El pasado 22 de junio, en una majestuosa iglesia del norte de Portugal, Diogo Jota vivió uno de los días más felices de su vida sin imaginar que en menos de dos semanas su vida acabaría. Es que aquel día, el delantero del Liverpool FC, quien falleció este jueves en un fatal accidente de tránsito, se casó con Rute Cardoso, su compañera de toda la vida y madre de sus tres hijos.
En esa ceremonia íntima y cargada de emoción, Diogo y Rute estuvieron rodeados de su círculo más íntimo y bajo una lluvia de pétalos, risas y lágrimas se juraron amor eterno.
Jota y Rute llevaban más de una década juntos. Se habían conocido en su adolescencia, en su ciudad natal de Massarelos, en Oporto, y desde entonces habían llevado adelante una historia de amor sólida, discreta y familiar.
La pareja había atravesado de la mano cada paso de la carrera futbolística de Diogo: desde su irrupción en el Paços de Ferreira hasta su consagración internacional en el Liverpool FC.
En medio de esa trayectoria, llegaron sus tres hijos —Dinis, Duarte y la pequeña Leonor—, quienes también fueron protagonistas del casamiento de sus padres, vestidos de gala, acompañándolos a ellos en un día que, hasta hace pocas horas, parecía eterno.
La boda tuvo lugar en una iglesia de estilo barroco, imponente y dorada, con una escalinata de mármol y flores blancas decorando cada rincón. La pareja ingresó tomada de la mano bajo el cálido aplauso de los presentes, en su mayoría familiares y amigos cercanos.
Se trató de una ceremonia religiosa tradicional, donde el “sí, quiero” fue pronunciado con la emoción de dos almas que ya llevaban muchos años caminando juntas.
Uno de los momentos más impactantes de la jornada fue, sin dudas, la salida de los recién casados del templo. Mientras sonaban campanas, una lluvia de pétalos blancos y confeti dorado cubrió el aire mientras Jota y Rute salían sonrientes, tomados de la mano. La felicidad en sus rostros era genuina, luminosa, contagiosa.
Los looks nupciales que enamoraron a todos
Rute lució un vestido de corte princesa absolutamente soñado: confeccionado en tul blanco, con detalles bordados en flores en relieve, escote corazón y una larga cola que arrastraba con elegancia por el altar.
Completó el look con una tiara brillante, velo translúcido y un ramo de rosas en tonos nude y rosa pastel. Su cabello, suelto con ondas marcadas, sumó un aire romántico perfecto para la ocasión.
Diogo, por su parte, eligió un traje azul medianoche de corte clásico, con camisa blanca, corbata clara y un boutonnière blanco al tono del ramo de su esposa. Radiante y elegante, el futbolista mostró un costado más cálido y familiar, lejos de los flashes de la Premier League y más cerca del hombre enamorado que siempre quiso compartir su vida con Rute.
Luego de la ceremonia religiosa, la pareja se fotografió en el altar junto a sus hijos, sellando en imágenes una postal que quedó grabada en la memoria de todos los presentes. Fue un instante de armonía y amor que hoy, a la distancia de los hechos trágicos que siguieron, cobra un peso aún más simbólico.
Ese sábado 22 de junio fue, sin saberlo, el último gran festejo de Diogo Jota. Un hombre que lo tuvo todo: talento, humildad, familia y amor verdadero. Las fotos de ese día quedarán como testimonio imborrable de un sueño cumplido, de un amor celebrado y de una vida que, aunque breve, estuvo llena de sentido.
