“Actrices, políticas, artistas, empresarias, referentes sociales... mujeres, todas, bah... ¿No vamos a levantar la voz? NOS ESTAN MATANDO”. Con ese tuit furioso, Marcela Ojeda, periodista de radio Continental, fue la primera en levantar la voz. La reacción que se convertiría en punta de lanza fue en referencia a la aparición sin vida de Chiara Páez, una joven embarazada de 14 años, asesinada por su novio de 16.
La primera en responder aquel 10 de mayo de 2015 fue Florencia Etcheves, su por entonces colega de TN: “Hay que sacar el tema a la calle. Imagino referentes grosos convocando”. Ese fue el germen de un movimiento que habló por las que ya no podían hacerlo: las víctimas de femicidio. Pero también por las que estaban en peligro.
Después de un mes de organización transversal, hacer red y aprovechar sus micrófonos, las periodistas –a las que se sumaron Mercedes Funes, Valeria Sampedro, Paula Rodríguez e Ingrid Beck, entre otras– fueron tan solo las caras visibles de la primera de las marchas con el lema Ni Una Menos, que colmó las calles el 3 de junio de 2015. Ahí fue que el hartazgo se convirtió en grito colectivo.

Este martes 3 de junio, en el marco del décimo aniversario de la fundación de un hito en el activismo local, Mercedes Funes, periodista (hoy en Infobae y en La Once Diez), escritora (Feminista en falta) y politóloga que fue parte del grupo que impulsó la primera convocatoria en el Congreso, conversa con GENTE para desandar cómo se tejió la protesta contra la violencia machista y cómo se reescribe hoy el reclamo de un encuentro histórico y más necesario que nunca.
Desde que se inició 2025, el Observatorio Lucía Pérez registra a la fecha 100 femicidios, "uno por día". Las víctimas fueron desde mujeres de 83 años, como Ana Angélica Gareri, en Córdoba, a una adolescente como Pamela Romero, de 16, en Chaco; y una bebé de 3 años en González Catán.
Mercedes Funes: "Pasamos de la ilusión del reconocimiento a la negación desde el propio poder"
–¿Qué te pasa en el cuerpo cuando ves que, diez años después, seguimos contando muertas cada día mientras el Estado parece anestesiado?
–Es fuerte haber pasado en tan poco tiempo, porque una década es muy poco, de la ilusión del reconocimiento colectivo de un problema que parecía haber entrado definitivamente en la agenda política, mediática y social a un contexto donde la violencia machista es negada desde los propios poderes del Estado.
–¿Cómo se digiere esa mezcla de orgullo por lo logrado y furia por lo que falta?
–Con la convicción de que hay que seguir luchando, porque ninguna conquista es un punto de llegada, la certeza de que la lucha de las mujeres y disidencias es larga y no comenzó el 3 de junio de 2015. Y ahí están las históricas (Norita Cortiñas, por mencionar a una de tantas que nos precedieron) cada vez para mostrarnos que esto sigue que, aunque duela, muchas veces tenemos que seguir reclamando las mismas cosas.

–El movimiento nació en Twitter, pero ¿qué lugar ocupa hoy lo digital en la lucha? ¿Nos ayuda a organizar o nos dispersa en una avalancha de indignación sin acción?
–Hace diez años las redes sociales eran un lugar de encuentro donde se podía proponer y debatir en un entorno amable. En ese contexto, surgió la convocatoria a la primera marcha de Ni Una Menos; creo que hoy la crispación que impera lo haría imposible. De hecho, muchas de nosotras estamos casi retiradas de esos ámbitos que se volvieron absolutamente hostiles, cuando no amenazantes.
–¿Qué recordás de los primeros encuentros de organización de la primera de las marchas?
–De los primeros encuentros recuerdo la disposición a trabajar sobre lo que nos unía por sobre nuestras diferencias. Eramos un grupo muy heterogéneo y nos apoyamos en eso para que la convocatoria fuera así de transversal. Queríamos que el reclamo contra la violencia machista atravesara clases, géneros, edades, ideología, y creo que lo logramos.

–¿Qué les dirías hoy a las adolescentes que por entonces se sumaron a la “revolución de las hijas”? ¿Cómo hacer para que no se frustren ni se vuelvan cínicas frente a un sistema que las sigue matando?
–Me lo tengo que decir también a mí, pero de nuevo, se trata de entender que estas luchas no terminan. De mirar atrás, a las mujeres que pelearon por esto mucho antes que nosotras y seguir adelante en honor a su lucha. Siempre habrá retrocesos, hay algo en la sociedad que queda latente para que cada vez avancemos un pasito más.

–¿Qué autocrítica harías sin miedo al juicio ajeno en estos diez años del movimiento? ¿Y qué tácticas o narrativas sentís que ya no sirven y hay que soltar?
–Yo siempre fui crítica de la idea de que tenemos que ser un colectivo uniforme para todo. No hay un manual de la feminista correcta, no hay un banquito desde donde pararse a bajar línea. Tenemos que poder volver a unirnos en torno a la transversalidad de este reclamo porque la violencia machista tampoco distingue.

Los hitos de una marcha que es grito colectivo y resistencia
NUM se convirtió en plataforma para visibilizar las violencias machistas en todas sus formas: no solo los femicidios, sino también la precarización económica, la justicia patriarcal, los abusos sexuales, la trata, el lesbicidio y la criminalización del aborto.

En 2016 se implementó el primer paro de mujeres en la historia del país. En 2017, el eco fue global: Ni Una Menos fue el motor del Paro Internacional Feminista que se replicó en más de 50 países.
En paralelo, el movimiento también impulsó la legalización del aborto en 2020, y fortaleció la organización feminista en los barrios, las universidades, los medios y hasta los sindicatos. Hoy, a diez años, Ni Una Menos sigue siendo una herida abierta y una victoria colectiva.
El aniversario encuentra a las feministas reorganizándose frente a un contexto político que, denuncian, desfinancia políticas de género –de hecho, cerró el Ministerio de Mujeres– y banaliza las violencias con discursos negacionistas. Algunas de las simplificaciones intentan reducir el poder del movimiento a “una moda”, simplemente lo partidizan o hacen hincapié en que quienes defienden los derechos de las mujeres tienen “kioscos” o aspiran a ser financiadas.
Si bien la fecha se cumplió hoy, este año se decidió que la manifestación fuera trasladada al miércoles 4 de junio para acompañar el reclamo de los jubilados. Bajo la consigna "La deuda es con nosotras", las organizaciones feministas, sociales y sindicales convocan desde las 16 horas a una movilización popular en la Plaza del Congreso y en distintos puntos del país "para visibilizar el impacto de las políticas de ajuste del gobierno".
Fotos: gentileza Mercedes Funes