No es fácil ver llorar a un hombre como Kevin Benavides. Porque su vida ha sido una colección de proezas endurecidas por la arena del desierto, por las fracturas, por las madrugadas de dolor físico y mental. Porque él fue el que escribió historia para el deporte argentino cuando en 2021 se convirtió en el primer compatriota en ganar el Rally Dakar en motos. Y porque lo repitió en 2023, cuando muchos creían que su mejor versión ya había pasado. Pero esa escena, con los ojos vidriosos y la voz entrecortada, fue distinta. Fue la de un hombre aceptando que su cuerpo ya no podía seguir el ritmo de su alma.

“Vengo batallando desde hace un largo tiempo con el tema de la última lesión que sufrí”, dijo, respirando hondo, como si al soltar ese aire se le fuera también una parte de sí. Se refería al accidente brutal que sufrió hace poco más de un año en un entrenamiento, un golpe tan feroz que, según sus médicos, podría haberle costado la vida. Y sin embargo, volvió. Compitió. Probó. Se exigió. Pero algo ya no estaba igual.
“Es un brazo está muy débil y que ante cualquier problema, obviamente puedo tener una complicación mucho peor”, explicó. El mismo brazo izquierdo que alguna vez sujetó con rabia el manillar en los últimos kilómetros de un Dakar, ahora era su límite. “Me gusta estar ahí para pelear y para dar lo mejor de mí y ya no poder entregar mi 100% hace que no pueda hacer yo básicamente arriba de una moto”.
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Para alguien como él, no poder pelear es peor que perder. Porque perder, al menos, implica haberlo intentado. “Lo cual me lleva a tomar esta decisión, pero que creo que es la más acertada, la más sensata”, admitió, con brutal honestidad. Y luego siguió, dando una noticia que impactó como un trueno. “Decidí retirarme como piloto profesional de motos. Así que, bueno, nada, fue un buen camino... Todavía me cuesta hablarlo y asimilarlo, pero es así”.

Fue, sin dudas, su confesión más humana: la de no elegir el final, pero aceptarlo igual. Porque así es la vida. Y también las carreras. Pero este salteño de 36 años no es de los que se quedan en casa sin hacer nada.
“Muchos ya conoce como soy, así que me voy a reinventar. Cierro mi etapa como piloto de motos, pero abro la etapa como piloto de autos”. Ahí, el relato dejó de ser un final y se transformó en prólogo. Como cuando un capítulo termina con un punto y seguido en lugar de un punto final.
No es una idea de último momento. “Eso también estaba en mis planes, es lo que yo tenía planeado para el 2026. Simplemente que lo estoy adelantando un poco”. Porque si algo lo caracteriza es la planificación. Aun en un deporte en el que la incertidumbre es regla, Kevin siempre supo a dónde quería ir.

Y lo dice con un entusiasmo que contagia: “Voy a seguir en competencia porque a mí lo que me gusta es estar en carreras. Amo la competición y amo correr en el Dakar. Entonces, simplemente, voy a pasar de dos a cuatro ruedas. Mi idea es empezar a escribir una nueva historia”.
Una historia que ya empezó a latir en su interior. Que todavía no tiene marca confirmada, ni copiloto, ni categoría definida, pero sí tiene una certeza: lo va a hacer con la misma determinación con la que cruzó la meta en Arabia Saudita, con la bandera argentina flameando en sus manos.
“Me alegro muchísimo por todo lo que hice. Obviamente que es un momento emotivo porque me dediqué toda la vida a esto. Mi vida pasó por las dos ruedas y es raro, cuesta desprenderse, soltarla”. Es que el apego no se negocia, sobre todo cuando se trata de una pasión que lo ha llevado al límite tantas veces. Pero también está la adrenalina del nuevo desafío. “Me embarco en este nuevo desafío que me motiva mucho”, dice.

Kevin Benavides no se retira. Cambia de trinchera. Las dos ruedas le dieron gloria, cicatrices y sentido. Ahora serán cuatro. Pero el espíritu es el mismo. El del chico que se animó a soñar. El del hombre que ganó en la arena más hostil del planeta. El del competidor nato que no sabe vivir sin velocidad.
Y si algo quedó claro, es que no importa cuántas ruedas tenga el vehículo: Benavides va a seguir corriendo hasta que el cuerpo le diga basta. Y si el cuerpo le vuelve a decir basta, seguramente encuentre otra forma de seguir. Porque hay personas que nacen para no quedarse quietas.