A 55 años del primer trasplante de corazón en Argentina, quién fue el médico recibido en la UBA que lo consumó – GENTE Online
 

A 55 años del primer trasplante de corazón en Argentina, quién fue el médico recibido en la UBA que lo consumó

Aquel 31 de mayo de 1968, Miguel Enrique Bellizzi (41) conectó el órgano de Emilio Tomasetti, de 46 años y recién fallecido, con el cuerpo de Enrique Serrano, de 54. Aunque el último murió a los cuatro días, la operación fue considerada un éxito. Un momento fundamental de la medicina nacional que pocos recuerdan, igual que a su autor: un notable doctor nacido en Villa del Parque.
Lifestyle
Lifestyle

Bellizzi en plena operación, junto a su equipo.

En un intento desesperado por salvar la vida de Enrique Serrano, la cirugía se inició a las 04:25 AM y duró hasta las 06:58. Previamente, a las 21:45, ante la cama 23 de la sala 15 del Hospital Ramos Mejía, la señora Isabel Julia Perotto había autorizado el traspaso del corazón de su esposo, Emilio Tomasetti, declarado clínicamente fallecido. Veinte minutos después, el primer hombre cuyo corazón había sido donado en Argentina, marchaba en la ambulancia classic chapa B 102750 desde Capital Federal hacia la Clínica Modelo de Lanús, en Avenida Pavón 4835. Adentro, el equipo del doctor Miguel Bellizzi, con él a la cabeza, aguardaba ansioso el comienzo de la intervención. Incluso de madrugada, la policía debió cortar el tránsito.

El frente de la Clínica Modelo de Lanús. En un círculo, el sector del quirófano

Emoción en el segundo piso

El médico nacido un 30 de octubre de 1926 en Villa del Parque acababa de emular lo hecho casi seis meses antes -el 3 de diciembre de 1967- por el sudafricano Christiaan Barnard, en la Ciudad del Cabo, cuando efectivizó el primer trasplante de corazón del planeta (a Louis Washkansky, que perecería diecisiete días después). Desde entonces sólo se habían llevado a cabo 18: el de Miguel Bellizzi fue el primero de nuestro país, el segundo en Latinoamérica y el decimoctavo del mundo.

Los aplausos tras la intervención.
Entre los médicos que secundaron a Bellizzi estaban Héctor Ruggiero, Eduardo Mouzo, Santiago Claros y Hércules Ángel Rúa, a la vez director de la clínica.

La intimidad de la cobertura de GENTE, inédita para aquellos tiempos, recuerda en sus páginas: “Bellizzi arrojó la cabeza hacia atrás y se detuvo con un gesto de asombro. Casi gritó cuando se abalanzó hacia una señora de pelo blanco, tapado oscuro y anteojos que lo miraba con una sonrisa grandota de satisfacción. Era Irizziti de Bellizzi, madre del cirujano. El médico pareció aislarse de todos. Sólo dijo: ‘Mamá…, mamá…, vos acá’ y lloró sin vergüenza, con humildad, como un niño”.

Las condiciones generales del paciente son satisfactorias. Tiene una presión arterial de 13 de máxima y las pulsaciones golpean fuerte a quince por minuto. Por ahora la respiración será asistida mecánicamente. El ritmo del corazón es el propio del corazón implantado, con un electro normal. El paciente está inconsciente (Bellizzi, con una barba de 36 horas, informando a la prensa)

La madre del doctor, felicitándolo al final de la intervenbción.

Al margen de la emoción inicial, el paciente (Serrano) dejó de existir el martes 4 de junio a las 2:45 de la madrugada por una embolia cerebral, pero su organismo no rechazó el órgano trasplantado. Por eso aquel procedimiento fue considerado un éxito que abrió caminos en nuestro país.

“Aquel día un profesor se me acercó y me felicitó”

Miguel, el hijo, en la actualidad.

Hoy, aquel aniversario inspira las siguientes palabras de su hijo homónimo, Miguel Bellizzi (68):

"Dotado de una gran habilidad quirúrgica y sobre todo de un coraje profesional sin fisuras, él asumió un riesgo sin precedentes en el país. Lo hizo en dos oportunidades y, paradójicamente, significó el final de los trasplantes cardíacos en nuestra patria a lo largo de doce años. Pero, ¿por qué sucedió?", se pregunta.

"La respuesta es simple -responde-: mientras mi padre era sometido a una persecución judicial de más de diez años, que como era de esperar terminó en la nada, en el resto del mundo los trasplantes eran cada vez más frecuentes y los resultados mejoraban día a día. Recién en 1980 el doctor René Favaloro retomó la iniciativa con éxito. Ya nadie podía cuestionar tal necesidad. La otra gran pregunta que surge es cuántas vidas de argentinos se perdieron por la necedad y poca visión de algunos, y estoy siendo mesurado con los adjetivos".

Junto a su padre.

"Lo cierto fue que el 31 de mayo de 1968 -continúa- un evento revolucionó a la sociedad: se había efectuado el primer trasplante cardíaco de nuestra historia. Me enteré durante un recreo en el patio escolar del Liceo Militar General San Martín. Un profesor se acercó a mí y me felicitó. En ese momento pude percibir la importancia de lo que acababa de escuchar. 49 años después tuve el honor, ya siendo cirujano cardiovascular y con más de cuatro décadas de profesión, de participar como disertante en un simposio por el medio siglo desde el primer trasplante cardíaco en el mundo. Mi tema se titulaba 'Primer trasplante cardíaco en Argentina. Dr. Miguel Bellizzi: la lucha de un pionero'. Un momento de altísimo voltaje emocional en el que pude hacer una semblanza de un ser humano que fue mucho más que mi padre", dice. Y añade:

El día del trasplante vino un señor a mi casa y me ofreció cien millones de pesos por darle exclusividad en tres cosas: que le permitiera tener a un periodista durante la cirugía, que pudiera filmar una película y que le dejara tomar todas las fotografías que él quisiera. ¿Qué hice? Lo saqué rajando. Voy a decir más todavía: mi operación no fue la primera que se realizó gratis en la Clínica Modelo de Lanús (Miguel Bellizzi)

La tapa de GENTE que contó aquella historia un tanto olvidada en el tiempo.

Para cerrar, Miguel, que es cirujano cardiovascular como su padre, manifiesta: "Hoy el trasplante cardíaco es una práctica habitual en niños y adultos, con infinidad de historias de vidas salvadas. Desde esta perspectiva la figura de Miguel Enrique Bellizzi, fallecido tempranamente a los 65 años por una neumonitis que contrajo trabajando en su querido Hospital Ramos Mejía, sólo puede ser considerada como la de un verdadero héroe de la medicina nacional. 

Bellizzi junto a su mujer Alicia y el sudafricano Christiaan Barnard, quien había realizado el primer trasplante de corazón de la Historia.

Su legado a Favaloro

Separado de Elena Hilda Absi, Miguel Bellizzi era hijo de Domingo, un empleado de ferrocarriles, padre de Miguel y Daniel y esposo de Alicia, a quien conoció cuando ella era maestra en el Hospital de Clínicas y con quien además fue padre de Álida. Graduado en la Universidad Nacional de Buenos Aires, viajó a Estados Unidos, donde se perfeccionó con célebres cardiólogos como Michael DeBakey, Denton Cooley, Stanley Crawford y Norman Shumway, siendo diplomado en diversos establecimientos de prestigio.

“Todavía no sé lo que es la fama. Tampoco me considero un héroe… Le juro que yo no esperé que todo esto armara tanto revuelo”, le señalaría a GENTE la semana siguiente del primer trasplante y meses antes de un segundo (el receptor murió a las veinticuatro horas, por una diátesis hemorrágica).

Con Ringo Bonavena.

Casi tres años después, añadiría en nuestras páginas: “De aquel tiempo me quedaron muchos excelentes amigos. Por lo demás, estoy tranquilo conmigo mismo. Yo nunca me puse límites en la acción. Uno, al fin y al cabo, es cirujano, y un cirujano no puede estar en contra de las soluciones violentas”, redondeaba el porteño en la edición 297 de GENTE del 1º de abril de 1971, sin imaginar (¿o sí?) que pasaría una docena de años hasta que se consumara otro trasplante de corazón en Argentina: sería el 24 de mayo de 1980, en el Sanatorio Güemes, cuando René Favaloro y su equipo concretaron un reemplazo que le permitió una sobrevida de nueves meses a un paciente.

Junto al tanguero Edmundo Rivero.

Miguel Bellizzi, el hombre al que hasta el tanguero Edmundo Rivero y el boxeador Ringo Bonavena se acercaron a felicitar, fallecía a los 65 años, el 20 de noviembre de 1991, aún desempeñándose como jefe del Servicio de Cirugía Cardiovascular del Hospital Municipal Ramos Mejía. Solo, en un departamento que alquilaba, dueño de un auto y con poco dinero ahorrado pero con varias pinturas de su autoría (derecha), fruto de su amor por el arte y una habilidad manual que se había trasladado del bisturí al pincel.

“Recordar a papá es importante para mi identidad y la de todos los argentinos”

Álida Bellizzi hoy.

Álida tiene 48 años, es la hija menor del DSr. Bellizzi y también habla sobre su padre...

"Qué difícil sintetizar tanto sentimiento y que se transforme en algo grande para todos y no solamente en la mirada amorosa de una hija. Bueno, lo intento… Cuando nací, 1975, ya habían pasado siete años del 'gran acontecimiento'. Por entonces papá se había topado con muchos obstáculos, no sólo a la hora de hacer trasplantes, que de por sí significaron enormes desafíos, sino también para seguir camino tras tal hazaña", señala.

Miguel y su hija.

Y continúa: "En lo personal, poco a poco comencé a sentir que algo grande me rondaba. Lo sentía en la calle: siempre lo saludaba mucha gente, y me la pasaba escuchando comentarios cargados de admiración hacia su persona. Incluso me viene a la mente una mañana de 1979, yo con tres o cuatro años, jugando con el chupetín/silbato Bola loca, cuando mis abuelos Milagros y Alfonso me sentaron arriba de la mesa para verlo en la tele. ¡Todo un acontecimiento! Recuerdo patente mi sorpresa soplando la pelotita y viendo atrás de ella a papá surgiendo en la pantalla chica".

Una de las obras del Dr. Bellizzi.

"También -memora- lo recuerdo cada mañana, desde las 5 AM, comprando el diario en el kiosco de una esquina del barrio de Once, cerquita del Hospital Ramos Mejía, donde cada persona que cruzaba lo saludaba con amor, admiración y respeto. O, apasionado como era, mientras recibía el café caliente de su secretaria Carmiña, escribiendo y dibujando en el pizarrón de su oficina, y explicando y aleccionando a su equipo, que lo acompañaba con admiración y avidez. Ni qué decirles lo que me generaba en el colegio, primero, y en la facultad, después, que los maestros y profesores me preguntaran al pasar la lista del presente si yo tenía algo que ver con el Dr. Bellizzi. 'Es mi papá', respondía a puro orgullo."

Meses después del trasplante, en su casa de Palermo.

Entretanto, los fines de semana íbamos de ronda juntos por las clínicas y los hospitales para ver a sus pacientes recién operados. Con el tiempo descubrí su don, admiré su talento, disfruté su entrega y comprendí su grandeza, la de alguien que siempre priorizó el bienestar de todos, saltando con valentía las formas tan ridículas y estancas. Una valentía que ahora me guía. Porque papá sanaba corazones y yo también lo hago de otra manera desde mi lugar de psicóloga, igual que lo procuraba mi mamá, de quien heredé la profesión.

¿Usted sabe la cantidad de explicaciones que hay que dar si un trasplantado muere? Cuando opero, yo pongo alma y vida en ello. He sido invitado a tres exposiciones médicas mundiales como relator. He sentido el cariño de la gente, el respeto de muchísimo colegas. Y veo también, diariamente, que son muchos los argentinos que me quieren. Muchos (Bellizzi dos años y diez meses luego)

Aunque admito que a veces lo juzgué por su ausencia en mi niñez, su compañía en este plano -que duró hasta mis 16 años- me hizo admirar profundamente su pasión por la salud, por formarse y prepararse con una mirada enfocada en reparar, sanar y salvar vidas. Recordar a papá es importante para mi identidad y también para la de todos los argentinos", completa Álida emocionada.

Fotos: Grupo Atlántida y gentileza de Álida y Miguel Bellizzi
Recopilación de material: Mónica Banyik

Más información en Gente

 

Más Revista Gente

 

Vínculo copiado al portapapeles.

3/9

Lorem ipsum dolor sit amet, consectetur adipisicing elit.

Ant Sig