, Miramax se consolidó como una fuerza irrefrenable.
En 2012, por caso, la revista Time colocó a Weinstein en el ranking de las 100 personas más influyentes del mundo. Y él no tuvo reparos en abusar, violar y amenazar a toda joven actriz con aspiraciones de fama. Tampoco le temblaba el pulso si debía erogar cuantiosas sumas para acallar cualquier reclamo que surgiera.
“Weinstein me violó aquí, en Cannes, en 1997. Este Festival era su terreno de caza. Incluso esta noche, sentados entre nosotros, hay quienes deben rendir cuentas por su conducta hacia las mujeres”, declaró la actriz y directora italiana Asia Argento, una de las primeras voces que se alzaron sin medias tintas.
Lo hizo durante la reciente ceremonia del Festival de Cannes, nada menos, y recibió una ovación. “Te tenemos, Harvey”, celebró Rose McGowan, la actriz que narró en un libro cómo Weinstein la violó en una suite de hotel, en el festival Sundance de 1997. Ella se animó a denunciarlo en su momento, “pero me dijeron que no había pruebas... Y les contesté que la prueba era yo”. A McGowan le cancelaron su programa y dejaron de contratarla. Así de contundente era la mano negra de Harvey, el prepotente que hoy, solo y en bancarrota, enfrenta un futuro tras las rejas.
Por Eduardo Bejuk. Fotos: Télam y archivo Atlántida.
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