El activista de Greenpeace que busca llenar estadios con hinchas ambientales – GENTE Online
 

Una pausa con Diego Salas, de Greenpeace: “No se pueden entregar los recursos con los que mitigamos el cambio climático”

El activista y director de desarrollo de la organización ecologista sin fines de lucro expone las cuestiones ambientales que nos ponen en peligro, esas que no tienen rating, “que parecieran no ser urgentes” y que a veces sólo advertimos cuando hay olas de calor o inundaciones. 
Actualidad
Actualidad

Desde hace 17 años trabaja en Greenpeace. Diego Salas, director de desarrollo la organización sin fines de lucro habla con pasión y sin pausas. Persuadir a los que todavía no creen en la importancia de la protección del medioambiente, lo lleva a buscar las maneras de ampliar la conversación en las casas, ya sea produciendo un disco ecologista para los más chicos, alertando sobre las leyes de bosques y glaciares y poniendo el cuerpo (y su voz) en las causas que defiende.

Lo llamativo es que tiene con qué convertir a quienes aún ignoren cómo nos afecta el cambio climático aunque sufran olas de calor infernales, vean pasar inundaciones y deforestaciones. “Creo que estamos en camino de romper con la barrera de la indiferencia”, dice en diálogo con Revista GENTE quien llegó a la ONG de casualidad y sin estar del todo interesado en la lucha ambiental. En esta nota, el activista explica por qué “estar a favor del medioambiente no es contrario al desarrollo económico”, cuenta su particular historia y comparte su sueño “de llenar estadios con hinchas ambientales”.

–En un momento en el que los asuntos ambientales y el cambio climático no están tenidos en cuenta en la agenda de nuestro país, ¿cómo se concientiza?

–Mirá, nosotros entendemos y siempre tuvimos que lidiar contra la falta de interés y compromiso a nivel político que hubo en cuanto a las cuestiones climáticas, no es sólo en este gobierno. Nunca hubo una elección convincente sobre el medioambiente, más allá de las decisiones de cada uno de los presidentes del mundo. Lo cierto es que Greenpeace, al ser una organización absolutamente independiente, que no depende de ningún gobierno y de ningún partido político, sólo cuenta con los aportes de la gente que hacen posible la causa.

Tenemos que tratar de hacer llegar el mensaje del cuidado medioambiental a las personas. Son los ciudadanos quienes terminan haciendo la suficiente presión para que los políticos de turno lo tengan en cuenta. Y es una variable inherente a toda la sociedad, no es que es un problema de algunos pocos, sino que es una cuestión que incide en la vida de muchos y muchas argentinas, como lo hemos demostrado. Lo que pasó con la Ley de Bosques y la Ley Nacional de Glaciares a principios de año, que estuvieron en peligro (el proyecto de Ley Ómnibus incluyó modificaciones), fue que la participación ciudadana exigió al Congreso de la Nación que aprobara estos dos dictámenes para proteger dos de los recursos naturales más importantes que tenemos.

–¿Y cómo se trabaja para insertar estos temas aún más en la agenda y darles mayor visibilidad?

–Hoy en día, seguimos trabajando de la misma manera, tratando de hacer llegar a la gente lo importante que es el involucramiento público para resolver la crisis ambiental. Más allá de quién sea el gobierno, sea Trump o quien sea. Nunca fuimos oposición de nadie, ni defendimos jamás un gobierno. Entonces, de ninguna manera podemos ponernos en contra. Estamos siempre a favor de la protección del medioambiente y en contra de cualquier reivindicación que pretenda destruir nuestros recursos naturales.

Diego Salas
"A veces hay que aclararlo, pero los activistas ambientales no estamos en contra del desarrollo, ni del empleo, ni de a que la gente le vaya bien económicamente", asegura Diego Salas, quien resalta la importancia de la Ley Nacional de Glaciares sancionada por el Congreso en el año 2010, que busca preservarlos como reservas estratégicas de agua y proteger la biodiversidad.

–¿Se insiste en que lo ambiental no es algo urgente?

–Lo urgente acá es seguir protegiendo a la gente y no abrir la ventana para posibilitar más destrucción ambiental. Lamentablemente, Argentina está dentro de los países que más destruye a sus bosques, por ejemplo. Nosotros tenemos la obligación moral de proteger nuestros recursos naturales, no por nosotros, sino por las futuras generaciones. Habría que ver a costo de quién sería este progreso y este desarrollo. Pero que no sea a costa de entregar los recursos que hoy nos sirven justamente para combatir y mitigar el cambio climático, que sabemos que es una realidad.

Antes el cambio climático pasaba lejos. Éramos todos testigos de lo que pasaba en las islas de Europa, en las islas del Pacífico, del Atlántico, en algunas localidades, poblaciones rurales y cercanas. Hoy lo cierto es que, lamentablemente, ya somos todos víctimas de la crisis climática. Las olas de calor, las inundaciones, las sequías son producto de la crisis climática. Eso nos da cuenta de la necesidad urgente de proteger nuestros bosques nativos, nuestros glaciares y nuestros océanos.

–Hablemos de la situación actual de la destrucción de los bosques, que son indispensables para nuestra supervivencia (R.d.N. Nos brindan alimentos, maderas y medicinas).

–La Ley de Bosques los protege de su deforestación. Y lo cierto es que la mitad de lo que ocurrió con eso el año pasado es ilegal. Entonces, se está violando sistemáticamente una ley que está orientada a proteger el bosque. Y hay que entender la gravedad de la situación: cuando se destruye un bosque o un glaciar, se está cometiendo un crimen ambiental. Es así porque en los bosques viven comunidades rurales, especies como el yaguareté, por ejemplo, que dependen exclusivamente de ese ecosistema.

Recién cuando las inundaciones llegan a las grandes ciudades, ahí nos preguntamos qué ocurre. Pero nos olvidamos que deforestaron y que los bosques absorbían el agua. Por eso es importante endurecer la protección del medioambiente, no flexibilizarla. Es cierto que hay muchas cosas que funcionan mal, no sólo en Argentino, sino en el mundo, pero lo que está bien hay que seguir haciéndolo bien. Se están protegiendo bien los bosques y los glaciares. ¿Se puede mejorar esta protección? Obviamente.

–En la militancia ecologista siempre estuvieron empujando los más jóvenes que, según mucha gente, hacían planteos “snob”, de esos que "no eran necesarios". ¿Qué rol tienen hoy?

La defensa de la ecología depende del involucramiento de los jóvenes. En una organización como la nuestra, que nació en los 70’s y en la que somos la vieja generación, es indispensable esa militancia que le ponen a las causas. Y fueron los que remarcaron esto de que la cuestión ambiental nos atraviesa en todos los momentos de nuestras vidas: no podemos jugar a la pelota los fines de semana porque llueve constantemente o porque hace un calor insoportable y está lleno de mosquitos. Así nos empezamos a dar cuenta de que la problemática ambiental afecta en lo cotidiano.

Las nuevas generaciones pudieron lograr cambios con un empuje que muy pocas veces se ha visto en la historia. Ojalá sigamos contando con esa iniciativa, que surge de lo espontáneo y de un impulso que no está contaminado con cuestiones políticas o partidarias. La única manera de poder defender el medioambiente es no respondiendo a ningún partido político. Porque siempre detrás de cualquier problemática ambiental lo que se esconde son intereses económicos.

Atrás de los glaciares se busca fomentar la industria minera, por ejemplo. Mientras hay negocio para pocos, hay destrucción para muchos. Detrás de la destrucción de los bosques y los humedales se esconden intereses de la ganadería intensiva, la agricultura y los desarrollos inmobiliarios. Aunque nos quieran hacer creer lo contrario (como que “el calentamiento global es una mentira”), no hay ningún desarrollo ni futuro viable al destruir ecosistemas fundamentales. No sólo de especies únicas que tenemos en el mar, como la ballena franca austral, sino para la existencia humana directamente.

Con sus barcos, Greenpeace monitorea el medio ambiente y documenta actividades ilegales en el mar, como la pesca excesiva o la contaminación.

Se habla bastante poco de lo ambiental, a menos que se incendie un bosque, ya sea tarde y nos enteremos por los noticieros porque se está prendiendo fuego todo. ¿Cómo se genera conciencia entre los más chicos, a quienes es más difícil captar su atención?

–Por eso con Greenpeace estamos entrando a las escuelas y buscando entrar a las casas a través de la música. Lo hicimos con el álbum de la serie ambiental Lina y los amigos del arcoriris, específicamente (N.d.R: el 8 de marzo se estrenó el primer single, Estamos a tiempo, en todas las plataformas digitales). Siento que lo ambiental nos atraviesa por todos lados. Y si hay un secreto que mueve montañas y vale reivindicar es la pasión, que es un factor común que existe tanto en el arte, como en el deporte, y en el ambientalismo, también.

Entonces con la música también podemos transmitir la importancia del reciclaje, la defensa de nuestros mares y proteger nuestros recursos naturales. Que es para el bien de todos, no para alguien en particular. Y la serie infantil es un claro ejemplo de llegar a las nuevas generaciones que recién empiezan a escuchar y a entender lo que está pasando. Empiezan a descubrir la realidad que se esconde detrás de cada ecosistema y a entender que la salida es colectiva. Por eso, el personaje central, Lina (una heroína ecológica) se da cuenta que sola no puede, por eso recurre a sus amigos, para vencer al enemigo que está detrás.

–Otra forma de despertar la conciencia de los más chicos ante las injusticias ambientales y qué entiendan qué sucede.

–Esa es la enseñanza que queremos transmitir con Lina y que queremos dejar como legado. Que está bien cuidar el consumo de luz y consumir responsablemente, pero que también es necesario poder activarse cuando vemos una injusticia ambiental. Y que el cambio lo generamos entre todos.  

–Últimamente ha quedado demostrado que las acciones que se han dado por la presión de la participación popular tienen su efecto.

–Y también que no tenés que ser oposición para defender el medioambiente, simplemente estás a favor de él. En todos los gobiernos fue algo urgente lo ambiental. Además, sucede que son temas que se utilizan como discursos o plataformas políticas para conseguir voluntades y después se terminan olvidando.

Esto del greenwashing, que también es una variable de marketing para las empresas. Por eso como organización jamás recibimos un peso de gobiernos ni de empresas, y desde su fundación fue así para que nadie nos dijera en qué cosas trabajar. En Argentina hay casi cien mil donantes, personas físicas como vos, como yo, y como los que nos van a leer, que creen que salvar el medioambiente es posible. Y eso nos da la fuerza para seguir adelante.

–Decías que a veces se malinterpreta la defensa del medioambiente con estar en contra del desarrollo…

–A veces hay que aclararlo, pero los activistas ambientales no estamos en contra del desarrollo, ni del empleo, ni de a que la gente le vaya bien económicamente. Y no nos tenemos que dejar engañar. Claramente no es fácil lo que atravesamos, porque son muchos los problemas que tenemos como sociedad. Y ahí es cuando a veces dicen que la protección ambiental no es prioritaria.

Además, no tenés que ser ni científico, ni biólogo ni formado en ninguna especialidad para terminar siendo ambientalista. Porque ya si reciclás, si te gusta la moda circular o aplicás economía circular, de algún modo lo estás siendo. Creo que estamos en camino de romper con la barrera de la indiferencia. Aquellos a quienes aún no les importa, de a poquito, por contagio, o realmente por interés, se empiezan a dar cuenta de que es necesario.

Diego Salas
Diego Salas recuerda algunas de las acciones en sus 17 años junto a Greenpeace. "Hemos estado enfrentando desmontes cruzándonos ante topadoras que estaban destruyendo los bosques", explica. La Ley de Bosques (26.331), sancionada a fines de 2007, fue un logro sin precedentes y un ejemplo de la importancia de la participación de la sociedad civil.

Cómo descubrió el camino del ambientalismo, por mero azar

–Si nos retrotraemos a tu historia, ¿cómo te empezaste a interesar por la ecología?

–Yo empecé a trabajar en Greenpeace el 1 de noviembre de 2006. A principios de ese año yo me separo y me quedo sin trabajo. Obviamente mandé el currículum a toda búsqueda que había. Entonces yo ya estaba aplicando para un trabajo, y me llaman de una consultora, a la cual voy por una cuestión de compromiso.

Me dan una hoja para responder a un test psicológico, en el que me preguntaban cosas como ¿quién soy yo? Y yo respondí: “una hoja con preguntas”. ¿Cuáles son mis debilidades?: “Ser una fotocopia”. ¿Tu fortaleza?: “Tener espacio suficiente entre preguntas”. Respondí y me fui. La cuestión es que se cancela la búsqueda de la empresa a la que iba a entrar y me llaman de la consultora para decirme que había sido elegido. Y ahí pregunté lo elemental: ¿para quién voy a trabajar?

–Es decir que caíste de paracaidista. ¿Y qué significó eso para vos?

–Yo en ese momento estaba en terapia, y la psicóloga me dijo algo que me quedó marcado de por vida, y me inspiró el resto de los años que trabajé. Me dijo: “El único momento en que fuiste desprendido cien por ciento de cualquier tapujo o mandato, cuando no te dejaste llevar más que por lo que sentías dentro tuyo, te eligieron”. Fue un click mental. A la semana de estar trabajando en la organización, me doy cuenta de que había dejado de trabajar para alguien y había pasado a trabajar para algo más grande.

–Llegaste sin saber que trabajarías ahí, y entraste de un modo disruptivo, si se quiere. ¿Pero el medioambiente era algo que te interpelaba o nada que ver?

–Si te soy honesto, más o menos.

La travesía de GENTE a bordo del velero de Greenpeace, en defensa del Mar Argentino
La travesía de GENTE a bordo del velero de Greenpeace, en defensa del Mar Argentino

–Es interesante entonces, porque te encontró.

–Es que justamente yo soy un ejemplo viviente de que uno puede adentrarse de cero. A mí me era indiferente el trabajo de Greenpeace, lo conocía de la misma manera que muchos lo hacen, porque “son los locos que se tiran a defender las ballenas”. Pero no sabía que en el fondo había tanta dedicación y que significaba tanto. Que iba más allá de la valentía y la osadía de los activistas que se presentan contra una topadora. Lo hacemos porque estamos convencidos de que hay un montón de gente que se va a sentir inspirada.

–Sos padre de dos hijos, ¿cómo se llevan ellos con la conciencia ambiental? ¿Son de los que separan residuos perfectamente en la casa?

–Soy padre de Enzo (10) y Teo (7). Siempre hay cosas que mejorar, porque "en casa de herrero a veces cuchillo de palo". Pero los chicos ya vienen con otro chip con el cuidado de la casa y de los recursos. Es fundamental que sean conscientes que es importante exigirles a las empresas que no suelten desechos en los ríos, porque son los ríos a los que nos vamos de vacaciones, que a su vez nacen en los glaciares. Y lo vital que es que las olas de la costa atlántica lleguen limpias y no contaminadas de petróleo.

–¿Y cómo reaccionaron tus hijos a la serie que produjeron con Greenpeace? ¿Se engancharon?

–Les fascinó ver Lina (y los amigos del arcoíris) en la tele (N.d.R.: salió en Flow y Canal 9) y se engancharon con las misiones ambientalistas a las que se lanzan. Y ahora igual con el álbum. La música te libera de absolutamente todo. Te permite comunicar, hablar, gritar, tocar, bailar y cantar. De ese modo, el mensaje llega muy fácilmente.

En septiembre de 2022, Greenpeace colocó una estructura de cuatro metros que representa una ballena Franca Austral en uno de los barrios más concurridos de la Ciudad de Buenos Aires. Así alertó sobre las amenazas que representan para esta especie icónica la sobrepesca y la exploración petrolera en el Mar Argentino.

Las acciones disruptivas de Greenpeace

–¿Hubo alguna acción que hicieron que te haya marcado especialmente?

–Lamentablemente, porque no debería ser necesario, y afortunadamente, porque es un orgullo, participé de varias. Hemos estado enfrentando desmontes cruzándonos ante topadoras que estaban destruyendo los bosques. Recuerdo la acción de Evangelina Cardoso, que fue la reina del Carnaval de Gualeguaychú (N.d.R.: en 2006, se acreditó como periodista para la IV Cumbre de la Unión Europea e irrumpió semidesnuda con una pancarta contra las “papeleras contaminantes” que enfrentaban a Argentina y Uruguay). A todos los presidentes les hicimos acciones, a Néstor Kirchner; a Mauricio Macri en La Rural; y hemos irrumpido exigiéndole a Cristina Fernández de Kirchner la protección de los glaciares.

Tengo recuerdos de acciones puntuales a cada uno de los gobiernos de turno, que dan evidencia de que siempre defendimos los bosques, los glaciares, el océano y el mar argentino. Lamentablemente, una de las experiencias más duras les tocó en 2013 a dos compañeros argentinos protegiendo el Ártico, que era hogar del oso polar, y fue amenazado por una de las empresas petroleras más importantes del mundo. El gobierno ruso detuvo a treinta activistas y los llevó presos durante tres meses, acusados de piratería. Pero logramos que el petróleo no manche el Ártico, ya que la empresa abandonó su plan, liberaron a los detenidos y retiraron todos los cargos. Ese es el poder que la gente tiene cuando se une.

Fotos: Greenpeace y archivo Grupo Atlántida.

Más información en Gente

 

Más Revista Gente

 

Vínculo copiado al portapapeles.

3/9

Lorem ipsum dolor sit amet, consectetur adipisicing elit.

Ant Sig