"Estoy muy feliz, acá, junto a Roberto y mi hija. Y muy, pero muy agradecida". Las palabras de María Elena, la mujer de Sandro, son pocas pero justas. Acorazado en su smoking bajo el arco de la catedral de Nuestra Señora de la Paz, en Lomas de Zamora, el Gitano sonreía orgulloso.
La alegría que le asomaba por sus ojos lo obligaba a temblar. Su rosa más que especial, su hijastra Maricel Pfeiffer (23), daba lentos pasos hacia el matrimonio. El novio, Leandro Sisi, aguardaba en el altar. A las 21, las alianzas se cruzaron. Y con el beso de los novios, el temblor se le hizo más fuerte. Se le casó la nena, finalmente. Y deslizó: "Estoy feliz. Mi chiquita encontró al hombre de su vida".
A la salida de la catedral, Sandro miró a su nena en su sencillo vestido blanco: un calco de su amada María Elena. Y tal fue la sensación, que su salud quiso jugarle una mala pasada con un fuerte acceso de tos. Pero tan solo fue un susto: "Es que es un momento muy fuerte en la vida de uno. Porque cuando la emoción es tan grande y se tiene un enfisema como el mío, el pecho se te cierra y no te deja respirar", dijo. Con la llovizna -buen augurio para toda boda-, Sandro se compuso. Le imprimió un beso en la mejilla a Maricel, y recordó el día en que ella irrumpió en su vida: "Conocí a esta criaturita, a esta maravilla, cuando tenía tres años. Yo salía todo mojado y en malla de la pileta, y ella me
dijo: 'Yo a hombres desnudos no saludo'. Y me enamoró".
Sandro y su mujer subieron a un Peugeot negro y partieron rumbo a la fiesta, en el Salón Augusto, sobre la calle Maipú, en Banfield. Cuando estuvo cara a cara con el novio, se fundieron en un largo abrazo. ¿Celos de que le roben a su rosa? De ningún modo: "Se la lleva un chico maravilloso que ella eligió muchos años. Ahora puedo continuar sin temores los años que me queden".
Maricel en su sencillo vestido blanco.
Sandro es pura alegría en la fiesta de la boda.
