Carla Lis Conti estudió desde los cinco años ballet y luego se metió de lleno en el mundo de la actuación, dirección y puesta en escena. Y ahora le toca emprender un gran desafío en la obra Dios salve a la reina, que se estrena el 19 de enero en el teatro Border del barrio porteño de Palermo.
“La preparación es diaria, desde todos los puntos que se necesitan para afinar este único instrumento que es una misma, una actriz. Nada puede quedar librado al azar. El trabajo debe ser orgánico, auténtico, franco. Un unipersonal es un trapecio sin red y hay que trabajar duro”, cuenta.
-¿Qué elementos o influencias artísticas inspiraron el estilo de la obra?
-Me llevó contar el mundo interno de la mujer, las inquietudes, necesidades, sentimientos, dolor y pasión; todo ello me despertó a una situación en la que nadie querrá estar y por la que muchas han pasado. Todos hemos sido victimas de nosotros mismos, porque al dejar que nos castiguen tanto física como psicológicamente, es cuando nos transformamos en nuestros propios victimarios.
-¿Cómo ha evolucionado la obra desde su concepción inicial hasta la versión final representada en el escenario?
-Toda obra cuando es levantada del papel empieza a crecer, toma vida propia. Mi trabajo termina cuando pongo la última palabra en la hoja, y es cuando comienza el trabajo del director. Por eso la obra ha madurado y puedo decir que está viva.
-¿Qué consejos darías a aquellos que aspiran a escribir y actuar en sus propias producciones teatrales?
-Primero no dejar un solo día sin dibujar una palabra en la pantalla de la computadora. Hay que escribir hasta en el papel que se lleva en la cartera o mochila, por si aparece algo y nos despierta a escribirlo. El autor se despierta todos los días con algo que contar, sea nuevo o se trate de la obra que está desarrollando. En el caso de actuar dentro de una producción propia, al menos yo siempre tomo dicha situación de la siguiente manera: La obra ya la escribí, mi trabajo terminó y me dedico a desempeñar mi labor actoral.
