Benjamín Vicuña habló por primera vez de la pelea entre Pampita y Natalia Oreiro – GENTE Online
 

Benjamín Vicuña habló por primera vez de los rumores de pelea entre Pampita y Natalia Oreiro

El actor aseguró que lo ocurrido entre la top model y la actriz va más allá del vínculo que él tuvo con su ex. 
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Pampita generó polémica en los medios luego de sus enigmáticas declaraciones cuando dijo que hay una actriz con la que no trabajaría nunca. Si bien no dio datos claros, existen algunos indicios de que se trataría de Natalia Oreiro. Ante los rumores y sospechas, Benjamín Vicuña salió a hablar al respecto y aseguró que esto es simplemente un invento de los medios y las redes sociales.

“Ella tiene una vida que va más allá de Benjamín. Digo, las diferencias que pueda tener o no con una actriz va mucho más allá de los diez años que estuvo en pareja conmigo, me parece muy autorreferente creer que tiene que ver con mi historia. No sé, me parece raro, ¿qué querés que te diga?”, aseguró en una nota con Socios del espectáculo.

Además, explicó que no iba a opinar del tema ya que no estaba al tanto del video ni buscaba generar nuevos escándalos. “No lo he visto y no me puedo hacer cargo del enigmático de alguien... ¿Se entiende? ¡Sí!”, cerró.

Benjamín Vicuña y la crianza de sus hijos con Pampita y la China Suárez: "Al mejorar la relación con tus ex, entendés que es en equipo"

“Yo intento criarlos como puedo, usando las herramientas que tengo a disposición, pero básicamente con amor –cuenta–. Nadie te enseña a ser papá. Yo no puedo dar ninguna lección de cómo hacerlo, porque no la recibí. Sólo trato de ponerme en lugar de ellos respecto a los miedos, las ganas y las frustraciones que los puedan invadir. A la vez, intento darles libertades sujetas a ciertos límites. Y hoy resulta difícil, porque en mi caso hay un abanico de edades que lo torna complejo”, describió el actor a GENTE al hablar de sus hijos.

Y lo hace, claro, enfocándose en Amancio (3) y Magnolia (5) –de la relación con María Eugenia “la China” Suárez (31)– y en Benicio (8), Beltrán (10) y Bautista (15) –con Carolina “Pampita” Ardohain (45)–.

“Para mí ser papá es el mejor trabajo del mundo, pero es un trabajo, en términos de que son compromisos y demandas grandes.. ¡Ni hablar el de mamá! Claro –observa con un dejo de orgullo– que también hay un reembolso, un resarcimiento emocional, afectivo, en el tiempo, a largo plazo”.

–¿Cuáles son sus rutinas con ellos?

–Primero, los junto a todos, hago que coincidan conmigo. No es algo que inventé yo: cada día hay más padres separados con tenencia compartida. En mi caso, si bien me apasiona el rol, no es así. Por mi nacionalidad, mis obligaciones, los viajes laborales, el régimen que mantengo con ellos es de dos fines de semana al mes, más un día a la semana todas las semanas. Y los aprovecho. Además, al mejorar la relación con tus ex, entendés que el trabajo de padre es colaborativo e integral. Somos básicamente un equipo. “¿Podés llevarlo mañana al dentista?”, y si dejás de pelotudear de si te toca o no y podés ayudar, lo hacés. O pedir que te dejen ir a tomar un helado con ellos, si te dan ganas. Cuando las cosas se mueven así, los que salen ganando son ellos.

–¿Es un padre activo?

–Activo y presente. Y ocurre porque, pudiendo irme a España o teniendo a mi familia y mis teatros en Chile, decidí vivir en Argentina para permanecer cerca de mis hijos. Y lo digo sin pesar: es por el momento donde quiero y necesito estar. Mi dinámica consiste en acompañarlos en cuanto puedo. En la semana, debido a su carga horaria y de actividades escolares, resulta poco lo que puedo compartir: una merienda, tomar un té, bañarlos, comer, ver una peli, abrazarlos… Los fines de semana nos acercamos a través del deporte. En el caso de los varones, acompañándolos al fútbol. Encontramos ahí, al patear la pelota, otro lenguaje en común. Es como un rito donde se deja la cabeza de lado y sólo se juega. A los más chiquitos también los llevo, para compartir el momento entre todos, aparte de entregarme desde otro lugar más lúdico. El resto es estar, a diferencia de lo que nos pasaba en mi generación. Quiero que mis hijos coman con los adultos, nos cuestionen, se integren.

–¿Qué les enseña respecto a los pares?

–Es un tema, ¿no? Sin dudas, y siempre, respeto por la diversidad, la integración, si bien a la vez es difícil. Como padre uno levanta estas banderas obvias y de buena fe, aunque más de una vez me pasó con alguno de mis hijos que en lugar de jugar al fútbol era el que trepaba las redes como Spiderman, y yo ¡lo único que quería era que se bajara de esa red y jugara al fútbol! ¿Por qué? Porque si bien solemos decir que está todo bien con ser distinto, cuando tu hijo es distinto, existe algo que a todos nos despierta un vértigo, una presión y una angustia muy grandes. Entonces...

–¿Entonces?

–Hay que bancar esa etapa del niño, y que sea distinto y potencialmente mejor en otras cosas, no obligarlo a nada. En ese sentido yo he ido aprendiendo, pero también con humildad, porque sería mentirte decirte que no me inquieta que mi hijo sea un distinto... A alguno le ha costado más socializar, es diferente, más tímido, mira con distancia; y uno tiene una presión, una angustia de querer que pertenezca a algo, para que no sufra. Y digo que es difícil porque esa deconstrucción también hay que vivirla desde la paternidad, y bancar que tengan otros tiempos y sean lo que quieran ser.

–¿Contar con padres famosos dificulta su educación?

–No sé: mis padres (Isabel y Juan Pablo) no eran famosos, jaja… En el caso de ellos me imagino, y sé, que no es fácil. Una vez mi hijo me contó que vino un chico y le empezó a decir cosas personales hirientes, como le decían a (Zinedine) Zidane en la final del Mundial de Alemania 2006: “Tu viejo” esto, “Tu vieja” tal. Y a él se le salió un poco la cadena. Claro, es un tema, un talón de Aquiles. “Tener un padre famoso” puede abrirte puertas, generar un grado de cariño, las típicas cosas, pero también habilita una dificultad grande.

–¿Y usted cómo ha tratado el tema?

–Intentando que mis hijos se amiguen con eso. Me acuerdo que una vez en un shopping uno me preguntó: “Pero, papá, ¡¿a vos no te molesta que la gente te pare para pedirte fotos?!”. Y en lugar de potenciar la cosa fóbica, le contesté algo que creo: “No, hijo, son demostraciones de amor. A mí me encanta que la gente me quiera por hacer algo que me gusta”. Y eso lo cambió un poco, porque antes era el típico chico, como muy rudo, que les mandaba “¡Déjense de joder!”. Lo mismo con la prensa, ya que experimentó aquella época medio vintage en que te perseguían e invadían lugares privados. De a poco él se fue amigando con la figura de sus padres famosos. Uno quisiera ponerse delante de los dolores, para que no los golpeen, pero bueno…

–¿Y qué piensa cuando ve a un chico vulnerable?

–Justamente no dejo de pensar en mis propios hijos, se me aparecen sus caritas. Es egoísta pero cierto. Tampoco dejo de pensar en el niño que yo fui. Soy embajador de UNICEF hace catorce años y debo admitir con sinceridad: cuando veo a chicos tan indefensos necesito graduar, porque son dolores que pueden paralizarte. Hice un documental en Haití y ver su realidad entre la pobreza, la miseria y el tráfico son cuestiones que no te dejan dormir. Después de observarlo, hay que desdoblarse y continuar. Porque semejantes situaciones te demuestran sin filtros su vulnerabilidad.

–¿Lo que le ocurrió a Blanca (su hija con Pampita, fallecida a los 6 a causa de una neumonía hemorrágica), demuestra la vulnerabilidad de los chicos o directamente de la existencia?

–(Piensa…) Lo de Blanquita te demuestra lo misteriosa que puede llegar a ser la vida. Cómo ante algo que no tiene explicación, el ser humano, un padre, una madre, en principio, se deben conectar de nuevo con ella. Es un ejercicio muy difícil y sin demasiada explicación, algo individual y personal que le pertenece a quien lo experimentó.

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