Valijas que se arman y se desarman, clases con compañeritos que hablan en otro idioma y videollamadas para el beso de las buenas noches.
En los últimos meses, las vidas de los hijos de la China Suárez (Rufina Cabré, 12, Magnolia Vicuña, 7, y Amancio Vicuña, 5) dieron un vuelco de 180 grados, ya que debido a la carrera del futbolista Mauro Icardi todos terminaron viviendo en Estambul, a orillas del Bósforo, y a más de doce mil kilómetros de su casa, de sus mascotas y de sus padres (los actores Nicolás Cabré y Benjamín Vicuña).

La nueva dinámica no sólo generó internas familiares, sino que también abrió discusiones -de redes sociales y de sobremesa- sobre qué necesitan los chicos cuando cambian país, cultura, escuela e idioma.
Para aproximarnos al tema como corresponde, le pedimos a la médica pediatra Evangelina Cueto que nos brinde su mirada profesional, y este fue el texto que escribió para GENTE:
"Reflexiones sobre migración en la infancia", por Evangelina Cueto
"Cuando uno de los adultos responsables de niñas, niños o adolescentes decide cambiar su domicilio y proyectar su vida en el extranjero (señala Evangelina Cueto), las razones que sostienen esa elección pueden ser diversas y legítimas: una oportunidad laboral, un nuevo proyecto de vida, la búsqueda de mejores condiciones económicas o incluso la necesidad de reencontrarse con la propia historia. Pero, en estas situaciones, es imprescindible recordar que el eje central no puede ser únicamente el deseo adulto. El bienestar integral de las infancias debe ocupar siempre el primer lugar", agrega. Y continúa:
"Desde la salud integral, mudar a un niño o adolescente a otro país implica mucho más que un cambio de dirección postal. Supone un proceso que impacta en su continuidad escolar, en sus vínculos afectivos, en su identidad cultural y en la estabilidad emocional que ofrece su centro de vida. La mudanza no es neutra: abre oportunidades, pero también puede traer duelos y pérdidas. Por eso, cada decisión necesita planificación sensible y acompañamiento constante.

El marco jurídico argentino -la Ley 26.061 y la Convención sobre los Derechos del Niño- es contundente: niñas, niños y adolescentes son sujetos de derecho. Tienen derecho a ser escuchados, a expresar su opinión y a que esa voz sea tomada en serio según su edad y madurez. No se trata de un formalismo, sino de comprender que su participación es indispensable para construir decisiones balanceadas, donde se atiendan tanto los proyectos de los adultos responsables como las necesidades emocionales, sociales y culturales de quienes están creciendo.
Escuchar no significa sólo darles un espacio para hablar: significa otorgar tiempo, reconocer sus miedos y deseos, y convertir esas palabras en un insumo real para la toma de decisiones. Sólo así es posible garantizar el interés superior del niño, principio rector que exige priorizar lo que mejor protege su desarrollo integral.

En definitiva, migrar puede ser una elección válida para los adultos, pero nunca debe convertirse en una imposición silenciosa para la infancia. El desafío es encontrar un equilibrio entre los proyectos de vida de los adultos y los derechos de niñas, niños y adolescentes. Porque una sociedad justa se construye cuando se escucha la voz de quienes más dependen de nosotros y cuando el bienestar de las infancias se convierte en el verdadero norte de cualquier decisión", redondea la pediatra.
Una autora que reflexiona sobre la infancia y la adolescencia
La profesional de la salud, que escribió este texto para GENTE, se encuentra de estreno: el viernes 3 de octubre lanzó junto a la periodista Julieta Schulkin un libro de Editorial Galerna titulado Crianza en debate, que cuenta con prólogo de Felipe Pigna.
En el mismo, ambas mujeres analizan la crianza contemporánea y se preguntan "¿Qué pasa con las crianzas en medio de agendas saturadas, adultos exhaustos, pantallas omnipresentes y ciudades que no parecen hechas para alojar a los niños?".
Además, le ponen un alto a las voces que proliferan prometiendo certezas: "gurúes, influencers y algoritmos que dictan cómo criar, reforzando sesgos que nos alejan de las necesidades reales de las niñeces y adolescencias".
Lejos de manuales, proponen volver a lo colectivo: reconstruir redes de sostén, escuchar a las infancias y adolescencias como protagonistas y bajar el volumen de los algoritmos y gurúes de certezas fáciles.
Agradecemos a Shirly Potaz de Soy Prensa

