No fue una basurita en el ojo. O si lo fue, se trató de veinte mil las basuritas en los ojos. Porque lo del viernes 18 de abril de 2025 a las 22:58 en el Movistar Arena no sólo resultó Hola y adiós: significó la mejor culminación para una de esa clase de relaciones sentimentales a las que el protagonista de la noche, Joaquín Ramón Martínez Sabina (76) -o al menos hasta que conoció a la peruana Jimena Coronado tres décadas atrás), le escapó: inquebrantable, imperecedera, eterna.
Es que de repende, en medio del aplauso y la ovación de quince mil almas compungidas y, paradójicamente, a la vez pletóricas, el hombre al que le gusta “comer de verdad, beber de verdad, besar de verdad, hablar de verdad y enamorarme de verdad…, aunque cuando pones tanto en todas esas cosas lo más normal es que salgas lleno de cicatrices”, cayó en su propia trampa y se emocionó.
“Sin dudas son el mejor público del mundo”, explicó entonces, casi pidiendo disculpas como un chico después de una travesura que no quería cometer. “Gracias, gracias ¡y gracias", agregó con las fuerzas que le quedaban, cuando ya había recorrido una playlist que bien podría sintetizar bastante de la música que acompañó a los presentes a lo largo de su existencia:
Un último vals, Lágrimas de mármol, Lo niego todo, Mentiras piadosas, Ahora que..., Calle Melancolía, 19 días y 500 noches, Quién me ha robado el mes de abril, Más de cien mentiras, Y si amanece por fin, Pacto entre caballeros, Donde habita el olvido, Peces de ciudad, Una canción para la Magdalena, Por el Boulevar de los Sueños Rotos, Y sin embargo, Noches de boda e Y nos dieron las diez.
Un torbellino poético de dieciocho temas más un bis con otros cinco que no sólo hicieron trabajar a centenares de pañuelitos de tisú y, obvio, de tela, sino que inspiraron aquella indomable emoción que el cantautor de la voz rasgada y el bombín no había incluido de antemano en su repertorio.
La canción más hermosa del mundo, Tan joven y tan viejo, Con la frente marchita, Contigo y Princesa cerraron bien arriba la noche, generando una especie de pogo al corazón argentino que cedía a esa clase de relaciones sentimentales a las que el mismo Joaquín Ramón Martínez Sabina (Úbeda, Jaén, Andalucía) siempre quiso escaparle: la que deja una cicatriz, sí, pero de amor eterno.
EL DERROTERO DE UNA DESPEDIDA QUE NUNCA NADIE JAMÁS OLVIDARÁ






EL INGRESO A SU ULTIMO RECITAL EN BUENOS AIRES TRAS 37 AÑOS DE GIRA EN NUESTRO PAÍS











HORA DE ROCKEAR E INICIAR LA CUENTA REGRESIVA






LA PRIMERA GRAN EMOCIÓN ANTES DE UNA ADIÓS INOLVIDABLE





Fotos: Chris Beliera
Videos: Leo Ibáñez
Agradecemos a Jimena Arce (Ja! Comunicación)