Nuevo revés judicial para Bill Cosby: otras nueve mujeres lo demandaron por agresión sexual – GENTE Online
 

Bill Cosby: otras nueve mujeres lo demandaron por agresión sexual

Otras nueve mujeres demandan al cómico Bill Cosby por agresión sexual
El actor de 85 años, quien fue liberado en 2021, volvió a ser demandado por nueve mujeres que relataron que utilizó su "enorme poder, fama y prestigio" para quedarse a solas con ellas, drogarlas y agredirlas sexualmente. 
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Nueve mujeres presentaron una demanda por agresión sexual en un tribunal de distrito en Nevada (EE.UU.) contra el cómico Bill Cosby, que en 2018 fue el primer famoso encarcelado por abusos sexuales en la era del "Me too".

Cosby (85), que salió de la cárcel en 2021 después de que un tribunal anulara su condena, habría utilizado su "enorme poder, fama y prestigio" para quedarse a solas y agredir sexualmente a las víctimas, según la demanda presentada este miércoles y recogida por la prensa estadounidense un día después.

De acuerdo con el relato de las demandantes, el también actor las drogó y emborrachó para luego agredirlas sexualmente en diferentes casos sucedidos entre 1979 y 1992 dentro de casas, camerines y hoteles ubicados en las ciudades de Las Vegas y Reno (Nevada, EE.UU.), así como en las cercanías del Lago Tahoe.

Esta demanda llega semanas después de que el gobernador de Nevada, Joe Lombardo, firmara un proyecto de ley que eliminaba el plazo de dos años para que los adultos denunciaran casos de abusos sexuales.

Una modificación que se engloba dentro de las llamadas "leyes retrospectivas", que también se han aplicado en estados como el de Nueva York, donde en diciembre otras cinco mujeres denunciaron al cómico tras abrirse la posibilidad para que víctimas de delitos sexuales pudieran acudir a la Justicia aunque los casos hubieran prescrito.

"Resulta interesante que estas 'ventanas retrospectivas' se estén abriendo solo en los estados donde residen muchas de las demandantes del señor Cosby. Hay que preguntarse: ¿Quién las está financiando a ellas y a los legisladores?", esgrimió el portavoz del protagonista de The Cosby Show, Andrew Watt, en declaraciones a Variety tras conocerse la nueva demanda.

En junio del año pasado, un tribunal de California, en virtud de otra ley que suspendía la prescripción de demandas por abusos sexuales, declaró culpable a Cosby por agredir sexualmente en 1975 a una menor de edad dentro de una de las habitaciones de la conocida Mansión Playboy (Los Ángeles, California).

Más de 60 mujeres han denunciado conductas inapropiadas a lo largo de la carrera de Bill Cosby, quien ingresó en prisión en 2018 por abusar sexualmente de la canadiense Andrea Constand, convirtiéndose en la primera celebridad encarcelada en la era del "MeToo".

Cosby fue liberado en 2021 después de que la Corte Suprema de Pensilvania revocara su condena por un acuerdo civil previo en el que indemnizó a la víctima.

Tras su salida de la cárcel, el cómico había expresado su intención de actuar en Estados Unidos, Canadá y Reino Unido, y también pretendía encabezar una campaña por la "reforma de la Justicia" y el "sistema penitenciario" basada en sus propias experiencias.

Bill Cosby en 2021, al ser liberado luego de que la Corte Suprema de Pensilvania revocara su condena por un acuerdo civil previo en el que indemnizó a la canadiense Andrea Constand.
Bill Cosby en 2021, al ser liberado luego de que la Corte Suprema de Pensilvania revocara su condena por un acuerdo civil previo en el que indemnizó a su víctima, la canadiense Andrea Constand.

Quién es Bill Cosby: de padre de familia a depredador sexual

William Henry Cosby Jr. fue el primer actor negro que ocupó un rol protagónico en una exitosa serie televisiva, I Spy. Fue el primer negro en ganar un Emmy, el mayor premio de la televisión estadounidense, por su papel en esta serie en 1966. Y ganó otros dos en 1967 y 1968, algo nunca visto en la época.

Antes de la televisión, Cosby trabajó en teatro, y fue sobre sus escenarios que comenzó a imprimir su marca en la cultura popular de Estados Unidos. Sus shows unipersonales marcaron a varias generaciones de humoristas, con Jerry Seinfeld a la cabeza, por su capacidad de trasladar a un auditorio su universo, al tiempo que utilizaba un lenguaje desprovisto de toda vulgaridad.

Aunque pasó también por el cine (Uptown Saturday night con Sidney Poitier en 1974, y Bob y Carole y Ted y Alice, entre otras), fue en la televisión que se consagró, sobre todo con El show de Bill Cosby, que creó y que se emitió entre 1984 y 1992.

Esta serie sobre una familia negra burguesa, unida en torno a la figura patriarcal de Cliff Huxtable, un respetado ginecólogo con un gran sentido del humor, le valió dos Globos de Oro y muchos otros galardones, y se transformó en uno de los más grandes sucesos de la historia de la televisión.

"No tendríamos probablemente" un Barack Obama en la Casa Blanca "si no hubiéramos tenido The Cosby Show", estimó en 2013 la presentadora televisiva Oprah Winfrey. "Porque The Cosby Show hizo descubrir a Estados Unidos una manera de ver a los negros y la cultura negra que no conocían".

Con su imagen de padre afable que fuera de pantallas hacía apología de los valores familiares y alentaba a los jóvenes negros a no abandonar sus estudios, Cosby se convirtió en un ejemplo para la comunidad afroestadounidense. Su caída fue traumática, y muchos de sus admiradores se sintieron traicionados.

Nacido el 12 de julio de 1937 en Filadelfia, el actor creció con una madre que se ocupaba de tareas de limpieza, un padre que era cocinero en la Marina y tres hermanos, mientras se ganaba rápidamente una reputación de payaso en su clase.

Bill Cosby llegando a la corte el 24 de septiembre de 2018, Norristown, Pennsylvania. A sus 81 años, fue la primera celebrity juzgada y encarcelada en la era del "Me Too".

#MeToo, el movimiento feminista que revolucionó Hollywood

El 5 de octubre del 2017 nacía el movimiento feminista #MeToo que revolucionó Hollywood y despertó las masas a nivel internacional. Hace cinco años, uno de los diarios con más prestigio a nivel mundial, The New York Times, publicaba un artículo en el que destapaba el largo historial de acoso sexual del productor Harvey Weinstein, personaje considerado intocable pese a los rumores que corrían sobre su mala conducta.

Si bien el movimiento #MeToo tomó dimensión por lo sucedido en Hollywood, diez años antes la activista Tarana Burke había empezado a acompañar y apoyar a las sobrevivientes de violencia en su comunidad bajo el mismo lema. No obstante, fue el mediático caso de Weinstein el que unió a las actrices de la industria del cine -motivo por el tema se instaló rápidamente en la agenda global-.

Así arrancó una ola de denuncias y manifestaciones que terminó reproduciéndose en mujeres de todo el mundo que, por primera vez y a escala global, hablaban de la violencia sexual que sufrieron y sufren. Y así lograron poner el tema en foco central de la agenda pública, política y privada.

El famoso artículo de The New York Times, que salpicaba a Weinstein en su investigación, revelaba lo que era un rumor a voces en la industria del cine: en el mundo del cine había productores que prometían ayudar a que las carreras de ciertas actrices prosperaran a cambio de favores sexuales. Y uno de ellos era Harvey Weinstein. 

Foto: Harvey Weinstein en los tribunales estadounidenses

Según se supo, durante el juicio que se le inició al productor, Harvey Weinstein intentó tocar a varias actrices en habitaciones de hoteles, e incluso forzarlas a mirarlo desnudo. Y todo bajo el abuso de poder que podía ejercer en el medio cinematográfico.

Fueron meses de investigación, en la que dos periodistas del diario estadounidense trabajaron para destapar la gran mancha negra de Hollywood. Fue tal el escándalo que Weinstein fue despedido de su propia empresa, cofundada con su hermano Bob Weinstein, que llevaba su nombre, The Weinstein Company.

Pese a la caída del productor considerado intocable, cinco días más tarde, otro artículo publicado -esta vez en la revista The New Yorker- reafirmaba las acusaciones del cofundador del estudio Miramax. Más de 80 mujeres, entre ellas famosas actrices, lo acusaban de acoso sexual o violación.

La estremecedora carta de Andrea Constand, la víctima de Bill Cosby que logró ponerlo entre rejas en 2018

En 2018, la principal testigo en la causa contra el actor estadounidense leyó ante el juez un texto de cinco páginas detallando el trauma que sufrió tras haber sido violada y drogada. Fue antes de que condenaran a Cosby entre 3 y 10 años de prisión.

"Para poder verdaderamente comprender el impacto que generó el asalto sexual en mi vida, deben saber la persona que era antes de que esto ocurriera. Al momento del asalto, tenía 30 años, estaba en forma, era una deportista segura de mí misma. Era fuerte, habilidosa, tenía excelentes reflejos, agilidad y velocidad. Cuando me gradué de la escuela secundaria en Toronto estaba entre las tres mejores jugadoras de basquetbol de Canadá. Decenas de universidades en los Estados Unidos estaban haciendo fila para ofrecerme una beca para jugar baloncesto y yo elegí a la Universidad de Arizona.

Durante cuatro años era escolta en el equipo de basquetbol femenino, haciendo hasta 30 puntos por partido. Fue una gran época en mi vida y aprendí mucho, desarrollé un excelente grupo de amigos, muchos de los cuales eran mis compañeros de equipo y viajé alrededor de los Estados Unidos compitiendo.

El único inconveniente era que extrañaba a mi familia y empecé a padecer una fuerte sensación de nostalgia que empezó a afectar mis estudios y mi entrenamiento, a mi padre se le ocurrió la idea de mudar a su padre y a su madre a Tucson.

Mis abuelos estaban próximos a cumplir 70 años cuando aceptaron mudarse a más de 2 mil millas para ayudarme a adaptarme a esta vida lejos de mi casa. Se habían retirado después de haber vendido su restaurante en Toronto y creyeron que el clima cálido y seco les haría bien. Yo siempre había tenido una relación especial con mis abuelos. No solo me había criado en su casa, sino que hablé primero griego que inglés. Ellos consiguieron un apartamento cerca del mío y yo pasaba ahí la mayoría de los días, hablando y riendo mientras disfrutaba de mis comidas caseras favoritas. Rápidamente se evaporó el sentimiento de nostalgia y dejé de extrañar mi casa.

Después de obtener un título de Comunicaciones en la Universidad de Arizona, firmé un contrato por dos años para jugar básquetbol profesional en Italia. Convertirme en deportista profesional elevó mi nivel de entrenamiento. Nuevamente prosperé en el equipo y disfruté viajando por Europa, aunque en la mayoría de los casos no conocía más que las canchas de básquetbol donde jugábamos y las habitaciones de hotel donde dormíamos.

Cuando terminó mi contrato, mi ex entrenador de la Universidad de Arizona me incentivó a aplicar para el puesto de Directora de Operaciones del equipo de básquetbol de la Universidad Temple University en Filadelfia. Era un trabajo demandante y un gran desafío que requería manejar el aspecto logístico para que otros pudieran concentrarse en entrenar al equipo para las competencias. Yo también estaba a cargo de la organización de los viajes cuando concurríamos con el equipo y el personal de apoyo a los distintos torneos.

Era un gran trabajo pero después de unos años, sabía que quería dedicarme a las artes curativas, mi otra pasión. También quería trabajar más cerca de mi casa, donde me reencontraría con todos mis familiares y muchos amigos.

Yo sabía quién era y me gustaba cómo era. Estaba en mi mejor momento, tenía la certeza de que el trabajo preliminar que había hecho en mis estudios en conjunto con mi entrenamiento me darían gran estabilidad para enfrentar cualquier reto que pudiera enfrentar en el futuro.

Que equivocada estaba. En realidad, nada me podría haber preparado para esa noche de enero del 2004, cuando la vida que conocía hasta el momento se detuvo abruptamente.

Acababa de presentar mi renuncia en Temple cuando el hombre que había llegado a conocer como un mentor y amigo me drogó y asaltó sexualmente. En lugar de poder correr, saltar o hacer cualquier otra cosa física que quería, durante el asalto estaba paralizada y completamente indefensa. No podía mover mis piernas ni brazos. No podía hablar ni mantenerme consciente. Estaba totalmente vulnerable sin poder protegerme.

Después del asalto, no estaba segura de qué era lo que realmente había pasado pero el dolor lo decía todo. Sentía una vergüenza arrolladora. Las dudas y la confusión hicieron que no pudiera apoyarme en mi familia como normalmente lo hacía. Me sentía completamente sola, sin poder confiar en nadie, ni en mí misma.

Logré pasar las siguientes semanas concentrándome en el trabajo. El equipo femenino de básquetbol estaba en la mitad del torneo Atlantic 10 y estaba viajando bastante. Fue una época sumamente ocupada para mí y esa distracción ayudó a distraer mi mente de lo que había ocurrido.

Sin embargo, cuando el equipo no estaba viajando, yo me encontraba en la oficina de Temple donde tenía la obligación de interactuar con el señor Cosby, quien era uno de los miembros del consejo. El sonido de su voz en el teléfono era como un cuchillo apuñalándome en las tripas. Ver al hombre que me había drogado y asaltado sexualmente ingresar en la oficina de básquetbol me llenaba de temor. Hice todo lo que mi trabajo requería pero mantuve la cabeza baja, contando los días hasta que pudiera regresar a Canadá. Confiaba en que en cuanto me fuera, las cosas regresarían a la normalidad.

Pero el dolor y la angustia se vinieron conmigo. En casa de mis padres, donde me estaba quedando hasta que me instalara, no podía hablar, comer ni socializar. En vez de sentirme menos sola porque estaba de regreso en mi casa con mi familia, me sentía más aislada que nunca. En lugar de mi legendario e insaciable apetito -motivo de broma en mi familia- apenas probaba la comida, pareciéndome cada semana más a un espantapájaros. Siempre era una persona que dormía profundamente, pero ahora no podía dormir más de dos o tres horas. Estaba exhausta todo el tiempo.

Usaba la excusa de la exigencia de mis nuevos cursos para no tener que concurrir a reuniones familiares ni eventos y para evitar salir con amigos. Para los demás estaba ocupada con mi estudios. Pero la terrible verdad de lo que me había sucedido -en manos de un hombre que mi familia y mis amigos admiraban y respetaban- daba vueltas dentro de mí.

Después empezaron las pesadillas. Soñaba que otra mujer estaba siendo asaltaba enfrente mío y que eso era todo mi culpa. En el sueño me consumía la culpa y rápidamente empecé a tener esa misma sensación también cuando estaba despierta. Me empecé a poner cada vez más ansiosa pensando que lo que me había sucedido a mí le iba a pasar a otra persona. Estaba aterrorizada pensando que ya era demasiado tarde y que los asaltos sexuales continuaban por haberme quedado callada.

Y una mañana llamé a mi madre por teléfono para contarle lo que me había sucedido. Ella me había escuchado llorar mientras dormía. No me dejaba escapar e insistió en que le contara qué me sucedía. No se iba a conformar con menos de una explicación completa de la verdad.

Haber reportado el asalto a la Policía Regional de Toronto solamente intensificó el miedo y el dolor, haciéndome sentir más vulnerable y avergonzada que nunca. Cuando el fiscal del distrito del condado de Montgomery, a las afueras de Filadelfia, decidió no procesarlo por falta de evidencia, nos quedamos sin ningún sentido de justicia ni validación. Después de que entablamos demandas civiles, la respuesta del equipo legal del señor Cosby fue rápida y furiosa. Su objetivo era asustarme e intimidarme, y funcionó.

Además del daño psicológico, emocional y la intimidación financiera entablaron una campaña de difamación en los medios que dejaron a mi familia temblando del shock. En vez de ser elogiada por decir las cosas como son, me tildaron de oportunista, de estafadora y de ser una mentirosa compulsiva. Mis padres, trabajadores de clase media, fueron acusados de querer sacarle dinero a un hombre rico y famoso.

En la declaración durante el juicio civil tuve que revivir cada detalle espeluznante del momento del asalto sexual frente al señor Cosby y a sus abogados. Me volví a sentir traumatizada y, frecuentemente, terminaba con lágrimas. Tuve que presenciar cómo Cosby hacía chistes e intentaba degradarme y reducirme, mientras sus abogados me menospreciaban y me miraban con desdén. Esto hizo que me sintiera más avergonzada e indefensa, y al final de cada día me iba emocionalmente derrotada y exhausta.

Cuando estábamos próximos a llegar a un acuerdo, en el que mi testimonio quedaría sellado y confidencial, pensé que finalmente -finalmente- iba a poder continuar con mi vida, que este capítulo espantoso de mi vida había terminado. Este mismo sentimiento me acompañó a lo largo de los dos juicios criminales. Los ataques contra mi persona continuaron, volcándose fuera de la corte en un intento por desacreditarme y retratarme negativamente. Esta difamación de mi persona me ha causado un sufrimiento insuperable, estrés y ansiedad que todavía padezco hasta el día de hoy.

Hasta ese momento no sabía que mi asalto sexual apenas había sido la punta del iceberg.

Ahora, más de 60 mujeres se han identificado como víctimas de los abusos sexuales de Bill Cosby. Es posible que nunca conozcamos el alcance de su doble vida como un depredador sexual, pero el reino de terror que mantuvo durante décadas como un violador serial se ha terminado.

Bill Cosby se llevó mi espíritu hermoso, sano y joven y lo aplastó. Él se robó mi salud y vitalidad, mi esencia y mi confianza en mí misma y en otros.

Nunca me casé y no tengo pareja. Vivo sola. Mis perros son mis compañeros y los miembros de mi familia inmediata, mis mejores amigos.

Mi vida gira en torno a mi trabajo como una masajista terapéutica. La mayoría de mis clientes necesitan ayuda eliminando los efectos de la acumulación de estrés. También estudié masajes médicos en el Memorial Sloan Kettering Cancer Center de Nueva York y en muchos casos ayudo a pacientes con cáncer a sobrellevar los efectos secundarios de la quimioterapia y la radiación. También ayudo a muchos más- personas con Parkinson, artritis, diabetes y demás–. Algunos de mis pacientes tienen 90 años. Yo los ayudo a manejar los estragos de la vejez, reduciendo la rigidez y los dolores.

Me gusta mi trabajo. Me gusta saber que puedo ayudar a aliviar el dolor y el sufrimiento de otros. Sé que eso me ayuda a sanarme a mí también.

En vez de mirar atrás estoy ansiosa por mirar hacia el futuro. Quiere llegar al lugar donde la persona que yo debía ser recibe una segunda oportunidad.

Sé que todavía tengo margen para crecer".

Con información de EFE y archivo Grupo Atlántida.

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