Los momentos más humildes de Francisco, el Papa de los pobres: de la historia de su amigo cartonero que lo despidió en el Vaticano a los ejemplos que nunca olvidaremos   – GENTE Online
 

Los momentos más humildes de Francisco, el Papa de los pobres: de la historia de su amigo cartonero que lo despidió en el Vaticano a los ejemplos que nunca olvidaremos  

Papa Francisco
Le dijo que no a los lujos y, hasta el final, caminó la sencillez y partió con los mismos zapatos gastados con los que comenzó su papado. A días de su conmovedor funeral, las actitudes y anécdotas del Jorge Bergoglio más humano, sencillo y rebelde ante las tradiciones ostentosas.
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Francisco (1936-2025) no solo predicó la humildad: la encarnó y la caminó con zapatos gastados. Los mismos con los que se le dio santo sepulcro en la sencilla tumba de Santa María la Mayor el pasado 26 de abril. Para el papa de todos, el argentino y porteño, era importante salir a las periferias.

Les lavó los pies a pobres y presos, recorrió villas y cárceles y, como destacó el cardenal Giovanni Batista –que dirigió la misa en la homilía de despedida–, el Papa y mucho antes Jorge Mario Bergoglio era un convencido de que el catolicismo tenía que “construir puentes y no muros”.

El Papa Francisco, sentado como uno más en la capilla de Santa Marta, la simple residencia que eligió en lugar del Palacio Apostólico Romano, construido en 1589 y repleto de mármoles, frescos de Miguel Ángel y oro.

Aseguraba que la iglesia no necesita tantos burócratas, si no entusiastas y, como dijo el día del funeral Jorge García Cueva, arzobispo de Buenos Aires en la Catedral metropolitana, antes que una aduana, “la Iglesia es un hospital de campaña para todos”.  

Desde su historia como jesuita y arzobispo de Buenos Aires a su máxima labor como sumo pontífice y jefe de estado del Vaticano, Francisco predicó la humildad, se sintió interpelado por la justicia social y repitió mil y un veces la importancia de ser “las manos de Dios que alzan de la basura al pobre”. En esta nota, destacamos esos gestos en los que “vivió como uno más”, que hablaron más que discursos grandilocuentes y por los que será recordado por siempre.

Bergoglio, un pastor convencido de que la Iglesia debía ser “transmisora y facilitadora de la fe” en lugar de “reguladora”.

“Primero los de abajo”: el cartonero que hace trece años fue al Vaticano y fue invitado para el último adiós

Sergio Sánchez, histórico referente del Movimiento de Trabajadores Excluidos y amigo personal de Francisco desde sus años como arzobispo porteño, viajó a Roma y logró ser parte del último adiós. Su presencia no fue casual: fue el propio Francisco quien insistió en que los "de abajo" estuvieran primero en la lista de invitados, reafirmando su obsesión por una Iglesia cercana a los descartados y no a las elites.

"Francisco no fue un Papa para los palacios, fue un pastor para los de abajo. Un profeta de tierra, techo y trabajo”, manifestaron desde el Movimiento de Trabajadores Excluidos. En la foto, el cartonero Sergio Sánchez, viajó a Roma para despedirse de su amigo, el Papa Francisco.

Sánchez recordó cómo Bergoglio siempre estuvo del lado de los más humildes, cuando pocos se animaban a hacerlo. Contó que, incluso como cardenal, Francisco solía visitarlos en las cooperativas y bendecía sus luchas por la dignidad. Para él, este viaje a Roma no es un homenaje al Papa como figura de poder, sino al "Francisco auténtico", el que abrió caminos para que los más invisibles también ocuparan espacios de representación.

"Como vine la primera vez en su asunción, ahora me despido a dos o tres metros de él. No iba a venir, de repente me llegó la invitación del Vaticano para venir porque esto era muy costoso", expresó Sánchez. El compromiso de Bergoglio fue coherente y sostenido: fue uno de los primeros en armar una red pastoral con cartoneros, mucho antes de que se conozca el término “economía popular”.

Jorge Mario Bergoglio y una "Iglesia cerca de la gente".

Lavó los pies de presos, adictos, mujeres, musulmanes y desposeídos: "Un servidor de todos"

Antes de llegar al Vaticano, dio misas en cárceles, usaba transporte público y  comía en lo de los curas villeros. Como papa, el Jueves Santo de 2013, Francisco rompió otra tradición.

En lugar de celebrar misa, fue a una cárcel de menores en Roma y lavó los pies de jóvenes presos, mujeres y musulmanes. Ese acto de humildad, que imita el gesto de Jesús en la Última Cena, fue una tradición que ha continuado.

El Jueves Santo de 2013, el primero de su papado, Francisco eligió lavarle los pies a doce reclusos menores en Casa del Marmo. “Con este gesto, Jesús nos recuerda cómo debemos ayudarnos unos a otros”, sostuvo el Papa.

Lo que para los sectores más conservadores podía ser un gesto escandaloso, fue su manera de interpretar literalmente las enseñanzas de Jesús: “El que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos”. Lo hizo desde sus tiempos de sacerdote jesuita, un gesto que GENTE documentó tantas veces y comparte desde sus imágenes de archivo.   

En 2008, Jorge Bergoglio lavándole los pies a adictos en un centro de rehabilitación en la Villa 31.

Triplicó la cantidad de curas en las villas

Según el Padre Pepe, Jorge Bergoglio rompió todos los moldes: caminaba la Villa 31 con ellos, embarrándose los zapatos en calles de tierra. No era un arzobispo de despacho: se comprometía cara a cara con los vecinos, impulsando que la Iglesia estuviera al lado de los marginados, no arriba de ellos. Triplicó el número de curas villeros y exigía a los funcionarios que entraran al barrio, sin punteros de por medio, para conocer la vida real de la villa.

“Es clave que los católicos -tanto los clérigos como los laicos- salgamos al encuentro de la gente... Hay que salir a la calle a buscar a la gente, conocer a las personas por su nombre... el no hacerlo le produce un daño”, aseguraba.

Di Paola también recordó cómo, después de recibir amenazas por denunciar el drama del paco en la Villa 21-24, Bergoglio se presentó solo, caminando, para darle apoyo en persona. El entonces arzobispo no sólo bancaba con recursos, sino también con su propia presencia, enseñándoles a acompañar al pueblo de forma humilde y directa. Para el padre Pepe, el sueño integrador que los mueve hoy tiene la raíz en Bergoglio. En las villas florecieron centros de adictos, escuelas, talleres y espacios de contención, todos alentados e inaugurados con su presencia.

José María Di Paola, más conocido como el Padre Pepe junto a Jorge Bergoglio. Fue él quien lo asignó a la Villa 31. "Me marcó para siempre... Mi vocación era estar entre los jóvenes y los pobres, y él supo verlo”, contó.

“Antes hablábamos de opresores y oprimidos, y entendíamos. Después no nos bastó, y empezamos a entender de excluidos e incluidos. Ahora tampoco nos basta, y añadimos a los que caben y a los que sobran en el sistema. En especial, los niños y los jóvenes. Lo que sobra es material de descarte”, decía el Papa a fines de 2008 aclarando que nadie sobraba.

"Estaba presente, dando el ejemplo. Eso rompió el molde", le decía a GENTE tiempo atrás el Padre Pepe.

Los gestos con los que revolucionó la tradición del Vaticano

Apenas asumió, Francisco descolocó a todo el Vaticano: rechazó mudarse al Palacio Apostólico, donde tradicionalmente viven los papas. Prefirió quedarse en la Casa de Santa Marta, una residencia modesta, donde convivió con otros sacerdotes y visitantes. Un gesto que dejó en evidencia su intención de un papado menos monárquico y más humano.

Francisco I en la Casa de Santa Marta, su austera residencia, en el que se sentía "uno más".

Además, a lo largo de su vida –y también como Papa– Francisco rechazó sistemáticamente títulos, honores y distinciones que lo alejaran del hombre común. Cuando era arzobispo de Buenos Aires, ya había pedido que no lo llamaran "monseñor" y evitaba la parafernalia clerical.

El lujoso Palacio Apostólico al que Francisco se negó a ir para estar cerca de la gente.

Incluso en 2005, cuando sonó su nombre como posible Papa tras la muerte de Juan Pablo II, se mostró incómodo con la idea de cualquier adulación. Él mismo lo explicó alguna vez: "El poder es peligroso. Te hace creer que sos distinto a los demás".

En primer plano, sus austeros zapatos negros confeccionados por su zapatero de toda la vida, Carlos Samaria, a quien ya siendo Papa, solo le pidió que le arreglara su viejo calzado. En el Vaticano, el 16 de marzo de 2013.
El mismo calzado con el que llegó junto a un maletín al Vaticano el día del cónclave en el que sería erigirido como Papa.

El día en que actuó ante una injusticia durante la represión policial en 2001

Durante los días más oscuros del estallido social de diciembre de 2001, cuando el país ardía y los ahorristas golpeaban las puertas de los bancos exigiendo lo que era suyo, Jorge Bergoglio no se mantuvo al margen.

Desde su ventana en la sede del Arzobispado, observó con estupor cómo la policía reprimía con violencia en Plaza de Mayo. Fue entonces cuando tomó el teléfono y llamó directamente al Ministerio del Interior. Lo atendió el secretario de Seguridad. Sin titubear, Bergoglio le exigió que distinguiera entre los manifestantes que causaban desmanes y los ciudadanos comunes que solo reclamaban por su dinero. “No son lo mismo”, advirtió.

Esa intervención directa, como mencionaron Francesca Ambrogetti y Sergio Rubin, autores del libro El Jesuita, reflejaba una preocupación que ya venía marcando su pensamiento: “El deterioro económico y moral del país”. En aquellos años, mientras ascendía en la estructura eclesiástica, Bergoglio consolidaba una línea moderada pero firme, crítica del neoliberalismo, del sometimiento a las recetas del FMI y del peso injusto de la deuda externa sobre los más pobres.

Sus discursos anteriores al colapso ya alertaban sobre la fractura social, el abandono del Estado y la dignidad herida de los excluidos.

"La pobreza se aprende con los humildes, los enfermos y con todos aquellos que están en las periferias existenciales de la vida. La pobreza teórica no nos sirve. La pobreza se aprende tocando la carne de Cristo pobre en los humildes, los pobres, los enfermos y los niños", repetía.

De civil y en camiseta en la basílica de San Pedro: su último gesto antes de partir  

Tiempo antes de partir, hace poco más de dos semanas, el Papa sorprendió al mostrarse sin la clásica sotana blanca. Con un pantalón oscuro, solo una camiseta de mangas largas y una manta: así fue visto en la basílica de San Pedro poco después de haber estado internado por problemas respiratorios.

Con la última imagen que nos ofreció previo al Urbi et Orbi y el saludo en el papamóvil del domingo de resurrección, continuó encarnando lo que enseñó: construir una Iglesia más humana y más cercana. En un mundo lleno de símbolos crípticos, hasta el final le dio la espaldas a los mausoleos, los bronces y las placas. Siempre será siendo ese cura de barrio que soñaba con una Iglesia pobre para los pobres.

"Hay curas tristes y convertidos en coleccionistas de antigüedades o de novedades, en lugar de ser pastores con olor a oveja, en lugar de ser pastores en medio de su rebaño y pescadores de hombres; eso les pido: sean pastores con olor a oveja", decía Bergoglio.

Fotos: Archivo Grupo Atlántida y redes sociales.

 
 

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