En una declaración que estremeció a los investigadores y que podría cambiar el rumbo de la causa, Celeste Magalí González Guerrero, de 28 años, una de las nueve detenidas por el triple femicidio de Ciudad Evita, amplió su indagatoria ante el fiscal Carlos Adrián Arribas y ofreció un relato minucioso —y perturbador— de cómo se concretaron los asesinatos de Brenda del Castillo (20), Morena Verdi (20) y Lara Gutiérrez (15).
González Guerrero, quien vivía en la casa de Florencio Varela donde ocurrieron los hechos, fue capturada poco después del hallazgo de los cuerpos, junto a su pareja, Miguel Villanueva Silva (25), en un hotel alojamiento de la zona. Según la investigación, ambos habrían encargado a otra pareja la limpieza de la escena del crimen, intentando borrar toda huella del horror que acababa de suceder.

Una organización más grande de lo que se creía
Durante su declaración, Celeste introdujo un dato que sacudió el esquema de la investigación. Según su testimonio, el verdadero jefe de la banda no era Tony Janzen Valverde Victoriano, alias Pequeño J, de 20 años, sino Víctor Sotacuro Lázaro (41), al que ella identificó como el Duro.

“Le robaron 30 kilos de cocaína al Duro. Dos de las chicas fueron, sé que una era Brenda, pero la otra no sé quién fue. Aunque creo que la de 15 años (Lara) no tenía nada que ver”, aseguró González Guerrero ante el fiscal.
Hasta ese momento, los investigadores creían que Pequeño J lideraba la organización, pero la nueva versión de la imputada sugiere que Sotacuro Lázaro estaba por encima de él. “Julio (por Pequeño J) llamaba ‘tío’ a Sotacuro. En la jerga, el ‘Abuelo’ es quien la produce, el máximo. El ‘Papá’ baja la droga. Luego están los ‘Tíos’ y después los ‘Pequeños’, como Julio, que manejaba 7 o 10 kilos. Últimos están los pibes, los ‘Bebés’ o ‘Mulos’”, explicó Celeste, revelando una estructura mafiosa detallada.

“Las chicas bajaron sonrientes”
Según su relato, aquella noche del 19 de septiembre, las tres víctimas llegaron a la casa en una camioneta Tracker blanca, acompañadas por Pequeño J, Sotacuro y otros dos hombres que aún están prófugos.
“Las chicas bajaron sonrientes. Se las veía como engañadas, que venían a una fiesta”, declaró Celeste. Luego, dijo que ella se fue y que regresó a las cuatro de la madrugada. Al llegar, notó algo extraño: “Miguel me abrió la puerta y tenía uno de sus dedos sangrando”.
A partir de ahí, su relato se volvió aún más estremecedor. “Me explicó que cuando fue a dejar el parlante, una de las chicas quiso salir corriendo. Entonces agarró un destornillador y un vidrio, y la mató. Me dijo que se lo clavó en el cuello, y como seguía viva, fue a buscar un fierro y se lo aplastó en la cara”, narró con frialdad sobre el ataque de su pareja a la primera de las jóvenes asesinadas: Brenda.

Los detalles más macabros
Celeste aseguró que su novio le contó que “a Brenda la mataron primero, luego a Morena y última a Lara”. Y agregó una escena macabra: “Mencionó que a la que le cortaron los dedos estaban jodiendo con que una de sus falanges se la había comido su perro Pantera”.
Su testimonio incluyó un pasaje que heló la sala: “Miguel le dijo a Lara que si le hacía el amor rico al sujeto que tenía un arma Glock, a lo mejor vivía. Él me dijo que ese hombre le dijo a Lara que se iba a morir igual, pero no iba a sufrir como las otras”.
Además, González Guerrero mencionó que otro detenido, Matías Agustín Ozorio (28), le contó que una persona no identificada le había pagado a Pequeño J un millón de dólares “por lo que hicieron”, además de los mil dólares que Villanueva cobró por prestar su casa para el crimen.

El intento de borrar las huellas
Según su relato, después de los asesinatos, ella y su pareja fueron a comprar lavandina, artículos de limpieza y dos bidones de nafta, que luego se usaron para incendiar la camioneta Chevrolet Tracker en un descampado.
“Yo los guié hasta el lugar donde prendieron fuego el vehículo. Después caminé hasta un punto de encuentro donde recibí comida para los asesinos. Cuando llegué con las hamburguesas, ya no vi sangre, nada. Habían limpiado todo con los productos que compramos”, declaró.
Dijo que en la casa solo quedaron Matías Ozorio y Miguel, y que Ozorio pidió un remís para irse “con las hamburguesas”.
Reconocimientos y nuevas líneas
En la indagatoria, la acusada reconoció a varios de los implicados en las fotografías mostradas por la fiscalía. Identificó a Pequeño J, a quien llamaba Julio, y reiteró que éste respondía a Sotacuro, su supuesto “tío”.
También señaló a David Gustavo Morales Huamaní (36), alias El Loco David o El Tarta, quien habría estado presente en la casa “con guantes de látex”.

Con estas declaraciones, la Justicia sumó nuevas líneas de investigación que apuntan a una red narco transnacional con estructura jerárquica y vínculos directos con la violencia de género.
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