"A lo largo de los años se han realizado distintas acciones artísticas, pero nunca antes los familiares y sobrevivientes subieron al escenario para protagonizar una obra de teatro relacionada con el atentado. Así que, más allá de que conocía a gente que murió aquel 18 de julio de 1994 y el hecho me impactó, semejante aspecto ya suponía un desafío enorme", admite Sol Levinton, quien hace un año y medio fuera convocada por el Departamento de Arte de AMIA para dirigir y encargarse de la dramaturgia de La silla vacía, una movilizante obra sobre el atentado a la sede de la mutual israelita, que acaba de regresar al Auditorio de Pasteur 633 para presentar su segunda temporada.

"El hecho ya suponía un desafío enorme -continúa la guionista de La leona, Último primer día y Mi perfecto ex-. Y a eso se sumaba otro: la necesidad de repetir funciones. No se trataba de decir un texto una sola vez, como ocurre en un acto conmemorativo. El relato debía sostenerse en el tiempo. Y eso cambia todo, te lanza a una vivencia completamente diferente. Porque no es un discurso leído o un testimonio puntual. Es un hecho teatral, donde el relato real y testimonial se transforma en escena viva, en una puesta que exige cuerpo, presencia, escucha y vínculo", añade la porteña de 49 años antes de describir los pormenores de una iniciativa tan cara al latir nacional:

"Se trata de una pieza de una hora y diez minutos que reúne los testimonios de cuatro familiares de víctimas del atentado -describe Levinton-. Uno de ellos, además, es sobreviviente. Los relatos testimoniales se entrelazan de forma dramática y también poética, buscando transmitir no sólo a través de las palabras, sino también desde el cuerpo: transitando el escenario, vinculándose, mirándose, reconociéndose en el otro. La obra remite a ese lugar ausente que quedó en cada una de sus casas. Aunque hay cuatro protagonistas, en escena hay cinco sillas. En cada escena los protagonistas cambian de silla de manera aleatoria. Sin embargo, siempre, inevitablemente, queda una vacía. Y ellos nunca saben cuál será. Esa silla que queda libre refleja, de algún modo, las incertidumbres de la vida, lo imprevisible. Como les sucedió a ellos. El encontrarse, de pronto, de forma violenta e inesperada, con que alguien que amaban ya no va a estar", describe fusionando la rigurosidad del caso y su sensibilidad de escritora, antes de darle paso a los protagonistas de la historia...
ADRIÁN FURMAN: "NECESITABA SALIR DE LA ZONA DE CONFORT PARA CONTAR MI HISTORIA: MUCHO TIEMPO SENTÍ CULPA POR HABER SOBREVIVIDO"

"Cuando me llamaron para contarme la idea de hacer una obra de teatro mi primer pensamiento fue 'esto es imposible'", reconoce Adrián Furman (57), sobreviviente y hermano de Fabián, una de las 85 víctimas. "Igualmente acepté tener la entrevista, ya que la curiosidad me ganaba -relata-. Ahí le conté a Sol mi doble experiencia, como sobreviviente y como familiar. Salí de aquel encuentro con muchas dudas. La idea me parecía maravillosa, pero no podía visualizar la manera de llevarla a la práctica y menos aún verme como protagonista. A los pocos días me avisaron del primer ensayo. Sentí la imposibilidad de decir que no y que necesitaba salir de la zona de confort para contar mi historia. Lo que terminó de confirmar mi participación fueron mis compañeros de elenco, Jenny, Ale y Hugo. Sólo conocía a Jenny, no obstante pronto sentí que la química especial con cada uno de ellos me decía que esto no podía salir mal, y me lancé".

Adrián siente que "después de tantos años, y al no haber justicia ni condena alguna, los familiares tenemos la obligación de mantener viva la memoria de las 85 víctimas. Contando cómo eran, qué hacían, con qué soñaban, los honramos, permitiendo que permanezcan vivos en nuestros corazones. Mi hermano era una persona llena de vida: se había casado hacía muy poco con Bibiana y tenía un montón de proyectos. Por mucho tiempo sentí una culpa enorme al haber sobrevivido; a veces aún la siento. Para mí es imprescindible honrarlo", manifiesta.

-¿Cómo fue el proceso de revivir aquello en el marco de una puesta en escena?
-Yo estuve casi dos décadas sin poder mencionar nada relacionado con mi propia historia, hasta que sentí la necesidad de empezar a hablar. A partir de ese momento aproveché cada vez que me llamaban de algún medio de prensa o de AMIA. Al principio me costaba una enormidad. Con el tiempo fui sintiendo que me iba sacando un gran peso de encima. En el caso de la obra, cada vez que me subo al escenario para contar mi vivencia, la revivo. No recito un guion de memoria: a medida que lo voy narrando las imágenes pasan por mi cabeza. Es una sensación muy fuerte, muy difícil, pero a la vez sanadora.
JENNIFER DUBÍN: "ESTA OBRA ELEVA A LO MÁS ALTO A LOS 85 ASESINADOS QUE PARTIERON HACE 31 AÑOS Y AÚN SIGUEN CON LAS MANOS VACÍAS"

Entretanto, cuenta Jennifer Giselle Dubín (39), hija de Norberto, que perdió la vida con la explosión: "Para mí hacer Una silla vacía fue un antes y un después. Me llena el corazón. Si bien yo realizo varias acciones por la memoria todos los años, esta obra me cambió todo. Lo hacemos sabiendo por qué lo hacemos: por ellos. Fue algo realmente hermoso hablar de mí, hablar de mi papá y de mi familia y de cómo estamos hoy parados después de tres décadas. El terrorismo solamente tiene un solo enfoque que es matar, y no discrimina. Esta obra marca mucho eso. Somos cuatro familiares representando a 85 víctimas y a 300 heridos sobrevivientes del atentado, pero también a todos los familiares (luego de treinta y un años muchos partieron con las manos vacías) y a la sociedad", señala.

Y avanza: "Porque el atentado no fue sólo a la colectividad judía, sino a todos. Ellos son nuestro legado sobre todo para que la justicia aparezca y la memoria siga intacta, nunca se pierda", entiende quien a la hora de referirse al público, afirma que es "lo más importante y emocionante. Nos aplaude de pie, nos da las gracias, y cuando bajamos, a la salida, todos ellos nos abrazan con los ojos llenos de lágrimas, ¡y en muchos casos son personas que no conocemos! Es algo maravilloso", subraya.

-¿Cómo fue el proceso de revivir sus testimonios en el marco de una puesta en escena? ¿Hubo algún instante especialmente difícil o sanador?
-Para mí la obra es sanadora y fuerte. Como el momento en que se habla de los sueños. Pero es un proceso colectivo entre el equipo completo, porque se formó un grupo muy lindo. La verdad, nos sentimos familia.
ALEJANDRA TERRANOVA: "AHÍ ARRIBA DEL ESCENARIO HABLAMOS DE ALGO QUE NADIE NOS CONTÓ, ¡QUE LO VIVIMOS EN PRIMERA PERSONA!"

"Empecé a convencerme de participar a partir de la convocatoria de Elio (Kapszuk, el creador) y Nadia (Schraier, la productora ejecutiva) -señala Ale Terranova (56), cuyo papá, Juan Carlos, pereció en el atentado-. A ellos siempre les dije: 'Yo no soy actriz, pero acá estoy'. Desde el momento en que nos conocimos y empecé a escuchar los relatos de mis compañeros, no podía creer que fueran tan o más fuertes que el mío. Ahí me di cuenta de que la vida nos estaba dando la posibilidad de sacar a la luz a nuestra gente, que tenga una voz, que tengan una historia detrás de las fotos".

"Siento -continúa Alejandra- que La silla vacía viene generando conciencia en las nuevas generaciones que no vivieron el atentado pero que hoy reciben su eco a través del arte. Porque nosotros hablamos sobre un escenario, en primera persona, algo que nadie nos contó, ¡qué lo experimentamos! En mi caso es para poner a mi papá en lo más alto, dejar una huella, que sepa que su hija cuenta su propio dolor y la pérdida irreparable, injusta, abrupta…"
-Por supuesto, ya que la obra no sólo habla de la tragedia: también de amor.
-Exacto. Nosotros honramos a nuestros seres queridos desde el recuerdo, poniéndoles voz y rostro. Unimos su pasado y nuestro presente con sus ausencias. Ellos siguen vivos a pesar de todo.
HUGO BASIGLIO: "LA SILLA VACÍA GENERA EN LAS NUEVAS GENERACIONES UN SENTIMIENTO DE JUSTICIA; DEJA LA ENSEÑANZA DE QUE ESTÁ PROHIBIDO OLVIDAR"

Hijo de su padre homónimo fallecido el 18J, Hugo Basiglio (45) comenta que "lo que más me motivó a aceptar fue saber que la obra iba a ser vista por mucha gente y eso mantendría activa a la memoria de lo que sucedió". Y pronto desanda el camino que, peldaño a peldaño, lo llevó a sque se subiera en el escenario.

"Al principio, el proceso era de intriga y nervios porque, más allá de querer mantener el recuerdo de lo ocurrido, llevarlo a escena era sentir y revivir el dolor. No obstante, tenía la sensación que hacía lo correcto. Resulta difícil cada escena, porque a medida que vas dando tu testimonio, retrotraer el tiempo a ese mismo momento. Pero a la vez resulta sanador, porque quien presencia la obra parte con algún recuerdo de sus afectos perdidos -explica Hugo-. Sí, los testimonios son de mucha ausencia y también de mucho amor, pero honran de una forma divina a nuestros seres queridos, ya que el público pasa a conocerlos".

-Después de cada función, ¿qué tipo de reacciones o palabras del público los asombraron?
-Es una pregunta especial para mí porque tras cada función lo que más sorprende y conmueve son las distintas reacciones de personas que yo no conozco y se acercan con lágrimas en sus ojos. Algunas me contaron qué hacían aquel 18 de julio de 1994 a las 9:53 AM, y demás. Sin embargo, lo que más me viene a la memoria es, cuando al finalizar una de las funciones, se acercó hacia el escenario una señora de avanzada edad, me invitó a bajar, y cuando accedí, nos abrazamos muy muy muy fuerte. La contuve e intenté tranquilizarla, pero no hubo caso: apretó mis manos y siguió llorando. Y así partió, sin poder emitir una palabra... Mantendré en mi memoria para siempre ese recuerdo imborrable.
"LOGRARON TRANSFORMAR UN HECHO TRÁGICO Y DESGARRADOR EN UNA EXPERIENCIA CARGADA DE ESPERANZA, ENCUENTRO Y PROFUNDA COMUNIÓN"

"Acompañar y montar La silla vacía junto a este grupo de actores no actores es una experiencia desafiante y conmovedora -vuelve al diálogo la directora Levinton, en la cuenta regresiva del reportaje-. El nivel de entrega que demostraron y siguen mostrando es inmenso. El compromiso con el proceso, el aprendizaje del libreto y la rigurosidad para sostener una puesta que se repite función tras función, resultan admirables. En el elenco se generó una conexión real, construida desde el dolor compartido, desde las emociones vividas en carne propia. Como ellos mismos dicen, lograron transformar un hecho trágico y desgarrador en una experiencia cargada de esperanza, de encuentro, de profunda comunión", redondea el concepto Sol.

-Desde lo técnico, ¿qué decisiones escénicas la ayudaron a construir un lenguaje que honre el dolor, pero también el amor y la memoria? -le acerca Revista GENTE el interrogante de despedida.
-Trabajé con una iluminación precisa, eligiendo cuidadosamente los colores para acompañar los enlaces musicales entre escenas, buscando que cada transición no sólo una los momentos narrativos, sino que también transmita las sensaciones y las emociones que atraviesan los protagonistas. La música original, compuesta por el talentoso Eduardo Blacher, potencia esa atmósfera emocional y da profundidad a cada escena. A eso se suma la voz de Ricardo Darin, que actúa como una especie de conciencia escénica: una voz que guía, que llama, que invita a estos actores no actores a actuar. Porque, como dice el escenario en la última escena de la obra: “Aunque no seas actor, no queda otra que subirse al escenario. Para decir, sentir, gritar, exigir, recordar… actuar". Y de esa forma seguir militando la memoria y exigiendo verdad y justicia.

Fotos: Gentileza de la Asociación Mutual Israelita Argentina
Agradecemos a Marcela Pieske