Casa mínima: el enigma de San Telmo – GENTE Online
 

Casa mínima: el enigma de San Telmo

Casa mínima: el enigma de San Telmo
Sobre Pasaje San Lorenzo, casi llegando a la calle Defensa, se encuentra la casa más angosta de la Ciudad de Buenos Aires. En sus históricos dos metros y medio de frente condensa varios mitos y leyendas que circulan desde el 1800 hasta el día de hoy.
Arquitectura
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"No fue construida como una casa tan angosta" fue una de las primeras aclaraciones que realizó Salmoiraghi Enrique, guía del espacio, al entrar a Casa mínima. Luego detalló: "Este tipo de medidas no existían. La realidad es que esta construcción es una porción de una casa grande. Es un residuo arquitectónico de un caserón que ocupaba casi media manzana".

Esta vivienda, que cuenta parte de la historia de la Ciudad de Buenos Aires, también ha sido motivo de inspiración para varios artistas: “La casa más pequeña de Buenos Aires, yo no voy a decir a decir el número, el que quiera, que la busque”, escribió el poeta Baldomero Fernández Romero en la  Guía caprichosa de Buenos Aires. 

Así luce la entrada de Casa Mínima.

El recorrido por Casa Mínima

Al ingresar, la casa no resulta tan pequeña como uno esperaría. Pasando el pasillo de flores en sus azulejos, se llega el patio y a una pequeña cocina en la que también funcionaba el baño de la propiedad. Actualmente, esa espacio se encuentra vacío.

Luego, subimos por las escaleras de madera hacia la habitación principal. Desde allí, se puede observar el barrio de San Telmo y sentirse "en lo alto", ya que en los alrededores aún hay casas bajas, lo que permite una vista privilegiada. 

Así es por dentro la única habitación.

El único dormitorio, que aún conserva su puerta original, tiene un revestimiento de ladrillos a la vista y un pequeño balcón que da al Pasaje San Lorenzo. Esta habitación cuenta con uno de los revoques más antiguos de la Ciudad de Buenos Aires (es tipo de revoques que se utilizó hasta 1860 en construcciones). Según los arqueólogos que trabajaron el la obra, aseguran que fue realizado con barro batido y bosta de caballo.

Detalles casa mínima
A la izquierda: La puerta original de la casa con un arreglo. A la derecha: uno de los revoques más antigüos de la Ciudad.

Quiénes eran los dueños de lo que ahora es Casa Mínima

La familia Lezica Peña fue la propietaria del terreno ubicado entre el Pasaje San Lorenzo y la calle Defensa. Sus miembros adquirieron este lote en el año 1790. En ese entonces, utilizaron la propiedad como una Barraca y, con el correr de los años, construyeron una mansión para alquilarla a diferentes comerciantes. 

El terreno completo en la actualidad.

Tras la expansión de la fiebre amarilla, los propietarios subdividieron la propiedad y la alquilaron a inmigrantes. Se transformó entonces en lo que comunmente se conoce como un "conventillo". Años más tarde, ese espacio se convirtió en la famosa “Tanguería de Don Emilio”. 

“Esa fue su última función antes de la restauración. También había una pollería y un almacen”, nos confió Enrique, guía del espacio. Cuando la familia propietaria dejó de mantener este negocio, y para evitar intrusos, decidieron demoler casi toda la edificación. Lo único que quedó en pie fue Casa Mínima.

Casa Mínima cuando vivía Silvio Bassi en la década de 1980. Foto: archivo El Zanjón de Granados.

Allí se instaló en la década de 1980 Silvio Bassi, un artista que vendía sus obras en la feria del barrio. El hombre vivió allí durante casi 14 años. En 1994, con la casa en un estado deplorable, decidieron vender el terreno. Ya casi no quedaban rastros de lo que supo ser una de las mansiones más llamativas de San Telmo. Su comprador fue Jorge Eckstein, quien es propietario también de El Zanjón de Granados, el sitio arqueológico más extenso de la Ciudad de Buenos Aires con casi 7 mil metros cuadrados.

La devaluación de San Telmo

Entre 1865 –año en que empezó la epidemia de cólera– y 1871 –cuando la fiebre amarilla arrasó con más de trece mil vidas–, los habitantes de San Telmo, que en la mayoría eran grandes comerciantes, decidieron dejar sus caserones para alejarse del foco de esas enfermedades. En simultáneo, una oleada de inmigrantes llegaba al país… Y ante su necesidad, las familias adineradas vieron el gran negocio de transformar y alquilar sus propiedades. Las condiciones de vida en estos establecimientos era muy precaria. En la propiedad de la que se desprende Casa Mínima llegaron a haber mas de 14 habitaciones con tan solo un baño.

"Esta propiedad era la VIP. Tenía su habitación arriba, un patio, cocina y baño. Todo un lujo para esa época", ilustra con sarcasmo el guía Enrique Salmoiraghi.

El mito del esclavo

Además de su tamaño, esta propiedad es parte de unas de las leyendas más intrigantes del barrio. Durante décadas los vecinos de San Telmo aseguraron que la pequeña construcción fue entregada a un esclavo liberto.

En 1853 se  abolió la esclavitud en Argentina y recién en 1861 en la Ciudad de Buenos Aires. En algunos casos sucedía que las familias que tenían esclavos le otorgaban partes de sus casas para que estuvieran cerca de ellos y siguieran siendo sus "sirvientes". Cuando estos morían, la propiedad volvía a ser del dueño original.

El patio de Casa Mínima visto desde arriba.

Eckstein trabajó junto a arqueólogos e historiadores para llegar a la verdad de este asunto. Lo cierto es que no se encontraron documentos que confirmaran que la familia Lezica Peña le hubiera otorgado legalmente Casa Mínima a un esclavo. De todos modos, esto no significa que allí no hayan vivido los sirvientes de la adinerada familia.

Cómo fueron las refacciones de Casa Mínima

"Cuando Jorge compró esta propiedad ya tenía hacía 10 años el Zajón de Granados. Con toda esa experiencia él trata de aplicar a este sitio histórico los mismos procesos arqueológicos e investigación histórica", relata con pasión Enrique sobre la puesta en valor de Casa Mínima.

El arduo trabajo duró casi 10 años. En el año 2003 se inauguraron lentamente las visitas turísticas. Personas de todo el mundo se acercan a esta propiedad para conocer la historia de esta atípica construcción. "De todos modos, se acercan muchas personas del barrio a visitarla. Toda su vida escucharon el mito de esta casa y quieren conocerla en profundidad", asegura el guía.

La historia de la escalera y el cuadro

Durante gran parte de la reconstrucción de Casa mínima el actual propietario buscó los planos originales para poder recrear la inexistente escalera con total fidelidad, pero no dio con ellos.

Tiempo después, el nuevo propietario, Jorge Eckstein, asistió a una exposición en el Museo de Bellas Artes. Allí se sorprendió al encontrar una pintura de Figari, artista uruguayo, en la cual retrataba un espacio muy similar a Casa Mínima: un patio central y una escalera hacia la habitación.

El dueño tomó de inspiración esa imagen para la restauración y años más tarde cuando encontraron los planos originales pudieron constatar que la reforma que hicieron era muy similar a la primera escalera que hubo.

El bonus track de la salida

Luego de la pequeñez de la famosa casita se puede ingresar a un gran salón, ahora vidriado, donde funcionaban las habitaciones del conventillo. En el patio central se pueden apreciar las baldosas originales y las gruesas paredes revestidas en ladrillo. Este lugar funcionó como el gran pulmón y área de recreación para los inquilinos que vivían hacinados.

El interior de lo que fue el conventillo.

“El arco del patio estaba en muy mal estado, pero para conservarlo se lo inyectó con cemento y se creó una fuente agua alrededor. Más que reconstrucción lo que se hizo fue frenar el deterioro de la propiedad”, explica Enrique sobre uno de los sectores más llamativos del espacio.

El patio del conventillo con sus cerámicas originales.

En este sector recrearon lo que fue la famosa tanguería, de hecho, actualmente hay clases de tango allí. También se pueden apreciar vidrieras con la vajilla recuperada por los arqueólogos durante su restauración. “Mucho de los objetos dan cuenta de que acá vivió gente muy adinerada”, explicó el especialista.

Recreación actual de la tanguería de Don Emilio.

Fotos: Fabián Uset
Video: Manu Adaro

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