Martín Francolino: “A los nueve años jugaba al polo con los caballos de la Montada, y a los once leía el Código Penal” – GENTE Online
 

Martín Francolino: “A los nueve años jugaba al polo con los caballos de la Montada, y a los once leía el Código Penal”

Es uno de los abogados más prestigiosos del país. Decenas de famosos en Argentina lo buscan para que lleve adelante sus casos. Como si fuera poco, en su estudio de Nueva York atiende a varias celebridades de Hollywood, entre ellas el actor Will Smith. La historia del hombre que además es jugador de polo, cría caballos y tiene su propio equipo.
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En su flamante estudio porteño de la calle Arroyo al 900, en Retiro, hay dos obras artísticas que no pasan inadvertidas. La primera se encuentra en la recepción: se trata de un mural realizado en óleo, que mide dos metros y medio de alto por dos de ancho. Representa una calle de un barrio neoyorquino partida al medio, con el mismísimo infierno asomando desde el fondo.

El visitante se siente en medio de una escena de la exitosa película protagonizada por Al Pacino, Keanu Reeves y la bella y seductora sudafricana Charlize Theron. “Entre mis clientes hay empresarios muy importantes, una gran variedad de artistas famosos, políticos y directivos de empresas. Pero no soy el abogado del Diablo, confiesa entre risas Martín Francolino (47).

La segunda pared que se destaca está en su oficina privada, justo detrás de la silla y la mesa de madera maciza y oscura donde el letrado atiende y escucha a sus clientes, prepara sus escritos o las distintas columnas que semanalmente escribe para distintos medios. Se trata de un óleo de dos metros de alto por uno y medio de ancho: representa a Araña, una yegua con la que Francolino disputó varios torneos de polo con su equipo La Espadaña Pilar. Murió hace dos años y hoy la está clonando.

FRANCOLINO FRENTE AL EDIFICIO DE TRIBUNALES.

“Fue mi leona, mi guerrera, mi compañera, mi sol en todos los lugares donde nos tocó estar. Sé que ella hoy se encuentra en un enorme pastizal verde, donde corre y disfruta mientras espera el día en que volvamos a estar juntos”, dice Martín con los ojos llenos de lágrimas.

"Entre mis clientes hay empresarios muy importantes, una gran variedad de artistas famosos, políticos y directivos de empresas", dijo Francolino.

En estas dos pinturas, la de la recepción y la de su oficina, están reflejadas las pasiones de este hombre que, además de ser uno de los abogados más prestigiosos del país, disputa torneos profesionales de polo y posee su propio equipo, además de criar y vender yeguas para ese deporte en su club de Pilar. En pareja con la paranaense Luisina Sotera, la mamá de su hijo Valentino (un año y medio), ostenta entre sus clientes una larga lista de famosos de Argentina y de Hollywood. En su estudio de Estados Unidos, entre sus habitués más famosos se encuentra el actor Will Smith.

A los once años entrevistaba presos en la comisaría donde trabajaba su papá y leía el Código Penal mientras pensaba cómo podría defender a esos detenidos. Veamos qué tiene para contarnos...

FRANCOLINO TIENE SU EQUIPO DE POLO: LA ESPADAÑA.

–¿Cómo llegó a visitar a los presos en las comisarías?
–Mi papá, Miguel Ángel (su mamá se llama María Angélica Stagno), trabajó toda su vida en la Policía Federal. Hizo su carrera en la Escuela Ramón Falcón, fue promoción 1951 y llegó a ser comisario general en la época de Juan Ángel Pirker.

–¿Fue él quien le inculcó la pasión por la justicia?
–Me marcó el camino y tuvo mucho que ver con que hoy yo sea abogado. Lamentablemente lo mataron en 2003 en Mar del Plata... Acababa de cumplir 72 años. Había ido a ver una propiedad nuestra en la Costa. Estaba en la pizzería Timoteo, y en un enfrentamiento con dos delincuentes le pegaron un tiro en la cabeza.

–¿Llegó a compartir cosas de la profesión con su papá? Imagino que siendo policía habrá sido de gran ayuda...
–Es así. Y te respondo la pregunta de las visitas a los presos. Yo era un chico raro... ¡A los nueve años jugaba al polo con los caballos de la Montada, y a los once leía el Código Penal! Era fanático de las series Perry Mason y Petrocelli y cuando iba a la comisaría a acompañar a mi viejo visitaba a los presos en los calabozos. Los llenaba de preguntas. Me intrigaba saber por qué los habían encerrado, qué habían hecho...

LA FAMILIA: FRANCOLINO ESTA EN PAREJA Y TIENE UN HIJO.

–¿Y qué le contestaban?
–Al principio les causaba gracia, pero cuando al otro día volvía y les decía qué delito les iban a imputar y cuál sería una buena estrategia de defensa, se quedaban sorprendidos.

–Su profesión estaba definida casi desde la cuna...
–Sí, y mucho más cuando después mi papá me decía que en la mayoría de los casos se había resuelto la estrategia que yo había imaginado. Era un desafío que me gustaba... Eso me marcó para siempre.

"Era fanático de las series 'Perry Mason' y 'Petrocelli' y cuando iba a la comisaría a acompañar a mi viejo visitaba a los presos en los calabozos. Los llenaba de preguntas", dijo el letrado.

–¿Nunca dudó entre ser jugador de polo o abogado?
–Un poco sí, desde que empecé a montar cuando mi papá prestaba servicios en la Policía Montada. Mientras él estaba en la oficina me subía a los caballos y taqueaba un rato. Desde chico tuve una conexión muy fuerte con estos animales. Son mi pasión, los amo con locura. El mejor amigo del hombre no es el perro, es el caballo.

EL ESTUDIO DE FRANCOLINO CON SUS LLAMATIVOS CUADROS.

–Por lo general, el polo es un juego que se hereda, una tradición. ¿La suya de dónde viene?
–De mi abuelo paterno Juan, que fue polista amateur. Yo arranqué jugando en Remonta del Ejército, por la relación de mi padre con esa fuerza por su profesión. Al poco tiempo, por las condiciones que tenía, empecé a jugar en distintos clubes, hasta crecer y llegar a disputar torneos profesionales.

¿Qué edad tenía?
–Diecisiete años. Jugué la Copa República Argentina; luego, de más grande, el Abierto Internacional de Pilar, varios torneos en Estados Unidos. Me formé como jugador en La Martina, club que me trae los mejores recuerdos. Conocí al hermano de Adolfo Cambiaso, Marcial Socas, quien me daba clases. Llegué a compartir asados con Adolfito, que en esa época ya era una promesa para el polo mundial.

"Desde chico tuve una conexión muy fuerte con estos animales. Son mi pasión, los amo con locura. El mejor amigo del hombre no es el perro, es el caballo", contó Martín.

–¿Desde muy chico Adolfito era un jugador distinto?
–¡Era un fenómeno, un fuera de serie! Nosotros estábamos en el campo de su mamá, Martina de Estrada Láinez, y verlo jugar era un placer. A veces, cuando practicábamos, se sentaba en las gradas y nos veía. Luego, verlo a él con todo su talento era tocar el cielo con las manos. El ambiente del polo es un círculo chico, y lo que uno ve en el Abierto no es la realidad que viven los que aman este deporte.

LOS CABALLOS SON LA GRAN PASIÓN DEL ABOGADO.

–¿Cuándo llegó el momento de elegir entre las dos profesiones?
–Cuando empecé a ejercer como abogado la cosa se complicó. Tenía que hacer malabares para poder cumplir con todo. Y hace seis años, después de una fuerte caída en un partido –me rompí la clavícula–, se encendieron todas las alarmas. A los 20 te caés y rebotás como una pelota, pero a los 40... Con mi esposa decidimos que era el momento de dedicarme de lleno a la abogacía y seguir ligado al polo con la cría de caballos, los clones y el vínculo con mi club, La Espadaña Pilar.

–Bueno, mal no le fue... ¿Por qué se le acercan tanto los famosos? ¿Cuál es el secreto?
–Intuyo que me eligen porque hago bien mi trabajo. Soy un solucionador de problemas, como me gusta decir. Me formé mucho durante años, primero en un Juzgado de Instrucción, luego en una Fiscalía y después en un Juzgado de Garantías, hasta llegar a un Juzgado Federal. Eso me dio muchas herramientas para saber cómo llevar un caso adelante con poco margen de error. Sé que si seguía por ese camino hoy sería fiscal o juez. Pero lo que yo amo es la profesión independiente. El desafío que veía de chico hoy lo cumplo de grande. Mi deseo más grande es llegar a ser el mejor, y creo que voy por buen camino. Creo que si Perry Mason o Petrocelli existieran me contratarían (se ríe).

¿Quién fue su primer cliente famoso?
–Alberto Ferriols, el ex marido de Beatriz Salomón. En esa época estaba asociado con Alejandro Argibay Molina. Después defendí a Ricardo Martínez, el papá de Mariano, en la causa de la efedrina. Más adelante me separé de mi socio y ahí no paré de crecer. El estudio se llenó de clientes. Entre los famosos están Luis Ventura, Sol Pérez, Mónica Farro, Virginia Gallardo, Victoria Xipolitakis, Marina Calabró, Mariana Nannis, Ernestina Pais, Dorys del Valle, Adriana Aguirre, Diego Brancatelli, Fernanda Vives, Daniela Cardone, María Eugenia Ritó, Dani La Muerte, entre otros.

EL EQUIPO DE FRANCOLINO.

–¿Cómo nació la relación con la estrella hollywoodense Will Smith?
–En su visita a la Argentina, cuando vino a filmar la película Focus, compartimos una tarde de polo. Nos reencontramos en Los Ángeles por allegados comunes.

–¿Cómo es atender a famosos en Argentina y el exterior?
–La fama me la tomo con mucha calma. Siempre digo que a los medios hay que tenerles mucho respeto. Para mí, cada persona que llega es una oportunidad de seguir creciendo y aprendiendo. Yo entiendo sus necesidades y eso es lo que hace que la relación funcione. Soluciono sus problemas sin exponer sus nombres.

"Alberto Ferriols, el ex marido de Beatriz Salomón, fue mi primer cliente famoso. En esa época estaba asociado con Alejandro Argibay Molina. Después defendí a Ricardo Martínez, el papá de Mariano, en la causa de la efedrina".

–¿Por qué está tan cuestionada la Justicia argentina?
–Existe un total descreimiento en el sistema judicial. La relación entre el Poder Judicial y la realidad social se encuentra tan quebrada que amerita la concreción de un cambio tal que lleve a que las decisiones de los jueces tengan eficacia persuasiva por sobre la población en su conjunto. Creo que estamos ante una gran oportunidad de hacer cambios trascendentales que acerquen la Justicia al justiciable.

–¿Qué le parece la propuesta actual de hacer una reforma judicial?
–Proponerla en medio de una pandemia, cuando la gente no tiene para comer, fue un gran error. Pero sí, es necesaria. Deben implementarse las audiencias públicas. Debe usarse un lenguaje claro, accesible a todo el mundo, dejando de lado ese léxico rimbombante que caracteriza al vetusto Poder Judicial. Sólo a partir de un cambio que deje de lado el excesivo formalismo y favorezca el control de la sociedad podremos avanzar en una Justicia más justa.

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