Ámsterdam, abril de 2013. La ciudad olía a tulipanes y algarabía. El mundo entero tenía la mirada puesta en la reina Beatriz, que abdicaba. Pero la prensa y el pueblo holandés estaban expectantes con otra figura: Máxima Zorreguieta (53) la argentina que en cuestión de horas iba a transformarse –sin pedir permiso– en Reina de los Países Bajos. La misma que hoy, en un viaje relámpago en el sur del país que la vio nacer celebra doce años como reina consorte.
La ciudad estaba repleta de merchandising con la cara de la porteña que había estudiado en el Northlands y enamorado a un príncipe: tazas, cuadernos, todo tipo de souvenirs en naranja Orange.
Un equipo de Revista GENTE viajó hasta Holanda para cubrir la coronación desde adentro. Lo que vieron y documentaron fue algo más que un evento real: fue la consagración de una plebeya que conquistó a la realeza europea, el cuento de hadas con el que soñaba desde chica. “Yo voy a ser reina”, les repetía a sus primas y a sus amigas del colegio.

El 13 de marzo, apenas un mes antes de la ceremonia, ya otro argentino había hecho historia: Jorge Bergoglio era elegido Papa. En las calles, la bandera de Holanda se entremezclaba con los colores albicelestes. La obsesión por Máxima era total.
A días de su coronación como reina consorte –la primera en más de un siglo; la última fue Emma de Waldeck-Pyrmont, casada con Guillermo III, fallecido en 1890–, Máxima era la figura más querida: con el 52 por ciento de popularidad y por encima de su marido.
Para la celebración de entronización, Máxima había decidido que ningún miembro de su familia estuviera presente: solo sus doncellas y tres amigas íntimas y amigas de toda la vida, compañeras del exclusivo colegio de Olivos.
“Se trata de un evento constitucional, en el que mi marido se convertirá en rey. Mi padre (Jorge Zorreguieta) no tiene que estar, especialmente si hay cuestionamientos. Que mis padres no estuvieran en mi casamiento fue muy doloroso. Esta vez siento que sería buena su presencia, pero emocionalmente no es lo mismo”, explicó ella en la entrevista concedida junto a Guillermo Alejandro para la televisión pública holandesa.
“Estamos ensayando muchísimo con nuestras tres hijas –dijo Máxima en la misma entrevista–. No es difícil, pero todo tiene que salir bien”, aclaraba la primera argentina en llegar a un trono monárquico.
Lo que la esperaba era un ajustadísimo cronograma en el que nada podía fallar.

Cronograma real del día de la investidura de los reyes de Holanda
El 30 de abril de 2013 no fue un día más: fue el primer día del reinado de Guillermo y de su consorte, que logró eclipsar a todos. En esa jornada, Máxima se convirtió en la primera argentina en conquistar la corona europea con carisma y un manejo político quirúrgico.
A las 8.50 (13.50 hora argentina), Beatriz se dirigió a la Nieuwe Kerk (Iglesia Nueva) junto al resto de los miembros de la familia real (estaba estipulado que Máxima llegara en la tradicional carroza de oro), a excepción de Guillermo Alejandro, que lo hizo diez minutos más tarde.

A las 9 se llevó a cabo el juramento y la investidura del rey, en la sesión de apertura de las dos cámaras de los Estados Generales. El rey dio sus palabras y el presidente de la sesión, Fred de Graaf, una declaración solemne. Luego de eso los miembros de los Estados Generales y de los Estados de Aruba, Curaçao y St. Maarten prestaron juramento.
A las 10.30, el rey y su séquito se dirigieron al Palacio Real de Amsterdam. De 11.30 a 13.00 se llevó a cabo la recepción de las comitivas. Entre las 14.45 y las 16, la familia se subió al barco real para desfilar sobre el río Ij, pasando por las inmediaciones del Eye Film Museum. A las 16.30, Mark Rutte, en ese momento primer ministro de Holanda, ofreció una fiesta en honor a los nuevos reyes.

Máxima y su plan para no dejar nada al azar: los secretos de su outfit real en azul Klein
Máxima no dejó nada librado al azar. Dicen que se obsesionó con los ensayos. Que convirtió el living del castillo en pasarela ceremonial. Que entrenaba con Amalia, Alexia y Ariane cómo caminar, cómo hacer una reverencia, cómo mantener la compostura. Sabía que cada paso sería escaneado hasta el último detalle. De cualquier manera, la mayor preocupación de Máxima no era el discurso, ni la corona, ni los flashes: era no quebrarse al subir al trono.

El vestido de gasa color azul Klein y firmado por Jan Taminiau— ya estaba listo, como la carroza de oro que la llevaría a la Nieuwe Kerk. El color elegido –que a partir de entonces usaría infinidad de veces– estaba asociado a la realeza y a la inmortalidad. De mangas largas, con un imponente bordado de transparencia y pedrería en el torso y en la parte inferior de la falda, el outfit sobresalió con un toque distintivo: una capa larga hasta el piso.

Claro que la importante tiara de diamantes y zafiros que llevó no se quedó atrás. Según consignó Vanity Fair, fue un regalo que el rey Guillermo III le hizo a su segunda esposa, la reina Emma, en 1881. Ese día tuvo tres cambios de vestuario en total. Además del azul Klein, lució uno color nude de Natan y para la gala, otro rojo, también firmado por Taminiau.

Tras la coronación, Máxima protagonizó un rito íntimo bien argentino
Esa noche, cuando terminó todo y la fiesta oficial que ofreció el primer ministro Mark Rutte ya era un recuerdo, Máxima se escapó por una puerta lateral. Volvió al castillo con sus hijas y sus amigas. Brindaron con vino argentino, comieron empanadas que habían llevado congeladas y bailaron cumbia bajito, entre risas y sin que nadie las juzgue.

Cómo era el estilo de Máxima antes de convertirse en reina y por qué la llamaban "una de las más gastadoras"
Antes de ser royal, los holandeses la describían así: "Sencilla, simple, siempre elegante y fresca”. La imagen tan ponderada de Máxima Zorreguieta, la futura Reina de Holanda, ya parecía con justicia la tapa de un libro sobre el estilo de las mujeres de la Casa de Orange. Tenía con qué: la esposa del príncipe Guillermo renovó el estilismo de la corona de los Países Bajos a fuerza de un conjunto de aciertos que, junto a su espléndida sonrisa, se hicieron marca registrada.
Veamos cuáles era los highlights del guardarropa pre-reina de la blonda argentina que se ganó mote de Queen of Hearts o Reina de Corazones. Algo que va mucho más allá de llevar fabulosas tiaras de diamantes y carteritas Peter Kent: la elegante forma de ser una reina de espíritu.

Revolviendo entre sus etiquetas favoritas, por ese entonces divisábamos como diseñador de cabecera a Valentino, su elegido indiscutible para la mayoría de los eventos reales. Valentino Clemente Ludovico Garavani es quien la vistió de blanco en su Boda Real, y desde ese momento la casa italiana suele ser la responsable de vestirla en varias de sus galas.
¿Otros nombres que abrazaban (y siguen haciéndolo) su figura esculpida a fuerza de equitación y ski, sus pasatiempos favoritos? El diseñador belga Edouard Vermeulen, el inglés Nathan Jensen, el holandés Jan Taminiau, y el local Benito Fernández, que creó para ella uno de los más emblemáticos: el que lució para el cumpleaños sesenta de Carlos Gustavo de Suecia y luego fue exhibido en Holanda en una muestra sobre el vestuario de la Princesa.

De día, Máxima lucía soberbios trajes de chaqueta y falda, y en alguna que otra ocasión, cancheros pantalones pata de elefante. Su paleta religiosa la conformaban los naranja, fucsia, rojo y nude, aunque también ya se inclinaba por jugados estampados florales. Para los eventos oficiales, ya no dudaba en calzarse exóticos fascinators y tocados, ¿El tamaño? Lo suficientemente grandes como para llamar la atención.
Las carteras eran todo un must have de la Princesa. Sus elegidos incluían los clásicos baulitos de la firma Peter Kent, y hasta se animó a lucir un modelo de la diseñadora salteña Gabriela Fiori, que combina cueros con materiales bien criollos.

De noche, recargada. La por entonces futura Queen de la dinastía de los Orange-Nassau ya elegía enfundarse en diseños cargados de pedrería, modelos sirena bien ajustados al cuerpo, drapeados, faldones y toda clase de gasas, shantung y seda con caída perfecta. Los escotes más repetidos en los diseños de la argentina eran palabra de honor y un solo hombro. En contadas ocasiones se animaba a los metalizados o detalles dorados.
Antes de calzarse la corona, algunos medios europeos la definieron como la princesa más exuberante y una de las más gastadoras. De hecho, una publicación francesa reveló que la princesa tenía asignados casi 650 mil euros para sus gastos. Y es por eso que, contaban, no escatimaba jamás en elegir las mejores firmas, a diferencia de princesas más low profile como Letizia Ortiz, que se vestía (y sigue haciéndolo) “made in Spain” y no duda en gastar en Mango o Massimo Dutti, o Kate Middleton, que repite vestidos y se anima a Zara. Igualmente, esto no era del todo así, ya que, con los años, Máxima también se sumó a la moda circular, reciclando los mejores hits de su closet que, incluso, volvieron a lucir sus tres hijas.

Fotos: archivo Grupo Atlántida
Apertura: Silvana Solano