La boda de Máxima Zorreguieta (53) y el entonces príncipe heredero Guillermo Alejandro de los Países Bajos (57), celebrada el 2 de febrero de 2002 en Ámsterdam, quedó grabada como uno de los eventos más icónicos de la realeza europea.
Una mezcla de tradiciones reales holandesas y detalles cuidadosamente seleccionados hicieron de esta unión un ejemplo de sofisticación y también una vidriera del espíritu más argentino.

En esta nota, GENTE compila las mejores fotos que guarda nuestro archivo y los secretos de la boda real que fue seguida por 900 millones de personas por televisión e hizo de Ámsterdam una fiesta del turismo, convocando a fanáticos de todas las latitudes que quisieron vivir de cerca el histórico acontecimiento.

Un guiño al pasado y el legado de la casa de Orange en los accesorios nupciales de Máxima
El velo de encaje que llevó Máxima tenía una historia propia. Procedía de una colección vintage que pertenecía a la familia real holandesa y simbolizaba la unión entre el pasado y el futuro de la monarquía. La novia también llevó una tiara de diamantes de la colección de la Casa de Orange, una pieza que había sido utilizada por varias generaciones de reinas y princesas.
Máxima lució otras joyas destacadas. Mientras el anillo de compromiso de platino tenía incrustado un diamante naranja ovalado y flanqueado por dos otros dos de talla esmeralda engastados, las alianzas de la pareja también fueron de platino, realizadas a mano y de 2,5 milímetros de ancho.

Salud a la argentina: un vino icónico de Mendoza
Entre los detalles que hicieron de la recepción un deleite para los invitados se encontraba el vino mendocino Primus –en latín significa primero–, de Bodegas Salentein. Claro que el clásico del Valle de Uco fue el claro guiño a las raíces argentinas de la brillante economista y flamante reina.

“Queríamos un vino que contara una historia, y Primus tiene la personalidad y la estructura para hacerlo”, dijo en su momento un miembro del equipo de protocolo de la Casa Orange Nassau.
Específicamente se sirvió el Pinot Noir 2000 de esa etiqueta, una línea incipiente que en ese momento tenía dos cosechas en el mercado. Pero la elección no fue casualidad: los orígenes de la bodega contó con capitales neerlandeses.

Un menú memorable, a la altura de un acontecimiento histórico
El banquete no solo incluyó el vino mendocino; también presentó una fusión de sabores europeos y sudamericanos. Los invitados disfrutaron de un menú que combinaba la sofisticación de la alta cocina holandesa con toques de la gastronomía argentina.
Entre los ocho platos principales destacaron el lomo argentino con chimichurri y un postre inspirado en el dulce de leche. Un infaltable en las mesas dulces de cualquier mesa criolla.

La reina Beatriz, Nelson Mandela, Carolina de Mónaco, la reina Sofía, el príncipe Carlos de Inglaterra, los reyes Sonia y Harald de Noruega, y 993 convidados más fueron testigos del festejo a puertas cerradas en el Royal Palace.
Claro que para la comida se utilizó la vajilla de la colección de la familia real, con sellos y monogramas, y cubiertos de plata. En el suntuoso recinto, todos quedaron impresionados con las arañas de caireles lustrosos, los mármoles y los majestuosos salones.

Un padre ausente y un gesto conmovedor
Uno de los aspectos más comentados fue la ausencia del padre de Máxima, Jorge Zorreguieta (1928-2017), debido a su vínculo con el régimen de Jorge Rafael Videla. Una comisión del gobierno holandés viajó a Buenos Aires para exigirle la firma de un documento por el que se comprometía a no asistir a la boda.

“Como padre de la novia tengo todo el derecho de asistir a la boda de mi hija”, exigió el subsecretario y secretario de Agricultura y Ganadería del gobierno de facto, hoy fallecido. Tal como cuentan, Máxima lloró al tener que pedirle que acepte. Tras ceder al ruego, ni él, ni su madre, María del Carmen Cerruti Carricart (que se solidarizó con su marido), estuvieron presentes en el gran día de Máxima.

En Máxima, una historia real, Soledad Ferrari profundiza en las tensiones familiares que rodearon la unión. “La ausencia del padre de Máxima en la ceremonia fue un reflejo de los sacrificios personales que ella estuvo dispuesta a hacer por su futuro y por el bienestar de la familia real”.

“Este gesto no solo simbolizó su compromiso con Guillermo, sino también su determinación para forjar una nueva identidad lejos de las controversias pasadas”, explica Ferrari, destacando la fortaleza emocional de Máxima durante los preparativos de la boda.

Aunque Jorge Zorreguieta no estuvo presente, su hija tuvo un emotivo gesto en su honor al elegir una melodía argentina durante la ceremonia. Uno de los momentos más emotivos en la iglesia Nieuwe Kerk fue un tributo que conmovió a los presentes y simbolizó la fortaleza de Máxima al navegar las complejidades de su pasado: el bandoneonista Carel Kraayenhof interpretó el tango Adiós Nonino, de Astor Piazzolla, favorito de su padre.

Detalles de protocolo y un beso inesperado
25 decoradores trabajaron en la ambientación de la iglesia. Por pedido de la novia, las flores cumplieron un rol fundamental: 30 mil se distribuyeron a lo largo del espacio religioso. En su manos Máxima llevó un bouquet de rosas blancas, gardenias y lirios del valle.

El protocolo fue estrictamente observado durante toda la jornada, pero hubo momentos de espontaneidad que sorprendieron a los asistentes. Uno de ellos fue el icónico beso en el balcón del Palacio Real de Ámsterdam.

Aunque planeado, Guillermo Alejandro y Máxima lograron que pareciera un acto de amor sincero y espontáneo, arrancando aplausos de la multitud que se congregó para celebrar.

Lo que todos quieren saber: la trastienda de la elección nupcial de Máxima, el Valentino que hizo historia
Máxima caminó hacia el altar en una creación de Valentino, pero no fue su primera opción. Inicialmente, la novia había considerado a otros diseñadores europeos antes de decidirse por el diseñador italiano.

El vestido, hecho de mikado de seda, se destacaba por su elegancia clásica y por una cauda de cinco metros que evocaba la grandeza de las bodas reales. Lo que pocos saben es que Valentino ajustó el diseño en tiempo récord, tras varias solicitudes de cambios de último minuto hechas por la novia.

Detrás de bambalinas, un equipo de costureras trabajó hasta altas horas de la noche durante semanas para perfeccionar cada detalle. El bordado floral en los puños y el escote se realizó a mano, incorporando hilos de plata que simbolizaban prosperidad y longevidad.
Valentino, conocido por su perfeccionismo, supervisó personalmente las pruebas finales en un atelier privado en Roma. Una anécdota poco conocida es que, durante la última prueba, se descubrió una pequeña imperfección en la costura de la cauda, lo que llevó a un arreglo de emergencia pocas horas antes del gran día.

La Maximanía en Holanda, siempre retratada por GENTE






Fotos: archivo Grupo Atlántida
Compilación de material de archivo: Gustavo Ramírez
Arte de apertura: Silvana Solano.