Lupe Cabrera, sabrosa cantante de boleros, voz de prestigio en Ipiales y alrededores, crió a sus hijos en el amor: Janet, Johana y los mellizos, Guillermo (el que nació unos segundos antes) y Reinaldo. Lupe cantaba y llenaba la casa de música, febriles ritmos que le recorrían las venas: salsa, merengue, bolero, cumbia, vallenato... Amaba cantar por influencia de su papá, Carlos, el pionero que rasgaba la guitarra en una orquesta de pueblo. Reinaldo, el nieto benjamín, era también el más inquieto. "Una vez que pude gatear, y luego pararme apoyado en la pared, y luego caminar, no me detuvo nadie. Saltaba por la casa como un canguro", cuenta hoy a los 37, alejado de ese Ipiales donde creció, muy cerca de la frontera con Ecuador. Es que Reinaldo Ojeda Cabrera, orgulloso colombiano, hijo del altiplano andino, lleva casi un mes lejos de su patria linda. "Extraño, claro que extraño. Pero el pueblo argentino me ha recibido tan bien que me facilita las cosas. Lo que más extraño, eso sí, es el amor de mi hija (Nicole, de 8 años). Tengo tantas ganas de verla..", suspira. Reinaldo es el mismo que en su debut en Bailando por un sueño emocionó a todos. A pesar de sus capacidades diferentes (no es ningún discapacitado, claro que no), brilló en la pista de ShowMatch, conquistó a la gente y sueña con llegar bien lejos. Aquí, su historia...
–¿Cómo fue tu niñez?
–Muy linda, y de mucho empuje. Mi papá, que también se llamaba Reinaldo, se dedicaba a la industria. Mi mamá, como te conté, era cantante. Una casa humilde, de fuertes valores, donde en un momento todos salimos a trabajar. Nací mellizo, y el cordón umbilical se me enredó en la pierna izquierda. Me quedó atascada y se dañó. Seis meses después, tomaron la decisión de amputarla.
–Fue duro...
–No lo sentí, porque mi niñez fue muy sana. Jamás en mi casa hubo un "no lo haga", ni un complejo de inferioridad. A los cuatro años, mi papá me llevó mis primeras muletas y me acostumbré a una. Y así seguí. Me adapté fácil: Dios quiso que saliera muy hábil. Incluso aprendí a jugar al fútbol con mis primos. Cuando salí de mi casa, comprendí que había otro mundo.
–¿Cómo te iba en la escuela?
–Los niños, tú sabes, a veces no miden sus palabras. Y recibí frases bruscas, a las que no estaba acostumbrado... "Que te falta una pata" y cosas así... Pero lo asimilé; no llegaron tanto al corazón. Cuando empecé a jugar al fútbol con ellos se me achicó la discapacidad, ¿entiendes? Ya era normal, como todos.
–¿Y cómo empezaste a bailar?
–A los siete años, durante una fiesta familiar... Estaban pasando merengue –lo recuerdo perfectamente–, y mamá tuvo la iniciativa de sacarme a bailar. No sé por qué lo hizo. "Venga, hijo bailemos", me dijo. Y bailé.
–¿Nunca habías bailado?
–No, pero me gustaba mucho la música. Me sentí bien, como si aprendiera a andar en bicicleta. Después me largué con mis hermanas y primas.
–Te gustó.
–Sí, pero jamás en la vida pensé que iba a convertirse en mi forma de vida. .............................................................................................
Cuando llegó a Bogotá, después de abandonar la secundaria y dispuesto a ganarse la vida, Reinaldo tuvo una idea. En realidad, la tuvo su mellizo, Guillermo. "En esa época íbamos a una discoteca que pasaba música cubana. Y una vez me propuso montar un espectáculo, para un concurso de baile. 'Tú tienes swing, hagamos algo curioso'. Dije que sí, de una. Con una chica montamos la coreografía, nos presentamos y nos fue muy bien", relata Reinaldo. Sin saberlo, había encontrado su destino. En la Argentina, mientras brilla en el Bailando, dicta clases de salsa en Azúcar (Corrientes 4147) y ofrece su mail para quienes quieran aprender: [email protected].
–¿Que hacías de tu vida en esa época?
–Trabajaba en un call center y luego en Carrefour: empecé como cajero, después fui auxiliar y llegué a jefe... También me dio por el deporte: en el 2000 empecé a hacer ciclismo regularmente. Siempre anduve: desde los 15 años soy un loco de la bici. Y en natación competí para la Selección en los Paralímpicos de 2004, en Bogotá.
–¿Y cuándo volvés a bailar?
–En el 2004 tuve una llamada para un certamen en Brasil, para un canal de TV. Me habían visto en un video de Youtube. Y pensé: "Quiero dedicarme a esto". Empecé a participar de concursos, pero muchos me rechazaban por mi discapacidad. No me veían como uno más: sólo querían que hiciera exhibiciones. Así que dictaba clases, montaba shows para empresas, pasaba la gorra en boliches...
–¿Viajaste mucho?
–Uff... Estuve en Chile, Costa Rica, Miami, Los Angeles, Italia, Holanda, Singapur, Japón... Iba y hacía exhibiciones.
–Pero vos querías competir...
–Sí, se me abrieron las puertas aquí, porque Marcelo (Tinelli) creyó en mí. Todos me dicen: "No te das cuenta con quién y dónde estás, el peso que tiene este programa". Y estoy abriendo los ojos...
–¿La gente te saluda por la calle?
–Jamás pensé recibir tanto cariño del pueblo argentino. No me ven como un discapacitado, sino como un bailarín. Conocí a gente que Dios me ha querido mandar. Me doy cuenta de que muchos lloran cuando me ven bailar, desde los niños de cuatro años hasta los abuelos.
–¿Sentís que sos un ejemplo?
–Mira, todo el mundo tiene problemas, pero me ven bailar y las cosas cambian, los pensamientos cambian. Dicen: si él puede, yo también puedo hacer mi vida más feliz. Digo que cuando uno tiene presente la palabra de Dios, le sobra fortaleza. Dios me dio el talento para ser un bailarín. Y más allá de las creencias religiosas, todo se puede de corazón.
–Muchos quisieran tener tu fuerza de voluntad. ¿Cuál es el secreto?
–No hay secreto. La alegría que tengo en mí siempre la tuve. Soy alegre, entusiasta, de empuje... Y acá la gente me ve como uno más.
–Eso es importante para vos.
–Súper importante... Porque me estoy sintiendo igual que todos: demostrando que no existe la limitación, que también me toca pelearla, afrontar el cansancio físico, aguantar los bajones... Quiero llenarme de fortaleza para llegar a la final.
–¿Nunca te enojaste con la vida?
–No, jamás. Y no lo voy a hacer. Al contrario. Estoy muy agradecido de lo que la vida me dio, de la fortaleza que me inculcaron mis padres. Y Dios quiso que fuera acá, para darle un ejemplo de vida a mucha gente. Que sí se puede.
Una postal porteña para Reinaldo, en el barrio de Chacarita y con pose canchera. Adora el tango y ya se enamoró de Buenos Aires. “Me siento como en casa”, asegura.
Reinaldo nació en Bogotá pero al año lo llevaron a Ipiales, ciudad del altiplano andino, cerca de la frontera con Ecuador. Allí creció junto con sus hermanas, Janet y Johana, y su mellizo, Guillermo. Desde chico jugó al fútbol, anduvo en bici y disfrutó a pleno. Separado (nunca se casó), tiene una hija de ocho años, Nicole Saray. “Hablé con ella el primer día que bailé: me vio por Internet. La extraño mucho”, cuenta.
Durante la noche del debut, acompañado de la talentosa Valeria Archimó, sobraron aplausos y llantos de emoción. Reinaldo bailó música disco con mucha soltura y recibió positivas devoluciones del jurado. Tinelli, conmovido, lo presentó con admiración. “Marcelo creyó en mí, me ve como un bailarín más y eso es importantísimo”, remarcó Ojeda.